miércoles, 28 de noviembre de 2018

Se lanza la preventa de "Donde el sol confluye con la mierda", de Paul Bravo


Mientras doblamos la última curva para meternos en la recta final del año, y con el entusiasmo de siempre, les contamos que ya se viene Donde el sol confluye con la mierda, la tercera publicación de Nido de Vacas Ediciones.




Escribe Iván Sineiro en la contratapa: “Donde el sol confluye con la mierda tiene la virtud de reunir crudeza y sensibilidad, lo efímero y lo eterno, lo verídico y lo absurdo; una forma que hace de este novel autor un marca inigualable”.

Con este libro, primera obra de Paul Bravo, inauguramos la colección de poesía “Espantapájaros” y vamos cerrando unos meses de trabajo intenso y gratificante, mientras seguimos preparándonos para lo que viene.

Por eso vamos anunciando que pondremos en marcha la preventa de este libro, con el beneficio de conseguirlo a un precio menor al que luego estará en las librerías. 


De este modo, cada ejemplar numerado tendrá un valor de $ 250 y pueden conseguirse contactándose a través del correo electrónico nidodevacas@gmail.com o a través de la cuenta de Facebook de Nido de Vacas.


EL AUTOR

Paul Bravo nació en la ciudad de Buenos Aires en 1975, pero se crió en los suburbios y volvió a la gran ciudad recién para estudiar en la universidad. Allí realizó trabajos de todo tipo para sobrevivir (fue mozo, ensobrador de medias, investigador privado, conductor de radio y manager de bandas de rock, entre otras) hasta que la escritura se convirtió en su principal fuente de sustento. En el año 2010 vivió una temporada en Porto Alegre, Brasil, donde se vinculó estrechamente con la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero. En 2011 participó de la defensa de comunidades aisladas de la Amazonia boliviana, con las cuales convivió durante un año, compartiendo su modo de vida y costumbres. Luego se dedicó a formarse en chamanismo y otras artes curativas. Donde el sol confluye con la mierda es su primer libro.



Gracias por difundir y compartir. Gracias por acompañar nuestro proyecto editorial.



domingo, 25 de noviembre de 2018

"Un alarido contra la sociedad, contra el sistema". Juan José Oppizzi opina sobre "El vértigo de la felicidad"


Compartimos con ustedes el elogioso comentario sobre "El vértigo de la felicidad" que nos envío el escritor Juan José Oppizzi, a quien agradecemos profundamente por sus palabras y por su amistad.



Sobre “El vértigo de la felicidad” de Amir Abdala

Una de las definiciones más acertadas sobre esta novela proviene de su mismo texto: “…el argumento poético hace (e hizo) hincapié en la metáfora…” 

Yo me animo a decir que también hace hincapié en la paradoja y en el oxímoron. De hecho, toda la novela es un gigantesco discurso fabricado mediante esas tres herramientas. Ellas sirven al objetivo central de la obra: un alarido contra la sociedad, contra el sistema. 

Con un variado y rico manejo del lenguaje, acumula imágenes que son propias del poema, no de la prosa. Tal característica no va en detrimento de su índole novelística, ya que consiste en una de las infinitas maneras de encarar el hilo de la narración. A cada paso brotan conclusiones que buscan definir, pese a que el personaje narrador reniega de las definiciones. El tono general es pesimista. 

El personaje femenino principal, Isabel, es tan contradictorio como el que sirve de transmisor de la historia, su amante-víctima. De pronto, uno y otra se ven radiantes y puros; de pronto, diabólicos y llenos de sombras. La estructura psicológica de ambos es básicamente autodestructiva. El marginarse de la sociedad no los lleva a construirse un ámbito propio y fuerte, sino a dejar pedazos de sus vidas en cada confrontación con el orden establecido.

En su juvenil libro “Uno y el universo”, Ernesto Sabato dedica un capítulo a analizar la obra de Jorge Luis Borges y a señalar la simpatía de este por los temas que tan caros les han sido a Dostoievsky y a Sartre, entre otros precursores y sostenedores del existencialismo (aunque Jorge Luis no los mencione): amantes que matan a su amor por amor, rebeldes que se someten por rebeldía a lo que combaten, dichosos que se buscan problemas por exceso de dicha. En esa línea se ubica, por ejemplo, el terrible episodio de “El vértigo de la felicidad” en el que un brutal muchacho provoca, a patadas, el aborto de su novia, amando al hijo que esta lleva en sus entrañas. La mención reiterada de Nietszche y, precisamente, también del existencialismo, denota las amplias lecturas de Amir Abdala; las necesarias –condición sine qua non– para poder dedicarse a escribir.

Una característica saliente de “El vértigo de la felicidad” es la falta de una acción, es decir de la descripción de hechos sucesivos. El desarrollo de la obra consiste en recuerdos reflexivos, imágenes analizadas y exposiciones del mutante pensamiento de quien narra. No hay una conceptuación clara. La prosa juega con la ambigüedad. 

Ese parentesco siempre afirmado con el poema trae como consecuencia ineludible que la obra finalice con uno, titulado “Abdique viejo rey”, en el que se adivina el propósito de sintetizar el credo filosófico del narrador –y del autor–. Quizá no había otra manera de cerrar una novela de raíz tan difícil de palpar como ésta.

Como reflexión última, se me ocurre imaginar cómo habrá sido el proceso creativo para el autor, cuántos dolores habrá debido resucitar, cuántos fantasmas habrá tenido que enfrentar, para ir plasmando un texto tan abundoso en carnes vivas, en heridas, en desdichas".

******

(*) Juan José Oppizzi nació en San Isidro (Buenos Aires) en 1957. Es escritor, investigador y conferencista. Ha publicado las novelas: "Caza", "Las cuatro paredes", "Pobladores del témpano", "La curva de la luz", "Los ecos del abismo" e "In extremis". También ha escrito los poemarios "Hasta que descubro el miedo" y "Un río de milenios"; el ensayo, "Aporte referido a la creencia"; el volumen de aforismos "Sedimentos"; el volumen de teatro "Tres piezas breves"; el libro de cuentos "El árbol y el caminante" y un libro de apuntes diversos "Lugares, hombres y personajes". También ha participado en diferentes antologías de poemas, cuentos y relatos.


lunes, 19 de noviembre de 2018

Amir Abdala: “La riqueza de la literatura está en vivirla”



Con su primera novela en la calle, “El vértigo de la felicidad”, el escritor fue entrevistado en la Radio Escuela ENSNA de Rojas por estudiantes de 6° año y reflexionó sobre la construcción de su flamante obra, sobre la escritura y su visión de la literatura.





Acompañado por el editor de Nido de Vacas, Federico Riveiro, que estuvo a cargo de la edición de su primera novela, Amir Abdala (Rojas, 1990) fue entrevistado en la Radio ENSNA(99.9 Mhz) por estudiantes de 6° año de la Escuela Nicolás Avellaneda de Rojas acerca de la aparición de su libro más reciente, “El vértigo de la felicidad”.

El joven escritor, autor de los poemarios “Hay un poema dormido, hay un poeta despierto” (Imaginante, 2015) y “Lo único que pasa es lo que no se recupera” (Imaginante, 2016), reflexionó acerca de la construcción de su obra, acerca de sus modos de escritura y su visión de la literatura.

“No creo necesario estudiar para escribir. En todo caso se estudia para obtener herramientas de escritura, pero no quiere decir que se pueda ser un buen escritor estudiando. Todo lo contrario: yo creo que lo indispensable es la lectura para sacar lo mejor de cada autor. Y desde ahí, escribir y escribir hasta dar con el estilo literario que le de fuerza a tu palabra. Escribir no es poca cosa”, consideró.

—¿Sólo te dedicás a la escritura o también trabajás?

—Las dos cosas. Es muy difícil vivir solamente de la escritura siendo tan joven. El mundo de las letras es muy exigente.

—Creés que si no estuvieras viviendo en Rojas, y sí en otro lado, ¿podrías vivir de la escritura?

—No. Eso es un mito de que todo pasa en otro lugar. La escritura pasa en donde uno está. Yo puedo estar viviendo en Rosario o Capital y no me sale una palabra; como también puedo estar viviendo en Rojas y escribo tres libros… Lo bueno es moverse, no quedarse estancado siempre en un solo lugar. Creo que fue Nietzsche quien dijo: “Toda convicción es una cárcel”. A veces, ese convencimiento no es muy bueno. Está bien dudar de lo que uno hace, está bien querer dejarlo, siempre y cuando sea fructífero para lo que viene, y para lo que se está trabajando. 

—¿Cuánto tiempo te llevó escribir “El vértigo de la felicidad”?

—Fue un trabajo intenso, de varios años, hasta que pude dar con el principio de la historia. Antes escribí otras historias que no quedaron truncadas, pero tampoco me convencían como me convenció ésta.

—¿Qué lugar específico tenés para escribir, o qué te inspira a hacerlo?

—Me gusta estar solo. Es más, cuando estás con un libro en la mano abordás el espíritu de otro autor, sus reflexiones, su forma de pensar. Aunque estés acompañado del libro sos vos, mano a mano con vos… Y con respecto a la escritura de mis textos, no creo que haya una sola forma de escribir que sea solamente en el papel. Hay otras formas: escuchando, mirando, viendo, prestando atención, buscando detalles, recuerdos; ahí también hay otra vuelta para la escritura que va a caer en el papel. No existe un solo lugar para escribir. Vuelvo a lo mismo: Rosario, Capital o el pueblo más chiquito del mundo están bien para escribir, siempre que uno esté seguro de lo que está haciendo.

—“El vértigo de la felicidad” es un título bastante profundo, ¿cómo lo empezaste, cómo es la historia?

—El personaje que narra la historia se va a vivir a la calle, después de que su pareja se suicida frente a él. Su decisión es determinante cuando le sucede algo dramático, trágico o absurdo, como lo es la muerte. A través de toda esa carga emocional -que parece no ser poca- él deja su mundo material y comienza a vagabundear. Empieza a narrar desde ese lugar que le toca ocupar. Traté de situarme en el lugar de él; es decir: cómo sería yo viviendo en la calle. Considero que la riqueza de la literatura es vivirla, por eso opté por pasar hambre, sin necesidad; de pasar frío, sin la necesidad que a otras personas condiciona la sociedad… El personaje puede ser cualquier persona que vive en la calle, o también uno mismo sintiéndose solo, desolado, angustiado. Tiene esa vuelta.

—Lo que escribís o escribiste, ¿está reflejado, relacionado con tu vida antes de comenzar con todo el proceso de escritura?

—Sí. Es algo que viene desde mi infancia. Yo me crié en Tucumán, en un barrio muy humilde, donde obviamente tenía amigos mucho más humilde que yo. Gente que pasaba hambre. Y ver eso, que era un contraste conmigo, porque yo sí podía comer, era muy duro; porque si él pasaba hambre, yo también pasaba hambre. Era ponerme en la piel del otro, de buscarle esa vuelta para sentirte acompañado y que el otro se sienta en compañía con vos. Tenemos valores que se nos meten de chicos. Uno no elige nacer donde nace, pero sí tiene que vivir donde le toca. Este libro tiene mucho de la existencia misma.




En tanto, Federico Riveiro contó cómo fue trabajar con Amir Abdala en la edición de este libro. “Venimos hablando de sus obras desde hace dos años. Estábamos trabajando en otra novela, pero él se fue a otra ciudad y cuando volvió me propuso este nuevo texto que me gustó mucho”.




¿Por qué elegiste editar la obra de Amir?

—Básicamente, porque escribe bien. Yo lo conocí a él a través de sus libros de poesía. Y luego lo conocí como persona. Tuvimos la oportunidad de cambiar visiones sobre la literatura y demás cuestiones. Eso te hace conocer no sólo al autor del libro, sino al hombre que escribió ese libro. Esa combinación te ayuda a ver cuál es su proyecto de escritura, además de lo que escribe. En el caso de la novela, me gustó el texto que me presentó y creí que valía la pena, como editorial que se inicia, hacer el esfuerzo de editarlo. Hoy por hoy es muy difícil que alguien te publique, más si es tu primera novela. Por eso aposté por su escritura.



Agradecemos profundamente a las autoridades de la Escuela Nicolás Avellaneda, a los responsables de la radio, a las estudiantes que participaron de la entrevista y especialmente a la profesora María Victoria Stodard por el espacio y la atención.



jueves, 1 de noviembre de 2018

Amir Abdala fue premiado en un concurso internacional de poesía



El escritor rojense, que acaba de publicar su primera novela de la mano de Nido de Vacas, recibió el reconocimiento por su poema “La retórica de un poema que hace aguas” en el 10° Concurso Internacional de Poesía “El Mundo lleva alas”, que organiza la editorial “Voces de Hoy”, con sede en Miami, Estados Unidos.







El escritor rojense Amir Abdala resultó galardonado en la décima edición del Concurso Internacional de Poesía “El Mundo lleva alas”, que organiza la editorial “Voces de Hoy”, con sede en Miami, Estados Unidos.

Abdala, que es autor de dos libros de poemas y que acaba de publicar su primera novela, “El vértigo de la felicidad”, de la mano de Nido de Vacas, compartió el tercer premio de la categoría “Poemas por la paz” con Domingo Hernández Varona (Cuba/Estados Unidos), con su obra “La retórica de un poema que hace aguas”. El ganador de este concurso anual fue la argentina Marisa Aragón Wilner, en tanto que el segundo lugar quedó en manos de la colombiana Rusvelt Nivia Castellanos.

En el fallo, dado a conocer el 29 de octubre pasado, los jurados consideraron que la pieza de Amir Abdala fue seleccionada “por la belleza del lenguaje manejado con pericia e imaginación, consiguiendo plasmar con poesía un mensaje por la paz”.

Gracias a este reconocimiento, el poema aparecerá publicado en la antología “El mundo lleva alas”, que se publicará el año próximo y en el cual se expondrán las obras reconocidas en las dos categorías del concurso, entre quienes figuran escritores de Cuba, Canadá, Estados Unidos, Venezuela, Uruguay, Guatemala, España, Colombia y Argentina.




Amir Abdala nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1990. Escritor autodidacta, es autor de los poemarios “Hay un poema dormido, hay un poeta despierto” (Imaginante, 2015) y de “Lo único que pasa es lo que no se recupera” (Imaginante, 2016). Cuenta en su haber con varias obras inéditas fueron premiadas en certámenes literarios nacionales e internacionales. Este año publicó su primera novela, “El vértigo de la felicidad”, que editó Nido de Vacas y que en los próximos días estará disponible en varios puntos de venta de Rojas y la región.


El poeta y narrador Amir Abdala, que acaba de publicar su primera novela en el
sello Nido de Vacas, fue premiado en el 10° Concurso Internacional de Poesía
"El mundo lleva Alas", por su obra "La retórica de un poema que hace aguas"

A continuación, compartimos la obra premiada:

La retórica de un poema que hace aguas


Ella esperó su paz,
La llegada de su paz.

Ella vivió como viven las mariposas;
Ella respiró como respiran los cuerpos que se aman;
Ella sonrió como sonreía ella.

“Así y todo (me dijo),
El mundo sobrevive
Y nadie se atreve a cuidarlo.
Fijate que el afán es desafiarlo,
Ahogarlo -y si se puede-, matarlo”.

Ella acarició mi mano
Y yo sentí cómo mis huesos se quebraban
Como vidrios partidos a pedradas.

Ella me miró apreciando
La respuesta que -ya- intuía:
“Sé que el silencio será otro tiempo”.

Ella masticó un te quiero
Besando la nada con sus palabras.
Ella silbó bajito las melodías de su tango preferido.

“Siempre fui pésima para la poesía”, me dijo.

Una humillante humildad. Una sola.

“Obvio que para escribirla, no para vivirla”.

Qué mujer, me dije.
Qué valor, me dije.
Qué…

Ella interrumpió mis pensamientos
Y dijo: “Qué alto vuela el pez
Cuando el pájaro se queda sin alas”.

“Pero queda su canto”, le dije tras una pausa.

“Sin vuelo no hay canto,
Sin llanto no hay ojos,
Sin besos no hay labios”, me respondió.

“A vos siempre te gusto el fuego”, le dije con timidez.

Un espacio se inundó de vacío.

“Y a vos quemarte”.

Ella parpadeó varias veces
Apagando sus encendidas lágrimas.

“Sabés bien que no existe trazo sin hoja”, me explicó con serenidad.

Ella comprendió el mandato:
“Mi abogada defensor es mi alma,
Mi estrofa es el destino,
Mis versos sos vos”.

No aguanté.
Juro por Dios que no aguanté.

Ella se dio cuenta
Y redobló su apuesta:
“¿Te acordás cuando me enseñaste
Que la abeja es un bichito sagrado para el Corán?”

Las flores, el polen, la miel…

“¿Te acordás que me dijiste que todo,
Pero todo lo que pasa por el estómago
De una abeja es sagrado?”

Me quedé callado. Continuó:
“Ese día me di cuenta que te amaría más
Que a las ideas trasgresoras de un loco por vivir”.

Ella jugó con las sábanas.

“La paciencia es madre sabia de todas las ciencias”, me aclaró.

Ella dobló la punta de una de las sábanas blancas
Que la tapaban de un frío inexistente.

Sus dedos parecían los finos hilos
Que humanizan a los títeres.

Me dijo: “Muchas veces, en mis horas de nostalgia,
Pensé en las catástrofes del triunfo”.

Y suspiraba, y seguía: “El poder es egocéntrico:
Yo nunca quise triunfar;
Yo nunca quise más de lo que tuve”.

La ambición destruye un hermoso ideal.

“Lo subjetivo persiste
Sólo porque nacemos puros.
Imaginate (me dijo)
La voz de Hitler diciendo te amo”.

¡Qué distinto obraría el mundo!

Ella contempló las flores apagadas
De un desvencijado florero azul.

“Es una penitencia; la vida
Es una penitencia encantadora”.

Asentir es la excusa de un modo perfecto
Y criterioso de coronar un adiós.

“Me acuerdo de vos cuando tenías los rulos largos.
Me acuerdo cuando me contaste, lleno de dolor,
Que vos también eras un desaparecido”.

Yo puedo creer cualquier absurdo,
Menos el que veo.

“¡Qué cosa tan aburrida
Saber que las palabras tienen un orden!”, me dijo con dulce histeria.

Ella improvisó un dramático saludo;
Ella expulsó una caótica reflexión:
“Aprendí que la sombra humana
Es el refugio de los agradecidos”.

Me lleva la noche
A suplicar lo irremediable.
Cuento las estrellas
Y siempre falta una.

Ella se acodó en la baranda de la cama
Y me preguntó si estaba linda.

Nunca dejaba de estar linda.

Ella se tocó la cabeza
Buscando su caído pelo lacio.

La costumbre de...

“Prestá atención (me dijo),
Porque si me voy,
No vuelvo”.

Una excéntrica palidez arrolló la tarde.
Se escuchó a lo lejos
Una sirena de ambulancia que se acercaba.

“Tratá de irte ahora (me dijo),
La miseria no perdona,
Y Dios tampoco
Si evitás tu camino”.

Huir no es vivir,
Es hundirse en otra tierra.
¡Cuántas exigencias por ser portadores de almas!

Ella amenizó sus pulsaciones.
Ella serenó su ritmo cardíaco.
Ella se iba en ella.

“Por sabio gana el prudente”, me dijo en secreto.

El tiempo es otra herida.
El tiempo es otra cosa.

“Escribime, aunque no pueda responderte”, agregó incentivándome.

No pude contener mis lágrimas:
Una existencia me dejaba solo;
Una caricia se disfrazaba de precipicio;
Un gemido, casi imperceptible,
Me hizo correr apresuradamente.

La uva como último dulce,
El vino como último manjar,
La música como última fortuna:
Profetas son los que se despiden de esa manera.

Ella me acompaña.
Tantos años después
Y tantos miedos pasados,
Me definen dentro de una nueva inquietud:

¿Qué es la guerra,
Sino el rato libre del llanto?

Amir Abdala