sábado, 5 de diciembre de 2015

Lolei. Memorias de lo inconfesable (16)


CAPITULO
16

-Cuando Marito Browne conoció mi casa de La Plata cuando La Plata ya no se llamaba Ciudad Eva Perón desde hacía unos cuantos años y, claro está, el peronismo ya era un movimiento derrocado y proscripto. Por aquellos años yo trataba de seguir adelante con el estudio, aunque debo reconocer que muy bien no me iba. O al menos no lo bien que yo quería.
Pasaron varios días de aquellas interminables jornadas de charlas que se iniciaban con la cena y culminaban a cualquier hora de la madrugada. El viejo iba desempolvando carpetas y baúles repletos de recuerdos y me exhibía su pasado con el interés de quien tiene delante a un biógrafo, no a un amigo.
Cuando se lanzaba a contar cualquier episodio de su vida, a menudo se tornaba tan puntilloso que daba la sensación de tener todo guionado y estudiado de memoria. A excepción de algunas anécdotas dispersas, o cuando hablábamos de algún libro en particular, o de la comida del día siguiente, casi no se hablaba de otro tema que el elegido por él.
Tal vez por esa razón debió comportarse tan ansioso y descontento aquellos días en que no le di cabida a sus cuentos. Sea por cansancio, por desidia, por estar angustiado, no lo recuerdo, durante casi una semana no presté mayor atención a sus pedidos y me limité a cumplir con mis obligaciones cotidianas, sin regalarle más tiempo de lo necesario.
Seguramente fue un viernes –el día que terminaba mi semana y podía darme el ínfimo lujo de trasnochar y beber una justa dosis de alcohol- cuando recuperamos esa amable costumbre y el viejo volvió a sentirse a sus anchas con sus crónicas.
-Había arrancado bastante bien, ilusionado y con expectativas en la carrera y en la nueva vida de estudiante. Cursé y rendí exitosamente varias materias en el 54. Aprobé Introducción al Derecho, Derecho Romano, Derecho Político y Derecho Comercial. No estuve bien en Derecho Internacional Público. En el 55 hice la colimba, hasta diciembre. Fue un año perdido, en varios sentidos. Para mi familia fue un orgullo que integrara las filas del ejército en los días de la histórica caída del “tirano”, aunque yo no me hubiese movido un metro fuera del cuartel. Lo cierto es que se vivían días de euforia en la ciudad y en el seno familiar, por la copiosa y efectiva actuación de mi padre en lo que denominaban una verdadera “gesta libertadora”.
De hecho, a finales de ese año, a instancias de una resolución refrendada por el comisionado municipal Celso Aldao, y a instancia del Ministerio de Gobierno provincial, don Domingo fue convocado para integrar la Comisión Investigadora Municipal, que tendría a su cargo la misión de indagar irregularidades de las actividades ilícitas que habrían acaecido en órganos y dependencias estatales durante el gobierno recientemente depuesto. La comisión estuvo integrada también por los vecinos Manuel Crovetto, Rufino Inda, Osvaldo Nofal y José María Vicario.
El ex concejal radical también fue uno de los oradores principales en un acto organizado por la Comisión Popular de Homenaje al diario El Trabajo, que colmó las instalaciones del club Bristol. Otros panegiristas del encuentro fueron los referentes del socialismo Fermín Zubillaga, Teodoro Bronzini y Américo Ghioldi.
En su encendido discurso, Domingo Cavalcanti rindió homenaje a la gestión patriótica del gobierno provisional del general Pedro Aramburu y su vicepresidente, contralmirante Isaac Rojas, y sostuvo que la revolución libertadora había abierto las puertas de las cárceles del país para que salieran de ellas los hombres dignos, y penetraran al lugar que les correspondía los ladrones públicos y los corruptores de la moral ciudadana.



-Las fiestas de fin de año y parte de enero del 56 las pasé en Mar del Plata, junto a mi familia y con escasas salidas con mis amigos. Me dediqué a descansar y leer mucho. Se respiraba demasiada política adonde quiera que fuera, por lo que elegí inclinar mis preferencias hacia la literatura: novelas, poesía y Borges, a quien desde hacía bastante tenía abandonado. Por esos días descubrí a Julio Cortázar a través de Bestiario, un volumen de cuentos del año 51, que aún conservo. Neruda, León Felipe, García Lorca, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Oliverio Girondo formaron parte de mis preferencias poéticas. También iba al cine, con mi hermana Delcia a veces, aunque la mayoría de las veces prefería ir solo. Tenía largas charlas con mi madre, sobre su vida, sobre mi futuro, sobre la intervención cada vez más denodada de mi padre en la política. A mediados de febrero volví a La Plata.
Domingo Cavalcanti prosperaba en sus intervenciones públicas en defensa del nuevo gobierno. En febrero, en un acto en la plaza San Martín, y ya como parte del Movimiento Cívico Revolucionario, volvió a emitir palabras elogiosas hacia los principios de la Revolución Libertadora y propugnó la supervivencia de los valores morales sobre la demagogia y los intereses y aspiraciones personales. Junto a dirigentes nacionales y provinciales de esa corriente, señaló que la Nación se hallaba en la senda de la paz y que frente a una realidad tangible, debía la ciudadanía justificar ante la historia que todos estaban hartos de doce años de vergüenza y de ignominia.
“Estamos ante la construcción de la patria sin rencores ni odios”, dijo. Y finalizó enfatizando que “la ciudadanía debía decidirse en los próximos comicios por la paz y la democracia y contra una nueva tiranía”.
Luego se leyó una proclama del Movimiento en el que se condenaba al comunismo y los extremismos totalitarios, discurso que despertó una ovación de la multitud hacia los oradores, principalmente el arquitecto Adolfo Sánchez Zinny, presidente de la agrupación.
Pese a la exposición pública y la activa participación, inesperadamente, con el correr de los meses don Domingo fue tomando distancia de la arena política, sobre todo del partido local, que en consonancia a lo que ocurría a niveles superiores, comenzaba a mostrar sus divergencias internas.
Es que el Movimiento Cívico Revolucionario, constituido con el designio de sostener los principios de la Revolución Libertadora, estaba integrado tanto por hombres que, en su mayoría, no tenían ninguna filiación política, como de ciudadanos que militaban en agrupaciones democráticas. Decían responder a una opinión pública independiente. Y consideraban inaceptable que fuerzas políticas que pretendían ejercer el poder fueran acompañadas por organizaciones repudiadas por la mayoría del pueblo argentino, como el partido Comunista, contrario a la democracia y al sentimiento católico.
Sin embargo añadían que existían sectores aliados con el comunismo que fueron depuestos por el gobierno revolucionario y con los cuales resultaba conveniente proclamar una alianza.
Para el Movimiento, era más respetable el peronista que seguía siendo peronista que aquel demócrata que, tras haber contribuido a destruir al peronismo, procuraba utilizarlo como peldaño para un triunfo electoral. Al parecer, la defensa de esta concepción no habría sido bien recibida en un sector del radicalismo y Cavalcanti, contrariado, se fue alejando del partido y de la actividad política.
Su última aparición antes del eclipse fue en mayo de ese año, el 56, cuando presentó ante la prensa el resultado del trabajo de la Comisión Investigadora Municipal encargada a fines del año anterior.



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(XVI)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England


19 October 1983
Querido amigo:
Gracias por tu carta, que recibí esta mañana. Aquí la cosa no anda ni bien ni mal: regular. Sigo sin trabajo y sin piso. No creo que la cosa vaya a cambiar y ya he hecho planes si esto sigue así. Probabilidades: si hasta enero no tengo nada, en febrero volveré a Madrid. Sigo mandando dinero a mi madre para tener bastante cuando llegue el momento y poder apañármelas. Quisiera encontrar un piso (sigo soñando) y quisiera trabajar como un loco. ¡Cómo me gustaría tener la oportunidad aquí, para ahorrar un poco!
Si volviera a España, te lo juro Hugo, ya nunca regresaría a Inglaterra, sólo a visitar a mi familia, o de vacaciones. Mucha gente me ha preguntado: ¿por qué volviste?.
Y ahora me lo estoy planteando seriamente.
Cada vez que me escribes recuerdo los buenos tiempos que pasamos juntos… Cuando dejaste una mierda en la cocina de René y él no se dio cuenta sino hasta el día siguiente. Cuando nos sentábamos en Moncloa a empedarnos y discutir. Cuando Vinicio nos llevó a Moncloa y nos aburrió… pobre Vinicio. Cuando me enfadé con José Luis porque no quería darme más crédito. Cuando salí con Kate dando traspiés mientras intentaba besarla… Sí, todo eso me trae buenos recuerdos.
Siento que Julio se esté desperdiciando. No sé, le cogí afecto a pesar de su forma de ser, me caía muy bien.
La semana pasada fui a Manchester a ver a mi madre. Llevé a una mujer. La pasamos bien. Cuando estoy con mi familia salgo muy poco, me quedo en casa y paso de todo. Quiero mucho a mi madre y a mi hermana y el hecho de que esté con ellas es suficiente. Claro, el domingo me cogí una tajada con mis amigos, pero es diferente. Son unos chavales acojonantes y me da tristeza que hagan siempre lo mismo. Si volviera ahora mismo sabría en qué bar encontrarlos. Yo esa vida no la quiero…
Fui a la cancha. Mi equipo, el Manchester United, ganó 3 a 0. Vamos a ganar la liga.
En tu primer párrafo pusiste que debería seguir escribiendo. No quiero molestarte ni ofenderte, pero cuando leíste mi diario perdí las ganas de escribir. Me preguntas si he leído tus comentarios, pues la verdad es que no. Nunca he abierto el diario, no quiero verlo. Los comentarios serán para otras personas, no para mí. Ya está.
Espero que puedas volver a Argentina. Sería una pena que no pudieras; la crisis económica nos afecta a todos. Y no entiendo por qué no puedes salir con dinero; basta con meter algunos billetes en tus calcetines, en calzoncillos, en bolsillos, en la maleta, en cualquier sitio, nadie lo sabrá. No creo que te vayan a cachear. No lo sé… espero que te salga bien.
Acabo de volver de mi clase de castellano y pregunté a mi profe lo que pediste. Me dijo que sí, conocía a Almafuerte, era escritor. También me preguntó si tenías apariencia de socialista. Y si en Buenos Aires aún te llaman ‘Bombachitas’.
Me alegro que Rafita esté saliendo con una chica, aunque sospecho que le irá mal. Imagínate: Rafita con su polla bien colocada en la boca de la chica, estará culeando y al mismo tiempo leyendo sus libros. Y con Pepé a su lado, en la misma posición, desnudo, calculando las facturas que tiene… ¡Qué cabrón soy, los dos me caen muy bien!
¿Cuántas cartas me mandaste? Hay algunas cosas que no comprendo, porque en mi última carta puse que yo estaba un poco chungo y sin embargo tú comentaste lo contrario. Hace un par de semanas escribí a Pepé, a Josefina, a René. En la postal puse López pero en la carta puse Rodríguez. A lo mejor mi carta se perdió y todavía ellos no han recibido nada. O te mandé a ti las que eran para ellos. No lo sé… un quilombo, como dices tú.
Tu jersey no lo tengo, te lo juro. He buscado por todas partes. A no ser que lo haya perdido; no me extrañaría. Hoy llevo puesto un jersey azul, es el que me compraste para mi cumpleaños. Dime cuándo es el tuyo, me gustaría enviarte algún regalo. Amigo, te quiero mucho y te echo de menos. Escríbeme pronto
Alan


PD: El sábado hay una manifestación en Londres. Si sale en la tele, búscame. Estaré medio pedo gritando entre la multitud… Dime si podré escribirte cuando estés en Argentina. Y no te olvides de contestarme cuántos años cumples. ¿48, 49?


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