El escritor rojense presenta su novela “El vértigo de la felicidad”, editada por Nido de Vacas. En su primera incursión en el género narra una historia intensa y veloz sobre la decadencia humana de la sociedad moderna en un ambiente urbano. “Yo no agarro la literatura para matar el aburrimiento, sino que la agarro para absorberla y deformarla, siempre desde mi escritura”, reflexiona el autor.
Ph: Adrián Minadeo/ El Nuevo Diario Rojense |
Luego de publicar dos libros de
poesía, el escritor Amir Abdala (Rojas, 1990) amplía sus registros de escritura
y presenta su primera novela, El vértigo
de la felicidad, que editó Nido de Vacas para su colección de narrativa
“Cicatrices”.
En su opera prima el autor propone una mirada cruda de una sociedad
caníbal y sumida en la desesperanza, desarrollada con un arte refinado, sucio,
reflexivo y grotesco que pone en palabras de un protagonista abandonado a la
miseria. Lo hace con un estilo descarnado, con una prosa intensa que —como él
mismo explica— se corre de lo convencional de las estructuras narrativas
actuales.
“Desde cualquier punto de vista
esta obra debe saberse como castigo y como redención. Nadie está exento de
ninguna jugarreta del Destino: hoy comés caviar, mañana no tenés qué comer. Al
final, la sociedad te juzga porque está aburrida de sí misma”, observa Abdala
al resumir el proceso de escritura de su novela. “Las experiencias de la
existencia nos pertenecen. Yo trato de hacerlo literatura. Con seguridad te
puedo decir que me perdí mientras me iba encontrando, y viceversa”, agrega.
El protagonista de esta
historia es un hombre que ha decidido abandonar todo luego del suicidio de su
novia, y desde su nueva vida vagabunda descubre ese vértigo que lo estaba
esperando y le da sentido a su propio destino. Acosado por los recuerdos, va
plasmando en su diario íntimo sus observaciones sobre un mundo sórdido e
inestable que “flota, florece y se marchita lentamente” a su alrededor, mientras
intenta reflexionar por qué la muerte de Isabel no fue un acto reflejo
provocado por su depresión sino una resurrección de sus propias valoraciones.
—¿Qué idea de novela acompaña tu escritura?
—Una idea más bien
desproporcionada. Trato de correrme de los convencionalismos y las estructuras.
La mayoría de los autores que leo son linealmente correctos en su narrativa.
Eso, en mi caso particular, me agota. Igual soy consciente que los escritores
que leo están establecidos desde otro lugar; es decir, yo no agarro la
literatura para matar el aburrimiento, sino que la agarro para absorberla y
deformarla, siempre desde mi escritura.
—¿Cuánto de autorreferencial podemos encontrar en esta obra? ¿Por
qué elegiste esta forma de narrar?
—Creo que nada de lo que vengo
trabajando se corre de mí como punto de referencia. El hecho en sí no es nada
si no se lleva a cabo. Uno transita diferentes vivencias, y con éstas arrastra
diferentes lenguajes. Cada lector se identifica con un personaje (en raros
casos, con varios). Eso te lleva a correrte de tu lugar como escritor y
reconocerte como lector. Todos podemos transitar la pobreza, la miseria, el
desgano, el dolor, el amor… La referencia siempre va ser uno como individuo.
Considero que al reflejarnos en la tristeza del otro, estamos desprendiendo
parte de nuestra tristeza. Irremediablemente somos la referencia.
—¿Qué enlace encontrás entre el abandono y la literatura?
—Es una muy buena pregunta…
Encuentro un enlace que une, pero a la vez destruye. A la literatura la veo
como un sinónimo claro de abandono. Para ser más preciso: cuando uno deja de
leerse, pensarse, escucharse, mirarse, verse, se atribuye (aunque no se
percate) grandes dosis de abandono y dejadez. La literatura es tan necesaria
como el llanto. Llega un momento que si no estás dispuesto a llorar la angustia
te carcome las fuerzas, y lo peor de todo es que influye en vos como persona
social. ¿No te parece un desperdicio para el intelecto humano sedarse a base de
consumo barato sin percatarse que a veces el otro puede necesitar un abrazo o
un oído que lo escuche? El abandono te despoja de lo que sos; la literatura te
centra en lo que sos.
—El protagonista refleja una mirada sórdida del mundo, muestra un
costado hipócrita. ¿Qué escena considerás que resume mejor esa visión?
—Pensé mucho en esa escena. Te
resumo en pocas palabras la pregunta: cuando el personaje enfatiza, reflexiona
y analiza a las hienas y a las carroñas. Así creo que se vive (¿vive?) hoy.
—¿Qué podés decir sobre Isabel, esa protagonista ausente que, sin
embargo, atraviesa la obra con una presencia muy fuerte?
—La fuerza de Isabel está
arraigada a ese tipo de personalidades que parecen o quieren parecer
desapercibidas. Existen personas que se aferran a un compromiso que pretende
ser vacío, pero el ego es tan grande que abarca mucho más allá de la percepción
que se puede llegar a tener. A veces conocemos a seres por una noche o dos y no
los olvidamos nunca más. Toda persona es importante si se le da importancia, y
veo en Isabel esa transgresión entre perturbadora y angelical. Una mujer que
remite un tiempo incontrolable, pero desesperante.
—¿Qué valor le otorgás a la música para la construcción de esta
narración?
—Una amiga me repetía que las
personas que pasan cuando uno ama, generalmente, nos dejan música. Y traté de
seguir ahí, en ese espacio musical, donde la narración debía tener un peso
obligado. Los personajes de esta historia son una especie de selectivos
melómanos, pero no se hacen cargo de lo que produce la música que escuchan… son
tan egoístas que hasta buscan detestarse en algo que debe producir felicidad o
satisfacción, como la música que comparten y menosprecian.
—¿Qué marcas o registros de otros autores reconocés en tu
escritura?
—Muchas. Trato
de unificar cierta voracidad literaria acorde a la lectura que me van dando los
autores, las personas con las que convivo y con las que me rodeo o voy cruzando
por casualidad. Leo mucho y me arraigo demasiado a la obra de los autores y no
tanto a la vida personal de los autores, porque ellos también son miserables.
Te doy un ejemplo: leo Borges y me enfoco en toda su obra; leo Miller y me
enfoco en toda su obra; leo Kundera y me enfoco en toda su obra; leo… ¿Me
explico? Sí noto de los autores consagrados que hay que leer en serio para
escribir en serio. Además de que siempre se lee más de lo que se escribe.
—¿Qué encontraste y qué perdiste a lo largo del proceso de
escritura de esta obra?
—Fue en simultáneo, pero desde
otra óptica. Mi trabajo es vivir lo que leo de otros autores, lo que escribo y
lo que leo de lo que escribo. No podría quedarme quieto. Las experiencias de la
existencia nos pertenecen. Yo trato de hacerlo literatura. Con seguridad te
puedo decir que me perdí mientras me iba encontrando, y viceversa. Desde
cualquier punto de vista esta obra debe saberse como castigo y como redención. Nadie
está exento de ninguna jugarreta del Destino: hoy comés caviar, mañana no tenés
qué comer. Al final, la sociedad te juzga porque está aburrida de sí misma. El
cuerpo humano pertenece a la fosa o el crematorio; ni más, ni menos.
El autor
Amir Abdala nació en Rojas,
provincia de Buenos Aires, en 1990. Escritor autodidacta, es autor de los
poemarios Hay un poema dormido, hay un
poeta despierto (Imaginante, 2015) y Lo
único que pasa es lo que no se recupera (Imaginante, 2016). Algunas de sus
obras inéditas fueron premiadas en certámenes literarios nacionales e
internacionales. El vértigo de la
felicidad (Nido de Vacas Ediciones, 2018), es su primera novela.
Ficha técnica
El
vértigo de la felicidad. Amir Abdala.
Nido de Vacas, 2018.
108 páginas. 21 x 14,8 cm.
Colección: Cicatrices/
1
Edición:
Federico Riveiro, Fernando De Luchi. Arte
de tapa: Emiliano Raggi. Fotografía:
Julieta Gualtieri.
Sinopsis
Luego del suicidio de Isabel,
su novia, un hombre abandona todo y emigra hacia una vida vagabunda, que
marcará el inicio de su propia existencia. Acosado por los recuerdos, explora
este mundo sórdido e inestable, mientras su pasado y su presente se van
superponiendo. De esta manera, convierte la miseria que eligió en un arte
refinado, reflexivo, sucio y grotesco.
En su cuaderno íntimo —que
recorre de forma caótica y profunda, al igual que lo hace por las calles que
transita cada día— va plasmando sus observaciones y sentimientos sobre una
ciudad indiferente, que “flota, florece y se marchita lentamente”.
El protagonista aprenderá que
el Destino es un vértigo que lo espera. La felicidad desborda ese vértigo y lo
deja sin escapatoria. El tiempo, inclemente como se presenta, le resulta
rutinario. Aun atorado por su propia desidia, concluye que “la vida es
impiadosa, por eso su magia”.
Con un estilo descarnado, Amir
Abdala construye una historia que perfora las sutiles negligencias en la que
estamos enclaustrados. Un enfoque diferente que hace pensar que cualquier
persona puede terminar habitando los suburbios, como el agua estancada que
brota de las cloacas y se acomoda en los cordones de la vereda.
Fragmento de la obra
“La calle es la única
alternativa... ¿Qué patético depredador de sueños se atreverá a despertarme de
mi nido de colibríes? Fantaseé: la arrebatada esperanza de morir atado a tus
pies, Isabel, tuvo carcelarios exámenes de soledad y flagelaciones. Si todavía sigo
sangrando es porque me desvive el destino de mi moraleja. Consciente de mis
atribuciones inhumanas sé que merezco una condena, y son tus ojos alumbrándome
como la luna a los lobos; consciente de tu desplante corporal sé que merecés
una condena, y son mis ojos maullándote como los lobos a la luna. Te describo con
dulzura (pero no olvides que no soy el poeta de nadie, sino que soy el poeta de
todos, por eso aún seguís en mi voz): fuiste la cenicienta apática de una
juventud destruida por el molde cobarde e incomprensible de saberse acá: mitad
humano, mitad animal. Isabel, me enseñaste que la violencia es una forma
necesaria para deshacerse de sí mismo; me enseñaste que se supone estar vivo por
tener vida, tanto que se evalúa la fuerza por hacerla... Al final, para dar un
nuevo comienzo a mis andanzas, despojado de materialismo, me digo que por
cobardía, la calle es la única alternativa que no se busca”.
Ph: Julieta Gualtieri |
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