jueves, 26 de noviembre de 2015

Lolei. Memorias de lo inconfesable (15)


CAPITULO
15

-Por supuesto, el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical festejaron la intervención de la Revolución Libertadora, como así también gran cantidad de la población de Mar del Plata. Incluso el Partido Laborista, que en el 46 había apoyado a Perón, saludaba con gratitud a las Fuerzas Armadas “por su heroico y patriótico comportamiento en la gesta libertadora”.
Con moderado orgullo, Lolei evocaba la contribución de su padre y sus aliados para la denominada “recuperación democrática” en la ciudad. Al menos en esos términos él se refería entonces a la conducta revolucionaria que tomó las riendas del país.
En este sentido, resultó ilustrativo el recorte periodístico publicado el 20 de octubre en el periódico La Verdad de Ayacucho –ciudad de donde era oriundo don Domingo- que exaltaba la participación del dirigente en la “gesta” de septiembre. El artículo llevaba el título “La lucha” y consignaba lo siguiente: “Se van conociendo detalles insospechados de las luchas que libraron los civiles en muchas partes, durante los cinco días que duró la Batalla Libertadora. En Mar del Plata la cosa fue extremadamente dura, pues ahí el oficialismo era realmente fuerte y las fuerzas revolucionarias en tierra, escasas.
“El Radicalismo marplatense tuvo una actuación magnífica por todo concepto y para nosotros los de Ayacucho resulta estupendo saber que al frente de esas huestes libertadoras se encontraban dos hijos de nuestra ciudad: Oscar Víctor Murgier y Domingo Cavalcanti, presidente del Comité y Concejal, respectivamente. Conocida por el primero la precaria situación en que se encontraban las tropas rebeldes, en poco menos de dos horas consiguió alistar a doscientos hombres perfectamente armados, todos ellos radicales, y en los cuales militaban numerosos profesionales.
“Formadas las milicias democráticas, en las que también tuvieron destacada actuación los socialistas, con Bronzini a la cabeza, se batieron en magnífica forma. La fuerza radical consiguió tomar una comisaría, entorpeció las comunicaciones y libró combates en diversos puntos de la ciudad. Algunos de los audaces democráticos cayeron, pero los enemigos tuvieron numerosas bajas.
“Tenemos informes de oficiales militares que posteriormente arribaron a la ciudad, de los cuales se desprende que la organización de las fuerzas civiles fue admirable como lo fue el espíritu combativo de los decididos protagonistas. Es que ese espíritu surge por sí solo, cuando los ideales son sinceros; es decir, cuando los principios enunciados desde las tribunas no constituyen una mentira o mistificación.
“Por circunstancias especiales no hemos podido ponernos en comunicación con Murgier o Cavalcanti, pero no faltarán oportunidades, y entonces podremos hacer un enfoque certero de las acciones libradas y los intensos momentos vividos en la Perla del Atlántico.
“Por lo pronto tenemos la satisfacción de comprobar que en medio de la lucha estuvo presente el espítiru de Ayacucho y su sentido de la Democracia, ya sea en las directivas de Oscar Murgier o en las arengas de Domingo Cavalcanti. No podemos menos que decirles: ¡bravo, hijos de Ayacucho! En nombre de la ciudad y del Radicalismo, ¡muchas gracias!”



Cuando terminé de leer el artículo, que Lolei siguió con atención y en silencio, lo miré fijamente a los ojos, también sin decir nada, como buscando allí una reflexión a esas palabras que acabábamos de escuchar. Intuía que mi opinión no serviría en ese momento. Le alcancé la hoja y giré hacia la mesa para servir otra copa de vino. Volví a mirarlo, enarqué las cejas y en ese gesto entendió mi pregunta.
-Me parece una porquería, una reverenda mierda-, resumió-. Un elogio exacerbado para una manga de golpistas con disfraz de demócratas. Así era el viejo y toda su banda. Así eran y lo siguen siendo los antiperonistas. Incluso yo, en el fragor de la época, pensaba como ellos. Tal vez no me di cuenta en ese momento, pero sospecho que es a partir de esos hechos que empecé a tomar cabal conciencia de la mierda que me rodeaba. Y esa mierda era también mi padre.
Lo recitó sin dolor, con tono indiferente, como sopesando cada palabra antes de hablar. Me pidió que le alcanzara una carpeta que estaba en el suelo. También allí había una infinidad de recortes de diarios y papeles sucios y arrugados. Buscó entre la maraña y me estiró uno: “leé esto, con los primeros párrafos alcanza”.
“Anoche, a las 20.40, por LU6 Radio Atlántica –en el espacio ‘La Hora Política’- habló para referirse a diversos aspectos de la política nacional y partidaria, el ex concejal de la Unión Cívica Radical, Sr. Domingo Cavalcanti.
“Un numeroso grupo de correligionarios acompañó al orador, que expresó: ‘El gobierno revolucionario argentino está abocado en estos momentos a problemas profundos y difíciles, pero no insolubles, después de la recuperación de la dignidad ciudadana y el decoro nacional, y para esta tarea necesita el apoyo de todos y cada uno de los ciudadanos argentinos para que, en patriótico y mancomunado esfuerzo, afirmen, aseguren y consoliden la obra magnífica de la Revolución Libertadora.
“La sangre que regó el suelo argentino, las lágrimas que arrancaron tantas víctimas, el sufrimiento y las angustias que destrozaron tantos corazones, como las semillas de la parábola, cayeron en buena tierra: en la bendita tierra argentina, y fructificarán en realizaciones grandiosas compensando los cruentos sacrificios”.
Me hizo detener. “¿Es suficiente?”, dijo. El artículo era muy extenso, y yo seguí buscando en silencio más conceptos de ese encendido discurso.
Sin hacerle caso, continué: “…la gran tarea emprendida por la Revolución Libertadora tendrá en la Unión Cívica Radical un apoyo firme y seguro, porque el radicalismo, que es un partido de lucha, bregará incansablemente, como lo ha hecho siempre, por los nobles ideales democráticos”
Busqué otro párrafo y seguí: “El Movimiento Unificador del Radicalismo reconoce grandes valores en los partidos opositores y cree en la rectitud de sus ideas, pero no creyó nunca en el peronismo como partido político ni en el valor de sus representantes, pues no fue más que una masa informe sin ideal ni principios, en el que se anulaba paulatinamente la capacidad intelectual, y se desarrollaban sus sentidos, ya que debían oír una sola orden, mirar una sola figura, rugir un solo nombre y aplaudir cuando se lo indicaran”.
Levanté la vista hacia Lolei, que me observaba con una mirada brillosa. Volví al papel. “Para terminar hago mías estas palabras de Pelayo a los asturianos: ‘pesada cosa es relatar sus ultrajes, nuestras miserias y peligros y cosa muy vana encarecerlas con palabras, derramar lágrimas, despedir suspiros. Lo que hace al caso es aplicar algún remedio a la enfermedad, dar muestra de vuestra nobleza’. El gobierno argentino ha acometido una gran empresa, seguro de triunfar con el apoyo de todos, y la Unión Cívica Radical dice: Conciudadanos, manos a la obra”.
Permanecimos en silencio un par de minutos. El viejo se revolvía en su cama, como buscando una posición más cómoda. Se rascaba la cabeza, se sobaba la cara con la otra mano, observaba la amplitud de la habitación. Pero no me miraba.
Apuré lo que quedaba de vino y le dije “mejor me voy”. Debían ser las dos de la madrugada y tendría que levantarme temprano al día siguiente. Aprobó la decisión y dijo “claro, claro, debe ser tarde”.
Fui hasta el baño a lavar las copas. Las dejé limpias sobre la mesa. Tomé la botella vacía y estiré la otra mano para saludarlo. Me apretó con la mayor fuerza que pudo. No lo tenía pensado, pero me salió repentinamente, sin medir consecuencias. “¡Qué genio tu papi!”, le dije.
Sonrió.
Me mantuvo agarrada la mano. Sacudió la cabeza de arriba abajo, mientras seguía dibujando esa sonrisa que había empezado tímidamente.
-Esto no es nada, ya verás, esto no es nada. Pero igual, no confundas: yo no soy así-, se atajó. Lo fui, creéme que un poco lo fui, pero la cosa cambió. No sé cómo ni cuándo ni por qué, pero cambió. Ya te lo iré contando y tal vez vos descubras los motivos.
Le apunté a los ojos, frunciendo el entrecejo. Me esquivó la mirada.
-Cerrá bien la puerta y dejá la luz prendida-, exhortó y cerró los ojos.
-Como siempre-, contesté mientras en encaminaba hacia la salida.
-Como siempre-, escuché.


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(XV)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England

London – Bermandey, October 7 Friday 1983

Querido amigo:
Gracias por tu carta, la recibí hace una semana, el mismo día que eché la otra. Espero que vayas bien y que tengas más clases. Aquí la cosa anda mal; sigo sin trabajo y viviendo en este hostal. Podría vivir con Danny o con una chica en cuya casa estoy en este momento, pero si me quedara aquí tardaría más tiempo, mucho más tiempo en conseguir un piso. Y la gente que me puede ayudar prefiere contarme sus problemas con los novios, con el trabajo y no sé qué mierda, como si uno no tuviera sus problemas. Esta gente me debe muchos favores, pero ya aprendí hace tiempo que la ayuda mutua es que los otros tienen que recibirla… Así es la vida.
Hugo, a ti no te ayudé mucho, casi nada, y no fue por falta de voluntad sino por falta de medios. Si hubiera estado con la pasta, tú habrías recibido una buena parte, te lo juro, amigo.
Aquí estamos en invierno, ha llovido mucho. El cielo está gris, con muchas nubes. Deprime mucho, sobre todo cuando uno ha pasado cuatro meses al sol. El cambio afecta. Sigo cobrando el subsidio de paro y hoy mandé 3.000 pesetas a mi madre para que me los guardara hasta que vuelva a Manchester. Quiero ahorrar dinero porque presiento que la cosa no va a mejorar y cuando me vaya al extranjero quiero hacerlo con el bolsillo lleno de pasta.
Me dijiste que a lo mejor estaba colocado cuando te escribí la penúltima vez. Pues no, a lo mejor sí estaba un poco cansado, no lo recuerdo. ¿Así que saliste con Anne de Ponyer? ¿Le echaste un polvo? Espero que sí, es una chica muy maja, aunque no me atrae en nada en plan de polla y coño.
La semana pasada Danny y yo salimos juntos. ¡Joder, tío, nos cogimos una merluza que ni veas! Esto fue el viernes. Y el domingo nos sentamos en un banco junto al Támesis (Danny vive al lado del río) y nos cogimos otra merluza. Seguimos dando unas palizas gordas a los abstemios. ¡Venceremos! Antes de morir, cuando sea viejo, quiero decir a mis hijos y a mis nietos: “Cuando era joven hice una guarrada: dejé caer una botella de coñac a mi mejor amigo Hugo ‘Bombachitas’, tuvo un ataque al corazón, se murió. Los médicos montaron un bar con el coñac encontrado en su sistema sanguíneo”.
No, de verdad, bebo menos que antes, y como ya te he dicho, sigo ahorrando dinero. Sólo salgo los domingos. Una chica, se llama Wendy, quiere que vaya a una fiesta con ella, al otro extremo de la ciudad. No me apetece. Tengo que escribir cartas, estudiar, etc, etc.
Quiero decir algo sobre política, pero no me gustaría que nuestras cartas se conviertan en propaganda. Pero tú dijiste que siempre habrá pobres, y entiendo que eso significa que no podemos hacer nada por ellos. Vale, es tu interpretación, lo siento si estoy equivocado. Apliquemos tu interpretación de la política a los médicos, apliquemos tu interpretación a los profesores en tu academia,  apliquemos tu interpretación a la Iglesia, tres grupos distintos. Intenta decirles a estos que lo que hacen no vale una puta mierda, porque siempre habrá enfermos, alumnos atrasados o ateos.
Si la vida es tal, Hugo, tanto para ti como para mí; todos necesitamos algo que no podemos conseguir. Si nos diéramos cuenta de esto, que la vida es una mierda, pues la vida sería insoportable. Me llamaste ‘soñador’… pues indícame una persona que no sueña y yo te indicaré un mentiroso.  Algo más: eres de una familia rica, reconozco que eres bastante de derecha; en cambio yo soy de una familia muy pobre y apoyo a un sistema que, para mí, es más justo. No quiero que estés de acuerdo conmigo, tampoco que me llames gilipollas por ser de izquierda. Te pido que respetes mis opiniones como yo respeto las tuyas. Y para poner fin a esta discusión, no concurro a los mítines a cogerme pedos. Esa afirmación me pareció injusta. No necesito la política para ayudarme a coger pedos, ¿verdad?
Habrá una manifestación contra las armas nucleares, a la que acudirá mucha gente. Será el 22 de octubre, la pondrán en la TV de España. Búscame, estaré con una botella en la mano, dando traspiés… En serio, sabes que me gusta ir a las manifestaciones; pues iré a esta en Londres. Y aunque me contradiga, iré con una botella de whisky… Las ideas, no el estado de la persona, cuentan más en estas ocasiones.
Espero no haberte enfadado con lo puesto en esta carta. De verdad lo espero. También siento que esta carta sea medio melancólica, tengo que alegrarme y tú también, Hugo, pues te noté un poco triste. No pienses tanto en Argentina, en tu familia, porque es como si miraras un reloj en que las manecillas nunca se mueven. Piensa más bien en nuestro amigo Don Fundador, nuestro Salvador.
Querido amigo, te echo mucho de menos y te doy un abrazo muy muy fuerte. Escríbeme pronto
Alan


PD: Perdona mi castellano, sólo lo uso para escribir estas cartas. 


Lolei. Memorias de lo inconfesable (14)


CAPITULO
14

El viejo había tomado envión con su relato. A medida que hablaba iba buscando más y más recortes de diarios de la valija que habíamos ubicado encima de la cama. Algunos apenas los ojeaba y me los alcanzaba para que yo los leyera, como para que corroborara su versión de la historia. En otros cotejaba datos con mayor precisión.
Me pidió otro cigarrillo y continuó.
-Todos estos problemas comenzaron a reflejar la disconformidad de distintos sectores de la ciudad con el Comisionado, que coincidían con la conflictiva situación nacional. A pesar de las críticas de la oposición, en las elecciones municipales triunfó nuevamente el peronismo, resultando elegido para el cargo de intendente el Dr. José Antonio Cavallo. Asumió el 1 de mayo del 55, cuando yo ya estaba haciendo el servicio militar en Azul. Fue una época muy jodida para estar dentro de los cuarteles.
Sin dejar de hablar, el viejo hurgó entre los papeles y encontró algunas fotografías de la época de la conscripción. En una de ellas se apreciaba a un joven Lolei uniformado y en posición de firmes en un mástil, junto a otro soldado, con la bandera nacional flameante. En el dorso de la imagen, se leía la fecha: 25 de mayo de 1955. 




-Los levantamientos militares que se iniciaron en junio del 55 en contra del gobierno nacional también amenazaron la estabilidad del municipio. Pasó lo del bombardeo en Plaza de Mayo, que nosotros seguimos a través de la radio. En Mar del Plata, desde la Intendencia, mediante altavoces, llamaban al pueblo a reunirse en la plaza San Martín y permanecer allí hasta que Perón desistiera de su propósito de renunciar al cargo. Alrededor de 500 obreros liderados por la CGT local, viajaron a Buenos Aires para hacer lo propio en la plaza de Mayo. Cuentan que los comerciantes cerraron sus puertas y las amas de casa se agolparon frente a los negocios, temerosas ante posibles saqueos. El general Lucero, del bando golpista, ordenó a las guarniciones de Tandil, Azul y Mar del Plata que avanzaran sobre la base naval de esta última ciudad y se apoderaran de ella. Muchos de mis compañeros se movilizaron, pero yo quedé acuartelado. También la compañía Nº 7 de infantería de la marina sublevada se dirigió hacia el aeropuerto de Camet para embarcarse en dos aviones que los trasladarían a Buenos Aires. Cerca del aeropuerto observaron que las instalaciones estaban custodiadas por efectivos del ejército con el objetivo de impedir que se acercasen. Se intentó persuadir a los oficiales del ejército que estaban a cargo de la defensa del lugar, y ante la negativa de éstos, se dispusieron para iniciar un combate que no llegó a desatarse debido a la noticia del fracaso del golpe en la Capital.
En septiembre llegó el derrocamiento del gobierno peronista por un golpe de estado. En Mar del Plata, los cañones de los buques de la Marina despertaron a la ciudad. Se vivieron momentos de mucha tensión y gran confusión. Las autoridades municipales que se hallaban dentro del edificio Municipal fueron depuestas. En reemplazo del Intendente asumió provisoriamente el capitán de corbeta Juan Bizet. Por la radio LU9, se transmitió un comunicado del Comando Revolucionario Militar, llamando a la población a la calma.
Una multitud de antiperonistas ganó las calles para celebrar la caída del general. Se produjeron allanamientos en los locales peronistas y en los gremios. Se secuestraron armas, se quemaron muebles, se destruyeron cuadros de Perón y de Evita. Frente a un edificio de policía, que ya estaba abandonado, los manifestantes acrecieron sus gritos. Cuando se enteraron que adentro estaba detenido el dirigente radical Giordano Echegoyen, rompieron una ventana, ingresaron a la sala de guardia y lo liberaron, junto a otros presos. Sacaron cuadros de Perón y Eva y los destrozaron. También quemaron papeles y libros pertenecientes a la dependencia. Después fueron a la CGT, de donde retiraron muebles para incendiarlos. Lo mismo en el Centro de Empleados de Comercio y varias unidades básicas. También se hizo un acto de repudio frente al diario La Mañana. En su recorrido, pasaron por el diario El Trabajo, el órgano de prensa del partido socialista, donde con arengas, reconocieron la labor del periódico como baluarte del antiperonismo local. Luego tomaron las sedes de Radio Atlántica y radio Mar del Plata, donde, ya acompañados por autoridades militares golpistas, restablecieron la comunicación que había sido cortada días antes. Ya bajo la dirección del “Comando Revolucionario”, la onda local salió al aire emitiendo un comunicado en el cual se informaba a funcionarios y agentes policiales, que a la mayor brevedad debían presentarse en las seccionales respectivas. Y agregaba que la presencia de los elementos policiales en las comisarías locales sería de importancia, por lo que debían concurrir de inmediato. En otro comunicado se llamó a la calma y la tranquilidad, ya que “las fuerzas de la Libertad dominan la situación”. Por último se convocó a los comerciantes a que abrieran sus puertas para permitir el normal abastecimiento de la población; y a los vecinos que se habían alejado de sus hogares por temor a posibles bombardeos, que podían regresar sin riesgo alguno.
El comunicado terminó con un “¡Viva la libertad!, ¡Viva la Patria!”.

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(XIV)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England

1 October 1983

Querido amigo:
Espero que te encuentres bien; yo estoy bien. Sigo buscando trabajo. Hasta ahora no he conseguido ninguna oferta, ninguna entrevista. Pero no me daré por vencido. Debería tener un piso pronto, y si no recibo nada, me voy a marchar en Navidad. Voy a volver a Madrid, no me quedaré en invierno aquí. Vamos a ver lo que pasa. Espero que me salga algo. He escrito cartas a la princesa Carolina de Mónaco, ofreciéndole mi polla por su pasta. Hasta ahora, ninguna respuesta.
No pienses que estoy chungo. Al contrario, la estoy pasando bien. Ayer viernes salí con Danny. Fuimos a otro barrio y ¡joder, tío, nos cogimos una borrachera que ni veas! Y sabes, no discutimos ni nada. Fue un milagro. No me acuerdo mucho, salvo que estuve tumbado en el césped. Nosotros nos sentábamos en un banco a beber coñac. Danny y yo bebemos sidra, ‘the poors man´s drink’, le llamamos aquí. Y nos emborrachamos.
Me dijiste que Eva me vio tumbado en la calle. Pues sí, era verdad. Fui a la manifestación acompañado de tres litros de vino. Yo tenía la impresión de que Eva no se dio cuenta que estaba pedo. Pídele que me mande una foto de su cuerpo desnudo y yo le mandaré una de mis pelotas.
He mandado una tarjeta a Pepé. Voy a escribirle una carta más tarde, pues me equivoqué y puse Pepé López en vez de su nombre.
Cuando me escribes de Malasaña, del barrio, de la gente que conocía, me pongo amorriñado y tengo ganas de volver y de meterme otra vez en esa vida de risas y de tajadas y de discusiones tontas y de amistad. Como te he dicho ya, si nada me sale, en Navidad o en enero, volveré.
Te echo de menos y te aseguro que nos volveremos a ver, por supuesto con un coñac en la mano, acordándonos de los buenos tiempos que hemos tenido juntos.
Yo por la tarde estudio. Me he matriculado en un colegio, hago un curso superior de español y mi profe es de Buenos Aires. Le hablé de tu padre y me dijo que el nombre no le sonaba nada. Lo raro es que el nombre Cavalcanti es un nombre radical… Además tomo clases de portugués. Cuando nos vayamos a Portugal y nos echen, sabré decirles: “idos a tomar por el culo, sois unos hijos de la gran puta abstemia”, en portugués, ¿te parece?
Bueno Hugo, da mis recuerdos a todos, a Josefina, a Mme. Chardy, di a Pepé que voy a escribirle pronto y que no te dé más copas. No te olvides de la foto de Eva.
Un abrazo fuerte

Alan

Lolei. Memorias de lo inconfesable (13)


CAPITULO
13

Lo que Lolei estaba leyendo era la última carta que le había enviado Mario Browne y me había mostrado esa tarde. La que contaba sobre sus entreveros amorosos. Pero luego había repasado el fragmento en que contaba sobre los incidentes en las elecciones de abril del 54, y sobre todo en donde mencionaba las razzias y la posible detención de su padre.
-No sé si recordás –comenzó-, pero la elección del 25 de abril del 54 tuvo por objetivo ocupar el cargo de vicepresidente de la Nación para acompañar a Perón, que quedó vacante por la muerte de Hortensio Quijano, antes de su asunción. Entonces los principales candidatos fueron el almirante Alberto Tessaire, por el Partido Justicialista, y Crisólogo Larralde, por la Unión Cívica Radical. El militar obtuvo el 63,8% de los votos, contra el 32,2% del radical. Debía ocupar el cargo hasta el 58, pero bueno, ya sabrás cómo siguió esa historia.
La cuestión que le interesaba en esa historia fue lo relacionado a su papá, que naturalmente estaba del lado de la oposición. Domingo Cavalcanti había dejado de ser concejal en el 53, después de haber  sido electo para el cargo en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, que pasaron a la historia por ser las primeras que contaron con la participación del voto femenino. Tras dejar ese cargo, su actividad política continuó en crecimiento y fue convirtiéndose en uno de los mayores referentes del radicalismo marplatense.
Ese año, en Mar del Plata se mantuvo la tendencia de gran parte del país y la intendencia quedó en manos del candidato peronista, Olegario Olazar, pese a tener en su contra el hecho de ser bastante desconocido para la ciudad. Pero tuvo a su favor la notable propaganda montada tanto desde la Nación como la Provincia acerca de la labor del partido durante los años de gobierno. 
Domingo Cavalcanti obtuvo uno de los cuatro escaños reservados para los partidos opositores en el Concejo Deliberante, ya que a partir de la reforma de la Ley Electoral, se eliminaba la representación proporcional, por lo cual el partido que reunía el mayor número de votos, se adjudicaba el cargo de Intendente y ocho concejales, reservándose para la minoría solo cuatro bancas. Dos ediles del partido socialista –Mora y Lombardo- y dos de la Unión Cívica Radical –Cavalcanti y Labatut- conformaron esa minoría.
En la primera reunión del Concejo con mayoría peronista, se aprobó el aumento del presupuesto municipal para el año 1952. Don Domingo tuvo una intensa participación en este debate. Luego, el intendente cedió, sin autorización del Concejo, tierras municipales a particulares y se inició un plan de expropiaciones, entre ellas, las del Club Pueyrredón. Los radicales, socialistas y la mitad de la bancada peronista se opusieron a este proyecto, por lo cual el nuevo intendente debió abandonarlo, aunque esto costara la banca a cuatro ediles peronistas. En medio de ese intenso debate, el concejal Cavalcanti presentó una nota en la cual expresaba su posición respecto de la expropiación de bienes impulsada desde el Ejecutivo. La sesión fue acompañada por numerosos simpatizantes. Cuando se procedía a su lectura, crecieron abucheos de parte del público oficialista. La respuesta de la bancada mayoritaria fue celebrada con fuertes aplausos y protestada por los adictos radicales. El mitin fue enfático. La presidencia del Concejo puso fin al debate ahogando con campana de orden la voz del concejal Cavalcanti, siendo eficazmente secundado por el público, que hizo con sus fuertes aplausos lo que la campana no podía. Cerrado el debate, fue rechazada por improcedente la nota de los concejales radicales.
Lolei recordaba que este tipo de exposiciones eran características de su padre. Su trayectoria como hombre público del radicalismo se definió por una ardiente defensa de sus convicciones, de su firmeza democrática. Sin embargo, su drástica posición antiperonista lo llevó a definir como dictadura al gobierno constitucional del general Perón, y los términos de su exacerbado discurso le trajeron más de un problema.
Fue por aquellos días que Domingo Cavalcanti fue detenido y procesado por desacato al presidente de la Nación, tras participar como orador en un acto de campaña del radicalismo. Junto a Mario Giordano Echegoyen (h), también dirigente de la UCR, el entonces concejal fue trasladado a Azul, por disposición del Juez Federal con asiento en esa ciudad.
El propio Giordano Echegoyen le escribió una breve misiva: “Mi querido amigo: Dispénseme la presentación de esta nota y su escritura, pero no se puede pedir más estando aquí. Esperando verlo pronto, le hago llegar mi más absoluta solidaridad en esta causa común en que estamos encaminados, repitiendo con Ricardo Balbín: ‘A veces es necesario que algunos hombres libres y dignos conozcan las cárceles para saber adónde irán luego los delincuentes de la República’. Su amigo, M.G.E. ¡Viva la UCR!”



De acuerdo a las crónicas periodísticas, don Domingo debió ausentarse de Mar del Plata, antes de que concluyera la campaña preeleccionaria para evitar su detención, y finalmente se presentó en el Juzgado Federal de Azul junto a sus abogados, desde donde fue remitido a la cárcel de encausados. Otros artículos señalan que había sido detenido en su domicilio por las fuerzas federales antes de proceder a su traslado. Cavalcanti fue excarcelado bajo fianza días después de su arresto y absuelto de culpa y cargo.

















-Este no sería el único inconveniente sufrido por sus actuaciones políticas-, acotó Lolei.
El viejo me iba narrando la historia de su padre –que sabía a parte de la Historia argentina- con cierto engreimiento, con ínfulas de cronista avezado y testigo privilegiado de los hechos. Hablaba y me pasaba amarillentos recortes periodísticos para que yo pudiera corroborar la veracidad de su versión. A mí me gustaba compartir esos momentos, en parte porque iba conociendo algunos hechos de nuestra historia de primera mano, contada por alguien que había los había contemplado de cerca, aunque mi corazón estuviera en las antípodas del pensamiento del principal protagonista, es decir, su propio padre. Y además me gustaba porque en esas incursiones retrospectivas me hallaba frente a un Lolei impetuoso, de memoria ágil y activa, muy distinto del personaje agonizante y sentenciado a una realidad bastante grotesca que tenía enfrente.
Lolei hablaba y yo lo dejaba hablar.

Hacia finales del año 52, se votó un aumento para el presupuesto del año siguiente. La justificación era el pago de sueldos de gran cantidad de funcionarios y empleados municipales que disponía la Comuna. Al año siguiente la mayoría oficialista autorizó al intendente Olegario Olazar a crear cien puestos municipales más y a derivar dinero del municipio para la construcción de nuevas oficinas en el edificio comunal. También autorizó elevar las tarifas del transporte.
Los mayores problemas comenzaron con la falta de pago de las jornadas laborales y horas extras por parte del ejecutivo municipal. El personal de limpieza, apoyado por la CGT peronista, amenazó con ir a la huelga y pidió la renuncia del intendente. También las juntas vecinales reclamaron por los altos precios de los pavimentos y la poca flexibilización en los plazos de pago, fijados en los contratos de construcción.
En septiembre, Olazar presentó su renuncia, aunque la misma no se hizo efectiva inmediatamente. Los mismos peronistas no hallaban consenso en nombrar su reemplazante. Intervino entonces la Provincia, designando como Comisionado municipal al Dr. José M. Carbusiero.
Con este contexto se llegó a las elecciones del 25 de abril de 1954.
En el oficialismo existían fuertes divergencias entre sus distintas facciones. Incluso el propio comisionado Carbusiero sufrió un atentado cuando balearon su automóvil, camino a Buenos Aires. Esto determinó que el Poder Ejecutivo provincial diera por concluidas las funciones del comisionado, intentando poner término al enfrentamiento del peronismo local. El nuevo comisionado fue Eduardo Manuel Teisaire, que estaba como interventor en Luján.
La nueva autoridad municipal proyectó la federalización de Mar del Plata y la posibilidad de que el propio gobierno nacional tuviera su asiento allí, durante el período estival. El constante crecimiento de la burocracia municipal impedía la concreción de nuevas obras públicas o el mejoramiento de los servicios públicos. El radicalismo, que ya empezaba a mostrar sus diferencias internas, se unía sin embargo para dar batalla a las acciones del gobierno de turno.
También los conflictos se acentuaban dentro del peronismo. En una primera etapa, el gobernador Domingo Mercante elegía a los comisionados entre aquellos hombres que podían conciliar posiciones con la oposición. 
Durante la gobernación de Carlos Aloé, los comisionados eran aquellos hombres que habían demostrado ser más "peronistas". Sus apoyos locales se registraban entre los sindicalistas o entre los grupos más populares. Las disputas entre las facciones que apoyaban uno y otro accionar atentaron contra el propio peronismo y también contra la ciudad.
Otro tipo de conflictos que debió enfrentar Perón con sectores tradicionales o con nuevos adversarios, se dejaron sentir en Mar del Plata. En la disputa con la Iglesia Católica, las religiosas del Asilo Unzué fueron reemplazadas por empleados de ambos sexos enviados desde Buenos Aires. Esta medida fue vista con desagrado por el vecindario marplatense, que responsabilizaba al gobierno municipal. Incluso se armó una marcha en la plaza Eva Perón para desagraviar a la bandera nacional y a la figura de Evita.
Eso ocurrió unos días antes del sanguinario bombardeo en Buenos Aires.
-Ahí sí que se la mandaron-, resumió Lolei.




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(XIII)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4° (Barrio de Chambery)
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England

Saturday 16 Sept 1983

Amigo:
Gracias por tu carta, la recibí hace tres días. Espero que vayas bien; yo, regular. He encontrado otra vez a mis amigos en el Partido Laborista y se han portado muy bien conmigo. Gracias a ellos tengo la posibilidad de un piso y de trabajo. Además, me he metido otra vez en la política. Desgraciadamente, para conseguir un piso tengo que quedarme en un hostal para homeless (los ‘sin hogar’). No es imprescindible que me quede allí, pero facilita la cosa.
Hugo, esto es la miseria: vagabundos, alcohólicos, drogadictos. Es la pobreza. Me desperté un día y recé por estos tíos. Cuando veo a gente viviendo como vive tu familia, Hugo, me enfado. No es justo que haya gente viviendo como reyes y mucha más viviendo como la mierda. Ya lo sé, no es tu culpa ni de tu familia, sólo digo que debemos hacer algo por los pobres y la clase tuya para conservar sus privilegios impide que hagamos algo. Vale, amigo, basta de política. Ya verás que estoy metido otra vez…
Te dije en otra carta que esos hijos de la gran puta iban a intentar joderte, ¿no? Les hace falta una hostia, una buena paliza. Lo siento con las clases de la familia Lobarto, pero al menos te quedan las de Fernando y las del Señor G.
Yo sigo solicitando trabajo y pienso que lo voy a conseguir. Ahora, para sacar unas pelas, trabajo en una cocina lavando platos. No saco mucha pasta, pero como el mismo tiempo cobro subsidio de paro, no ando tan mal. Además, he puesto fin a estas parrandas. Cuando vi a Danny salimos tres días consecutivos. ¡Joder, tío, qué borracheras! En tres días gastamos casi 13.000 pesetas en los bares, dimos una paliza gorda a los abstemios, esa gente que sigue pudriendo la sociedad.
Desde entonces no he salido. He ahorrado dinero. Sólo salgo los domingos. Hoy es sábado, igual voy a salir. Voy a tomar anfetas (¡ojalá!) y a volar con la ayuda de unos seis litros de cerveza.
Da mis recuerdos a todos, más que a nadie a Pepé. Dile que me perdone por la deuda. Le voy a escribir y cuando tenga la pasta se la mandaré. Dile que he estado muy ocupado últimamente. Nunca me voy a olvidar de él, se portó muy bien conmigo, le quiero mucho. Volveré a Madrid algún día, a veros a todos. Pero sobre todo a ti, Hugo.
Ahora me voy a matricular en un colegio, voy a estudiar portugués y a repasar español y francés. Me cobran 200 pesetas al año porque estoy parado. Estudio por las tardes, lo juro.
“Bombachitas”, no voy a caer en los mismo errores que antes. Si consigo un buen trabajo y ahorro pasta para pagar el billete Buenos Aires-Londres, puedo ir a tu país cuando estés allí. Es algo para el futuro. Un sueño. Y a mí me gusta soñar.
Da mis recuerdos a los melones de Josefina; dile que me mande tres toneladas de leche, que tengo sed. No, en serio, dale mis saludos, dile que le escribiré pronto. Te doy un abrazo muy fuerte y espero tu carta

Alan

Lolei. Memorias de lo inconfesable (12)


CAPITULO
12

Volví a la hora de la cena, con una botella de vino y empanadas. Lolei estaba despierto, acostado en el sofá, leyendo. Había una pila de libros, fotos y cartas tiradas en el suelo, signo evidente de que había estado trabajando. Cuando me vio entrar con la comida se le iluminaron los ojos y la boca no le cabía en la cara.
-¡Te acordaste de la comida!-, dijo efusivamente, con voz lastimera.
-¿Cuándo me olvidé de traerte la cena, pedazo de cabrón?-, contesté con gesto serio.
Sabedor de que mis respuestas eran en tono de broma, ya que todas las noches, invariablemente, me hacía el mismo comentario cada vez que le llevaba de comer, me dijo “no seas hijo de puta” y empezó a incorporarse de la cama. Una vez más intenté llevarlo a la mesa y una vez más se negó.
Ya no había forma de que comiera con un plato sobre la mesa. Siempre lo hacía sentado en el sofá, con una mano sosteniendo el recipiente y con la otra cargando la comida.
Recuerdo una tarde que, tras una reñida discusión, limpié de arriba abajo la casa –limpiar a la manera en que podía limpiarse semejante cúmulo de mugre-, lo obligué a sentarse en una silla, frente a una mesa, con copa y servilleta y todos los chiches, para que comiera como un hommo sapiens. Accedió sin oponerse, pero lo primero que hizo fue levantar un plato con una mano y cargar la comida con la otra.
“Total, la mesa para que apoyes está al pedo”.
Lo ayudé a sentarse en el camastro, puse las empanadas y el vino sobre la mesa y me acomodé en la silla frente a él, como siempre. Le alcancé una empanada, que devoró en el lapso que tardé en ir hasta el baño a enjuagar un par de copas. Me pidió la segunda y se la tragó antes de que terminara de servir el vino. Yo acometí con la primera, que terminé mientras él embuchaba la cuarta. Recién entonces elogió la comida y me preguntó de qué estaban hechas.
-De mierda-, le dije-. Mierda de mono tísico.
-No seas asqueroso que estoy comiendo-, se quejó.
Y mientras largaba una carcajada me estiró la mano para solicitar una quinta ración y el vaso con vino. Se lo alcancé y brindamos. Se lo tomó de un trago y pidió más. “Las empanadas son de carne cortada a cuchillo, y están ricas porque no las hice yo; las compré en la rotisería que está frente a terminal”, informé. Me miró con indiferencia, aprobó el comentario con un movimiento de cabeza y un mohín de complacencia. Reclamó la última.
Casi no hablamos de nada durante la cena porque, en realidad, eso no podía llamarse técnicamente cena sino depredación de alimentos. Verlo comer era una experiencia fascinante. Era como retroceder en el tiempo hasta la Edad Media, o a la era de las cavernas y observar el comportamiento de un espécimen extraño. Daba ternura y un poco de bronca vislumbrar hasta qué punto podía caer un hombre en estado de desesperación y abandono de sí mismo. Pero así estaban las cosas.
Cuando se dio por satisfecho, me pidió que lo llevara hasta el baño. Caminamos lentamente, él agarrando la silla, y lo ayudé a sentarse en el inodoro. Me fui a levantar los restos de comida que había esparcidos sobre la cama, sacudí las frazadas, acomodé las sábanas, aplasté las almohadas. Quedó presentable.
Volvimos del baño y lo ayudé a sacarse la ropa. Primeros las zapatillas, después el pantalón y el pullover. “La camisa y las medias me las dejo”, pidió.
Se acostó y lo tapé.
-Listo, viejo; ahora falta que cante una canción de cuna o te narre un cuentito.
-Quedate un rato más que no tengo sueño-, reclamó.
-No pensaba irme ahora, todavía queda vino y tenés que contarme esa historia tan graciosa de Marito que me va a hacer caer de culo de la risa. Ya me la estoy imaginando.
-No me acuerdo qué iba a contarte-, justificó. Voy a ser honesto: te mentí. Te lo dije con la excusa de que vinieras. Y me trajeras comida.
-Sos un viejo pelotudo y desconfiado. Ya sabés que igual vendría aunque no tengas nada para contar. Y que traería algo para morfar.
-No me digas pelotudo-, gimió.
-No te comportes como tal-, exigí. Prendí un cigarrillo y se lo alcancé-. Acomodate bien si vas a fumar, no quiero sacarte de acá hecho cenizas.
Encendí uno para mí. Le pregunté qué estaba leyendo cuando llegué con la comida.





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(XII)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4° (Barrio de Chambery)
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England

Manchester, Tuesday 30 Aug 1983

Querido amigo:
Recibí  tu carta hoy, hace media hora. Gracias por escribirme. Me alegra saber que tú también estás bien a pesar de la lluvia. Aquí hace un buen tiempo, no digo que haga mucho calor pero está agradable, adecuado para consumir litro tras litro de una buena cerveza inglesa.
Sigo empapelando y pintando. Es un rollo, pero tengo que pagar algo a mi madre, ¿verdad? Lo hago porque hace falta y porque me gustaría que mi madre tuviera una buena casa. Está jubilada y me pidió que empapelara, ¿qué otra cosa podría hacer? Si mi madre me pidiera que dejara de beber lo haría (un poco, al principio).
Esto me recuerda que mi hermana se compró un video (robado, por supuesto) y la semana pasada compramos la película “The life of Brian”. Sigue dándome mucha gracia la cita: “¿Madre, esto no quiere decir que te violarán, verdad?”, “Pues un poco, al principio”. ¿Te acuerdas Hugo? ¡Qué risa!
El fin de la semana pasada salí con mis amigos. Fuimos a una fiesta y, como siempre, cogí un gran pedo. Pero por primera vez no me propasé, hice un esfuerzo que ni veas. Me dije: “Alan, no vas a meter la pata”. Y no lo hice. Tendré más oportunidades, de eso estoy seguro.
Voy a estar una semana más aquí y luego iré a Londres a buscar trabajo. Aquí cobro el subsidio por paro, unas 24.000 pesetas al mes, no es mucho, pero me las apaño, dado que no doy nada a mi madre porque no lo acepta.
Mañana viene mi tía así que tengo que apresurarme para acabar lo de la casa. Se va a quedar unos días. Es muy maja. Mi madre está bien. Acaba de salir para cobrar su jubilación. Ayer era día de fiesta, ella salió; supongo que ¡se cogió un pedo, joder! Pienso que también odia a los abstemios, pero no tanto como nosotros.
Muy pronto mi hermana se va de vacaciones con amigos, a Bélgica. Van al “Beer festival”. En inglés llamamos estos festivales así y en los folletos de las agencias de viaje ponen el mismo nombre, me parece que porque nadie tiene los cojones para llamarlos como lo que realmente son: ‘BORRACHERAS’.  Si yo fuera, cogería una borrachera a tope. A lo mejor podría hacerme echar de Bélgica.
Pusiste en tu carta que no te iba a escribir. Siempre te voy a escribir, con tal que tú me escribas. Sabes que te quiero mucho. Mi problema es que me cuesta mostrar mi afecto. Es uno de mis muchos defectos. Aún hago esto con mi hermana Lynda, y la quiero muchísimo. Así que perdóname si en el pasado me he portado mal contigo, si he querido ir a mis anchas pasando de todo. Pero al mismo tiempo te quería y sigo queriéndote. ¿Me perdonarás, no? Tengo un gran afecto para ti y espero, caiga quien caiga, que no me olvides.
Da mis recuerdos a los amiguetes de la academia. Oímos decir en los noticiarios de aquí que Mme. Chardy tuvo un ataque de corazón. Alguien le robó  un par de bragas que había tendido en la terraza. Le habían costado 200 pesetas. La policía cogió al golfo. Mme. Chardy pidió al juez de instrucción que lo colgaran de los cojones hasta que le pagaran las 200 pesetas, más intereses. Cuando pienso en Mme. Chardy y su obsesión por la pasta me pongo enfadado. Nunca he conocido a una persona tan tacaña, y me cago en esa clase de gente. Si volviera a Madrid, no querría trabajar otra vez allí por dos razones: pienso que Mme. Chardy no tiene corazón (recuerda el rollo de los libros, sabía que estaba chungo de dinero y quiso descontarme 440 pesetas por un libro) Y la segunda es que no quisiera que se repitieran los problemas que tuve allí.
Por lo pronto, ya veremos lo que pasa. Estos próximos días serán decisivos. Y sabré si mi futuro mejorará o se hundirá. Espero que algo me salga.
Te voy a mandar dos fotos: una de mi madre, que se llama Eillen, y otra de mi hermana Lynda. Escríbeme pronto. Cuando recibas esta carta estaré en Londres. ¡Ojalá!

                                                                                                                                             Alan