domingo, 2 de octubre de 2016

Lolei. Memorias de lo inconfesable (43)

Capítulo 42




CAPITULO
43

Poco más de un mes después a la detención llegó la internación. Según él mismo lo contó al ingresar al hospital, se hallaba en un estado de excitación inusual, incrementado por los recuerdos de ese terrible y cercano episodio. Y que estaba atravesando una crisis de alcoholismo como nunca antes. “Chupaba como un cosaco”, recordó el viejo.
Tras la liberación de la comisaría se demoró algunos días en regresar al trabajo y permaneció en la casa de su tía, donde lo acompañó su madre en todo momento. Con su padre, que estaba en Mar del Plata, sólo habló por teléfono una vez. Allí le dijo que “había movido unos hilos” para conocer sobre su paradero y facilitar su liberación.
Lolei sospechó que de esa forma quería atribuirse, con esas gestiones, el hecho de haberle salvado la vida.
A Lola no volvió a verla sino hasta después de su salida del Melchor Romero, y le contó al detalle todo el calvario soportado en los últimos meses. Ella se mostró atenta y gentil, escuchó la historia, pero no se dejó conmover hasta el punto de sentir compasión. A unos pocos de sus compañeros de trabajo les narró su odisea, también luego de la internación.
Como si hubiese despertado en su interior un “volver a nacer”, Lolei previó la posibilidad de perseguir nuevas experiencias para recomponer su alma dormida y beoda. Sus inclinaciones artísticas, sus ímpetus literarios, el denodado esfuerzo volcado años antes por rastrear la historia familiar, de repente habían desaparecido, o habían sido vencidos por la potencia de la apatía y el vicio. Todos sus alicientes pasados se habían esfumado. Vivía días de ostracismo espiritual.
Durante varios meses, sus días empezaban en el trabajo en el ministerio y terminaban en algún antro de mala muerte, entre ginebras, putas y pervertidos de toda laya. Rara vez se solazaba con el cuerpo de alguna mujer, y si lo hacía era porque su estado de ebriedad no superaba la barrera de lo escandaloso.
Cuando traspasaba sus propios límites, llegaba a protagonizar escenas indecentes y confusas, de esas que no eran consideradas convenientes para una persona de su estirpe. Bataholas similares armaba en su propio hogar cuando regresaba muy excedido de sustancias, de esas que provocaban los más variados rumores en el vecindario. De esa época dataría el episodio que alguna vez me contó Dora, según el cual Lolei corrió a su tía con un cuchillo con intenciones homicidas y la vecina debió refugiar a Julia en su propia casa hasta que la policía acudió a aplacar el entuerto.
Un mes después de salir del Melchor Romero, Lolei buscó dar un paso más en su carrera como Procurador. A casi dos años de obtener su título universitario, intentó reincorporarse a la facultad de Derecho.
El 8 de junio de ese año 77 escribió una carta al Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales para solicitar la readmisión como alumno regular y así poder rendir las materias de Economía Política y Derecho Financiero, únicas asignaturas adeudadas para obtener su diploma de Abogado.
“Razones de salud mantuvieron al suscripto alejado de esa Casa de Estudios y a los efectos que Ud. Estime corresponder adjunto el pertinente certificado médico”, explicó al Procurador en su breve misiva. El permiso le fue otorgado al cabo de un mes. Pero Lolei ni siquiera pisó la facultad.
A su padre volvió a verlo recién en las vacaciones de verano. Lolei, como cada año, viajaba a Mar del Plata para pasar las fiestas de fin de año con su familia. Viajó con Julia en el tren que salía desde Constitución.
Por aquellos años, Domingo Cavalcanti ya se había alejado de los primeros planos de la política local, aunque seguía siendo un referente para el partido, en días en que la actividad partidaria estaba fuertemente restringida por la persecución del régimen dictatorial. El plan de exterminio cívico-militar ya estaba en marcha y en plenitud, y Mar del Plata era un foco llameante.
Al ex concejal y diputado provincial lo había tocado desde cerca el accionar de la furia asesina del Estado, y Lolei se enteró de un episodio lamentable recién un año después de ocurrido. El padre se lo contó aquella navidad. No había querido divulgarlo antes “por miedo”. Y se decidió a confesárselo a su hijo conmovido por el mal trance vivido en febrero de ese año.
El hecho involucraba a quien era por entonces socio en la inmobiliaria que Cavalcanti compartía en la calle Rioja al 2000, don Federico Báez. La causa llegó a juicio recién treinta años más tarde, cuando ya ninguno de los miembros de la familia Cavalcanti estaba en este mundo.
Esto ocurrió en octubre de 2007, cuando en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata se dio inicio a una nueva audiencia del Juicio por la Verdad que impulsada por los Organismos de DDHH de la ciudad, desde el año 2000. En esa oportunidad brindó declaración testimonial Angel Roig, ex intendente de Mar del Plata, a quien el Juez Roberto Falcone le solicitó que relatara los hechos que él conocía acerca del asesinato de la familia Báez, ocurrida a principios de marzo de 1976.
Roig contó que conocía a Federico Báez (padre) por la militancia en la UCR desde hacía muchos años y que fue a través de Domingo Cavalcanti, también militante radical, que se enteró del secuestro Federico Báez, su esposa y su hija, ocurrido en el domicilio familiar. Cavalcanti le relató que en el procedimiento habían participado la Policía y el Ejército, y que además del secuestro se habían robado una suma de dinero de la inmobiliaria que compartía con Báez.
Dado que por publicaciones locales se enteraron que en la ruta 2, en las proximidades de Dolores, se habían encontrado 3 cadáveres cubiertos de cal, decidieron viajar hacia esa localidad para averiguar si este hecho podía relacionarse con el secuestro de los Baéz.
Roig viajó junto a Cavalcanti y dos personas más, y se dirigieron a la comisaría de Dolores. El comisario les relató que un policía había encontrado los cuerpos y les mostraron fotos. A pesar del estado de los mismos, los pudieron reconocer.
Roig también recordó que junto con Adalberto Castro, previamente a la aparición de los cadáveres, se entrevistaron con el coronel Barda en el GADA 601, quien les dijo que seguramente los Báez iban a aparecer.
Con relación a Federico Báez (h), Roig recordó que éste llamó a su domicilio para averiguar si era cierto que su familia había sido asesinada. En esta oportunidad fue atendido por su esposa ya que él se encontraba viajando a Dolores por el tema de la aparición de los cadáveres en esa localidad. Federico volvió a llamar posteriormente y Roig le pudo confirmar lo ocurrido.
Su última comunicación con Federico fue a través de una nota que éste envió por correo y en la que le agradecía las gestiones realizadas por su familia. Además le aclaraba que él no había tenido que ver con el asesinato del Coronel Reyes y que esperaba volver a encontrarlo en una militancia democrática.
Roig recordó que Federico (h), luego de una breve militancia radical, había comenzado a hacerlo en la JP.
Más tarde se enteró, de forma indirecta, que posteriormente al secuestro de su familia, Federico Báez (h) también fue asesinado.
Todos los detalles de este episodio no me fueron brindados por Lolei. (*)
Sobre el hecho en particular, sólo refirió que lo narrado por su padre aquella navidad fue detonante para comenzar a analizar un viraje en su vida.
De pronto el temor por su presente, acrecentado por el secuestro y la sesión de torturas a que había sido sometido, se extendió hacia su familia. Se asustó. Se asustó por él mismo y por los otros. Curiosamente, sintió miedo por lo que podía sucederle a su entorno.
-La cosa estaba complicada, no era broma, estaba jodida en serio. Sentí, después de mucho tiempo, que necesitaba estar cerca de ellos. Incluso pensé en regresar a Mar del Plata. Pero tampoco era un lugar seguro. Había, sin embargo, una luz de esperanza, una contingencia concreta que podría aprovechar para estar en las dos ciudades. Al menos por unos meses, trasladarme cerca de mis padres y conservar mi puesto de trabajo en ministerio. En junio del 78 se jugaba el Mundial de Fútbol, y Mar del Plata era una de las sedes. Había muchos trabajos temporarios. Debía conseguir la forma de obtener uno…


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(XLIII)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Jujuy 1261
7600 Mar del Plata
Argentina

De: Alan Rogerson
31 Ruedes
Chênes-Liège
Bordeuax
France

1 Feuvrier 1987
Querido amigo Bombachitas:
También podría llamarte Hugo ‘Chupasostenes’ Cavalcanti Palacios, y varios otros motes que ahora no se me vienen a la cabeza.
Gracias por tu carta, que recibí hace una semana. Siempre me alegra tener noticias tuyas, aunque las últimas me sorprendieran un poco. Nunca me contaste lo que habías hecho en la playa.
Como verás, ya no vivo en el otro sitio, que era un bar adonde aún voy seguido. Ahora vivo con mi novia Anne, una chica muy simpática a la que quiero muchísimo. Estamos juntos hace unos cuatro meses y tal vez un día tengamos un crío. No sabemos, pero me encantaría tener un hijo con ella. Es mi intención permanecer a su lado.
Cuando quieres de verdad a alguien siempre hay peleas y las nuestras a veces son muy violentas, como las que teníamos nosotros en Madrid. Recuerda si no cuando te denuncié a la poli. Se lo conté a mi novia y me pidió que te dijera que merecí ese manotazo que me diste, ya que con actitudes como esa incito a la gente a darme una hostia.
Escribirte una carta divertida me resulta difícil. Es que ya no bebo tanto como antes y me contento con estar junto a Anne. A propósito, la otra Anne, Anne Bennet, tuvo un problema: no quiso dejar sus tetas al gobierno inglés para el puente sobre el Canal de la Mancha, así que el gobierno se las privatizó.
Mi madre tiene muy buena impresión de ti. Me dice “este tío debe ser un profe terrible, ya que no paro de bostezar cuando escribe sus chorradas, mentiras y exageraciones”.
Te regalo una canción. La escribí medio pedo. Se llama
‘Canción de Hugo’
Letras y música: Alan Rogerson

Hugo Cavalcanti                     Siempre bebiendo
Hugo Cavalcanti                     Se coge muchos pedos
Hugo Cavalcanti                     Se caga en el suelo
Hugo Cavalcanti                     ¡= Borracho!

Se mea en su cama                Hugo Cavalcanti
Se caga en su bombacha         Hugo Cavalcanti
Se come muchos mocos          Hugo Cavalcanti
Se chupa los cojones               Hugo Cavalcanti

Hugo Cavalcanti                     Llegaba borracho
Botella en el culo                    Hugo Cavalcanti
Enculó a la jefa                       Hugo Cavalcanti
¡Qué buena borrachera!          Hugo Cavalcanti

Madame Chardy         y          Hugo Cavalcanti
Su polla y su culo                    Hugo Cavalcanti
Su botella y sus tetas              Hugo Cavalcanti
Su pedo y su coño                  Hugo Cavalcanti

Bueno, basta de groserías, espero que me perdones. Tal vez nos veamos en Madrid en septiembre. Voy con mi novia Anne; le gustaría conocerte. Te mando la foto que ella me sacó en la Navidad, en Inglaterra. Ambos estábamos borrachos. Te mando un abrazo fuerte

Alan

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