CAPITULO
21
Hacia
mediados de ese año Lolei puso fecha para su compromiso con Lola Monteagudo
Tejedor. La boda se celebraría a principios del 63.
Se
habían conocido en una de las reuniones de la Unión Universitaria a la que ella
concurrió acompañando a su hermano Luis. Y aunque apenas se dirigieron la
palabra en ese primer encuentro, el viejo confesó haber quedado enamorado a
primera vista, como nunca antes le había ocurrido.
Lola
estudiaba para Bioquímica y era un año menor que Lolei. Tenía una estatura
menuda, mirada radiante, una sonrisa laqueada que no mostraba con exagerada
continuidad y notable inteligencia. Comulgaba con los ideales radicales,
similares a Lolei, a tal punto que ambos se alejaron de la militancia casi al
mismo tiempo.
En
sus escasas concurrencias militantes lograron, sin embargo, zanjar una relación
cordial que con el correr de los días se fue perpetuando en salidas amistosas,
hasta transformarse en un noviazgo con todas las letras. Es decir, a usanza de
las familias tradicionales y bien establecidas.
Hacía
al menos tres años que Lolei no formalizaba ningún vínculo amatorio. La última
había sido una tal Estela, de La Plata, sobre la que no brindó detalles. Luego
tuvo algunas aproximaciones que también se abstuvo de recordar. No quise forzar
a su memoria y juzgué preferible tomar austeras notas mentales de esos
acontecimientos.
Acerca
de Lola tampoco se esforzó por relatar pormenores de su intimidad. Amén de
asegurar que fue el amor de su vida y que se casaron verdaderamente convencidos
y enamorados, el par de años que duró el idilio prenupcial, al joven Lolei le
resultó propicio para abocarse con mayor pasión al estudio y a la escritura.
La
presencia de Lola –“la cercanía de Lolita”, al decir del viejo- fue un
componente significativo y necesario para cimentar en su vida instantes de paz
y creatividad como nunca antes había experimentado.
Por
aquellos días germinaba en su interior la concepción de su primer libro, que
reuniría breves opúsculos, traducciones de poetas poco conocidos de lengua
inglesa, poemas propios, citas e ilustraciones.
Se
trataba, reconoció, de un popurrí de manifestaciones similares a lo ideado en
sus años de estudiante secundario en el Colegio Nacional, pero reunidos en un
solo volumen, y con firma y sello personales. Aseguró que el título del volumen
estaba resuelto, aunque no era de su total agrado. Se llamaría Divagaciones
Palaciegas. Y, probablemente, estaría firmado bajo el seudónimo de Isidoro
Palacios. De allí el juego de palabras que derivaba en el nombre de la obra.
Un
sustancioso y camaleónico bosquejo de libro durmió durante años dentro de una
carpeta que lo acompañó a cada sitio donde vivió. Lo poco que aún queda de ello
es tan extraño como desopilante.
Luego,
influido por su unión con Lola, descendiente de personajes destacados del
pasado político y militar del país, se fue entusiasmando con el estudio de la
historia argentina, e incursionó con esmero en la genealogía y hasta en la
heráldica. Producto de esa exploración quedaron algunos resultados, plasmados
en artículos periodísticos publicados en diarios, ensayos biográficos y un
extenso proyecto que acompañó al boceto literario durante varias mudanzas.
Lo
que no podía obviar, más no sea para rastrear sus propios orígenes linajudos
que lo emparentaran con ciertos personajes destacados de la historia, y de esa
forma ponerse a la altura de su nueva familia, fue la representación del escudo
de armas que mostraran los umbrales de su propio apellido. Así vinimos a
enterarnos que mi amigo Lolei era un lejano descendiente de Guido Cavalcanti,
poeta caro a Dante Alighieri, además de contar entre sus parientes remotos a
numerosos duques, marqueses y patricios napolitanos.
Según
se atestigua en el título nobiliario expedido por el Instituto Aráldico Coccia,
de Firenze, Italia, asociado al Instituto Internacional de Genealogía y
Herálidica, su apellido se remonta a una “casata di antica Nobiltá,
originaria di Firenze, nota sin dal secolo XI, ove tenne il governo della
repubblica nel 1176. Nelle fazioni con i ghibellini, essendo i Cavalcanti di
parte guelfa, furono posti al bando della repubblica molti componente di questa
stirpe, fra i quali Guido Cavalcanti, poeta caro all Alighieri. Nel secolo XIV
la Casota si diramó in Calabria in persona di Filippo Cavalcanti, divenuto
giustiziere di Valdi Crati e Terra Giordana. In seguito si trasferi, con una
línea, a Napoli; godette di Nobiltá a Cosenza, Gaete e Napoli nel Seggio
Capuano ed i suoi membri furono ricevuti nel Sourano Militare Ordine di Malta
fino dal 1595. Ebbero la signoria di veintiquattro baronie, fra le quali quelle
di Cerenzia, Pietramala, Sierra di Leo e Verbicaro, di tres marchesati e
quattro ducati. Questa stirpe risulta ascritta nell’ Elenco Ufficiale Nobiliare
Italiano con i titoli di Duca, Marchese e Patrizio Napolitano”.
El
estudio de la historia nacional, en varias de sus corrientes y realizado de
forma inconsistente, ecléctica y superficial, lo ayudó notablemente a
comprender no sólo el pasado sino el presente de su país y el de su entorno
familiar, viciado de ideales que fue desechando con el correr de los años y
reemplazándolo por una visión que alteraría de manera inesperada su futuro.
El
arrebato histórico lo condujo a ahondar nuevas disciplinas como la sociología,
que en sus numerosas variantes le permitieron una nueva luz de análisis a
problemáticas que, aunque consideraba inherentes a su propia historia, fueron
mutando el foco de atención hacia la comprensión de nuevas alternativas del
comportamiento social.
De
esa forma, la cuestión de las clases sociales en la Argentina de su época se
transformó casi en una obsesión para Lolei. Sobre este tema también quedaron
tibias manifestaciones escritas y antológicas contiendas en secciones de
correos de lectores de los diarios de la ciudad.
Años
más tarde el viejo recordaría esos días como “felices, productivos y plenos de
un mediopelismo rayano con la insolencia”.
-Felices
en mi matrimonio con Lola, productivos en la faceta artística y en un pleno
conjuro de aburguesamiento creciente como consecuencia de las primeras-,
resumió sin que yo llegara a comprender fehacientemente la magnitud de su
definición.
Sea
como fuere, la unión con Lola Monteagudo Tejedor lo hizo ascender un par de
escalones sociales pero descender otros tantos en lo que él daba por llamar la
“faceta artística”. A esa altura, su concepción del artista se acercaba más a
una pretensión vecina a la excentricidad y el ocio que a la mera creación.
Publicar
un libro, ver su nombre en los suplementos de los diarios, codearse con la crème
de la crème del ambiente artístico local, se asomaba en su horizonte como
estampa del buen burgués más interesado en las apariencias que en el arte.
Y
esa clase de tipos son más dados a la holganza que al trabajo. Porque la pose
de intelectual paga bien en determinado círculos. Y para ser intelectual y
pertenecer a determinados círculos se necesita tiempo. Y dinero. Y para
disponer de tiempo, el trabajo es un enemigo. Y el señor se había vuelto, de
repente, algo reacio al trabajo al mismo tiempo que bastante amigo del
entretenimiento. Tal vez haya sido una conclusión equivocada, pero cuando se la
comenté al viejo, sólo me miró con los ojos caídos y tardó demasiado en
responderme.
-¿Insinuás
que soy un tilingo interesado sólo en las apariencias?-, preguntó al borde de
la ofensa y del puchero.
-No,
mi querido amigo. Sólo intuyo que, en algún momento de tu vida, desviaste el
camino. Si tu intención era ser escritor- o por lo menos escribir, hay
diferencias…-, ese destino viró cuando conociste a tu Lola. Y de escribir
cuentos pasaste a la historia, preferentemente la familiar; de la poesía
pasaste a la genealogía; de la novela, a la heráldica. Hay diferencias… El
interés por el abolengo derrotó al germen de artista. Y te transformaste en un
investigador aficionado de causas personales destinado a un público muy
cerrado, sólo para cierta clase: la que te pertenecía. Mejor dicho: a la que te
gustaba pertenecer. Tal vez tu encuentro con Lola te hizo descubrir tu
verdadera vocación…
Me
frené de sopetón, intuyendo que la frase siguiente no le gustaría. Como él no
atinó a responder, sólo a quedarse mudo y reflexivo, elegí el camino más
sencillo, el que nunca fallaba: anunciar mi partida de la casa. “Será hasta
mañana”.
No
recuerdo que hayamos abordado el tema alguna otra vez.
Lo
que estuve a punto de decirle y callé fue que su verdadera vocación era seguir
siendo un vago mantenido, con ínfulas de erudito y lameculos de la gente
“bián”.
Era
sólo una suposición, un prejuicio. Por una vez, mi silencio nos privó de una
pelea que hubiese sido hermosa…
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(XXI)
Para: Hugo Cavalcanti
Palacios
Academia
de Idiomas Gref
Calle
Santa Engracia 62 4°
Madrid
– España
De: Alan Rogerson
I Bradgate Street
Ashton –II-Lyne
Tameside
- Manchester
24
January 1984
Querido
amigo:
Hace
mucho tiempo que no recibo cartas tuyas, así que me he decidido a escribirte.
Espero que no estés enfermo o te haya pasado nada. A lo mejor no recibiste mi carta en la cual
te mandé la foto. No hay problemas, lo importante para mí es saber que estás
bien y, claro, que estés feliz. No recibo una carta desde antes de las fiestas
de Navidad, así que no sé si la pasaste bien o mal.
Aquí,
sin novedades. Salvo que la semana pasada hice unas chapuzas, “to do a bit on
the side”, como decimos aquí. Tal vez no lo sepas, ha hecho un tiempo de
mierda, hay nieve por todos lados. Escocia está cerrada, todas las carreteras
están cubiertas de nieve. No se puede ir a Escocia. Más de cien personas se han
muerto, y habrá más. Anoche diez personas se murieron y esta mañana rescataron
a cien alpinistas. Es la puta hostia.
El
viento dejó destrozados muchos tejados. La semana pasada un amigo y yo fuimos a
arreglarlos. Gané unas 10.000 pesetas pero claro, tenía algunas deudas y las
tuve que pagar. Sigo cambiando dinero a pesetas: hasta ahora tengo 4.000
pesetas y 150 francos. Espero estar en Madrid en septiembre. Danny se enteró de
mis planes y me dijo que no me fuera. Pero ya lo decidí. Igual, es un dilema
gordo para mí.
También
tengo la posibilidad de trabajar como cartero. Fui a un mitin del Partido
Laborista y me nombraron secretario de nuestra sección. Después del mitin un
tío se me acercó y me preguntó si me gustaría trabajar como cartero. ‘Claro’,
respondí, ‘veremos qué puedo hacer’, dijo él. Es concejal y delegado sindical y
tiene influencias, o sea, enchufes. Pero no me hago ilusiones, entre lo
prometido y lo conseguido hay grandes diferencias.
El
día 13 de febrero es mi cumpleaños, cumpliré 25. Danny vendrá a pasar unos
días. Quiere que vuelva con él; hablaremos del asunto más adelante, lo
importante será la borrachera. Amigo, sigo pensando en ti, cuídate y escríbeme
pronto.
Alan
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