lunes, 19 de noviembre de 2018

Amir Abdala: “La riqueza de la literatura está en vivirla”



Con su primera novela en la calle, “El vértigo de la felicidad”, el escritor fue entrevistado en la Radio Escuela ENSNA de Rojas por estudiantes de 6° año y reflexionó sobre la construcción de su flamante obra, sobre la escritura y su visión de la literatura.





Acompañado por el editor de Nido de Vacas, Federico Riveiro, que estuvo a cargo de la edición de su primera novela, Amir Abdala (Rojas, 1990) fue entrevistado en la Radio ENSNA(99.9 Mhz) por estudiantes de 6° año de la Escuela Nicolás Avellaneda de Rojas acerca de la aparición de su libro más reciente, “El vértigo de la felicidad”.

El joven escritor, autor de los poemarios “Hay un poema dormido, hay un poeta despierto” (Imaginante, 2015) y “Lo único que pasa es lo que no se recupera” (Imaginante, 2016), reflexionó acerca de la construcción de su obra, acerca de sus modos de escritura y su visión de la literatura.

“No creo necesario estudiar para escribir. En todo caso se estudia para obtener herramientas de escritura, pero no quiere decir que se pueda ser un buen escritor estudiando. Todo lo contrario: yo creo que lo indispensable es la lectura para sacar lo mejor de cada autor. Y desde ahí, escribir y escribir hasta dar con el estilo literario que le de fuerza a tu palabra. Escribir no es poca cosa”, consideró.

—¿Sólo te dedicás a la escritura o también trabajás?

—Las dos cosas. Es muy difícil vivir solamente de la escritura siendo tan joven. El mundo de las letras es muy exigente.

—Creés que si no estuvieras viviendo en Rojas, y sí en otro lado, ¿podrías vivir de la escritura?

—No. Eso es un mito de que todo pasa en otro lugar. La escritura pasa en donde uno está. Yo puedo estar viviendo en Rosario o Capital y no me sale una palabra; como también puedo estar viviendo en Rojas y escribo tres libros… Lo bueno es moverse, no quedarse estancado siempre en un solo lugar. Creo que fue Nietzsche quien dijo: “Toda convicción es una cárcel”. A veces, ese convencimiento no es muy bueno. Está bien dudar de lo que uno hace, está bien querer dejarlo, siempre y cuando sea fructífero para lo que viene, y para lo que se está trabajando. 

—¿Cuánto tiempo te llevó escribir “El vértigo de la felicidad”?

—Fue un trabajo intenso, de varios años, hasta que pude dar con el principio de la historia. Antes escribí otras historias que no quedaron truncadas, pero tampoco me convencían como me convenció ésta.

—¿Qué lugar específico tenés para escribir, o qué te inspira a hacerlo?

—Me gusta estar solo. Es más, cuando estás con un libro en la mano abordás el espíritu de otro autor, sus reflexiones, su forma de pensar. Aunque estés acompañado del libro sos vos, mano a mano con vos… Y con respecto a la escritura de mis textos, no creo que haya una sola forma de escribir que sea solamente en el papel. Hay otras formas: escuchando, mirando, viendo, prestando atención, buscando detalles, recuerdos; ahí también hay otra vuelta para la escritura que va a caer en el papel. No existe un solo lugar para escribir. Vuelvo a lo mismo: Rosario, Capital o el pueblo más chiquito del mundo están bien para escribir, siempre que uno esté seguro de lo que está haciendo.

—“El vértigo de la felicidad” es un título bastante profundo, ¿cómo lo empezaste, cómo es la historia?

—El personaje que narra la historia se va a vivir a la calle, después de que su pareja se suicida frente a él. Su decisión es determinante cuando le sucede algo dramático, trágico o absurdo, como lo es la muerte. A través de toda esa carga emocional -que parece no ser poca- él deja su mundo material y comienza a vagabundear. Empieza a narrar desde ese lugar que le toca ocupar. Traté de situarme en el lugar de él; es decir: cómo sería yo viviendo en la calle. Considero que la riqueza de la literatura es vivirla, por eso opté por pasar hambre, sin necesidad; de pasar frío, sin la necesidad que a otras personas condiciona la sociedad… El personaje puede ser cualquier persona que vive en la calle, o también uno mismo sintiéndose solo, desolado, angustiado. Tiene esa vuelta.

—Lo que escribís o escribiste, ¿está reflejado, relacionado con tu vida antes de comenzar con todo el proceso de escritura?

—Sí. Es algo que viene desde mi infancia. Yo me crié en Tucumán, en un barrio muy humilde, donde obviamente tenía amigos mucho más humilde que yo. Gente que pasaba hambre. Y ver eso, que era un contraste conmigo, porque yo sí podía comer, era muy duro; porque si él pasaba hambre, yo también pasaba hambre. Era ponerme en la piel del otro, de buscarle esa vuelta para sentirte acompañado y que el otro se sienta en compañía con vos. Tenemos valores que se nos meten de chicos. Uno no elige nacer donde nace, pero sí tiene que vivir donde le toca. Este libro tiene mucho de la existencia misma.




En tanto, Federico Riveiro contó cómo fue trabajar con Amir Abdala en la edición de este libro. “Venimos hablando de sus obras desde hace dos años. Estábamos trabajando en otra novela, pero él se fue a otra ciudad y cuando volvió me propuso este nuevo texto que me gustó mucho”.




¿Por qué elegiste editar la obra de Amir?

—Básicamente, porque escribe bien. Yo lo conocí a él a través de sus libros de poesía. Y luego lo conocí como persona. Tuvimos la oportunidad de cambiar visiones sobre la literatura y demás cuestiones. Eso te hace conocer no sólo al autor del libro, sino al hombre que escribió ese libro. Esa combinación te ayuda a ver cuál es su proyecto de escritura, además de lo que escribe. En el caso de la novela, me gustó el texto que me presentó y creí que valía la pena, como editorial que se inicia, hacer el esfuerzo de editarlo. Hoy por hoy es muy difícil que alguien te publique, más si es tu primera novela. Por eso aposté por su escritura.



Agradecemos profundamente a las autoridades de la Escuela Nicolás Avellaneda, a los responsables de la radio, a las estudiantes que participaron de la entrevista y especialmente a la profesora María Victoria Stodard por el espacio y la atención.



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