jueves, 26 de noviembre de 2015

Lolei. Memorias de lo inconfesable (15)


CAPITULO
15

-Por supuesto, el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical festejaron la intervención de la Revolución Libertadora, como así también gran cantidad de la población de Mar del Plata. Incluso el Partido Laborista, que en el 46 había apoyado a Perón, saludaba con gratitud a las Fuerzas Armadas “por su heroico y patriótico comportamiento en la gesta libertadora”.
Con moderado orgullo, Lolei evocaba la contribución de su padre y sus aliados para la denominada “recuperación democrática” en la ciudad. Al menos en esos términos él se refería entonces a la conducta revolucionaria que tomó las riendas del país.
En este sentido, resultó ilustrativo el recorte periodístico publicado el 20 de octubre en el periódico La Verdad de Ayacucho –ciudad de donde era oriundo don Domingo- que exaltaba la participación del dirigente en la “gesta” de septiembre. El artículo llevaba el título “La lucha” y consignaba lo siguiente: “Se van conociendo detalles insospechados de las luchas que libraron los civiles en muchas partes, durante los cinco días que duró la Batalla Libertadora. En Mar del Plata la cosa fue extremadamente dura, pues ahí el oficialismo era realmente fuerte y las fuerzas revolucionarias en tierra, escasas.
“El Radicalismo marplatense tuvo una actuación magnífica por todo concepto y para nosotros los de Ayacucho resulta estupendo saber que al frente de esas huestes libertadoras se encontraban dos hijos de nuestra ciudad: Oscar Víctor Murgier y Domingo Cavalcanti, presidente del Comité y Concejal, respectivamente. Conocida por el primero la precaria situación en que se encontraban las tropas rebeldes, en poco menos de dos horas consiguió alistar a doscientos hombres perfectamente armados, todos ellos radicales, y en los cuales militaban numerosos profesionales.
“Formadas las milicias democráticas, en las que también tuvieron destacada actuación los socialistas, con Bronzini a la cabeza, se batieron en magnífica forma. La fuerza radical consiguió tomar una comisaría, entorpeció las comunicaciones y libró combates en diversos puntos de la ciudad. Algunos de los audaces democráticos cayeron, pero los enemigos tuvieron numerosas bajas.
“Tenemos informes de oficiales militares que posteriormente arribaron a la ciudad, de los cuales se desprende que la organización de las fuerzas civiles fue admirable como lo fue el espíritu combativo de los decididos protagonistas. Es que ese espíritu surge por sí solo, cuando los ideales son sinceros; es decir, cuando los principios enunciados desde las tribunas no constituyen una mentira o mistificación.
“Por circunstancias especiales no hemos podido ponernos en comunicación con Murgier o Cavalcanti, pero no faltarán oportunidades, y entonces podremos hacer un enfoque certero de las acciones libradas y los intensos momentos vividos en la Perla del Atlántico.
“Por lo pronto tenemos la satisfacción de comprobar que en medio de la lucha estuvo presente el espítiru de Ayacucho y su sentido de la Democracia, ya sea en las directivas de Oscar Murgier o en las arengas de Domingo Cavalcanti. No podemos menos que decirles: ¡bravo, hijos de Ayacucho! En nombre de la ciudad y del Radicalismo, ¡muchas gracias!”



Cuando terminé de leer el artículo, que Lolei siguió con atención y en silencio, lo miré fijamente a los ojos, también sin decir nada, como buscando allí una reflexión a esas palabras que acabábamos de escuchar. Intuía que mi opinión no serviría en ese momento. Le alcancé la hoja y giré hacia la mesa para servir otra copa de vino. Volví a mirarlo, enarqué las cejas y en ese gesto entendió mi pregunta.
-Me parece una porquería, una reverenda mierda-, resumió-. Un elogio exacerbado para una manga de golpistas con disfraz de demócratas. Así era el viejo y toda su banda. Así eran y lo siguen siendo los antiperonistas. Incluso yo, en el fragor de la época, pensaba como ellos. Tal vez no me di cuenta en ese momento, pero sospecho que es a partir de esos hechos que empecé a tomar cabal conciencia de la mierda que me rodeaba. Y esa mierda era también mi padre.
Lo recitó sin dolor, con tono indiferente, como sopesando cada palabra antes de hablar. Me pidió que le alcanzara una carpeta que estaba en el suelo. También allí había una infinidad de recortes de diarios y papeles sucios y arrugados. Buscó entre la maraña y me estiró uno: “leé esto, con los primeros párrafos alcanza”.
“Anoche, a las 20.40, por LU6 Radio Atlántica –en el espacio ‘La Hora Política’- habló para referirse a diversos aspectos de la política nacional y partidaria, el ex concejal de la Unión Cívica Radical, Sr. Domingo Cavalcanti.
“Un numeroso grupo de correligionarios acompañó al orador, que expresó: ‘El gobierno revolucionario argentino está abocado en estos momentos a problemas profundos y difíciles, pero no insolubles, después de la recuperación de la dignidad ciudadana y el decoro nacional, y para esta tarea necesita el apoyo de todos y cada uno de los ciudadanos argentinos para que, en patriótico y mancomunado esfuerzo, afirmen, aseguren y consoliden la obra magnífica de la Revolución Libertadora.
“La sangre que regó el suelo argentino, las lágrimas que arrancaron tantas víctimas, el sufrimiento y las angustias que destrozaron tantos corazones, como las semillas de la parábola, cayeron en buena tierra: en la bendita tierra argentina, y fructificarán en realizaciones grandiosas compensando los cruentos sacrificios”.
Me hizo detener. “¿Es suficiente?”, dijo. El artículo era muy extenso, y yo seguí buscando en silencio más conceptos de ese encendido discurso.
Sin hacerle caso, continué: “…la gran tarea emprendida por la Revolución Libertadora tendrá en la Unión Cívica Radical un apoyo firme y seguro, porque el radicalismo, que es un partido de lucha, bregará incansablemente, como lo ha hecho siempre, por los nobles ideales democráticos”
Busqué otro párrafo y seguí: “El Movimiento Unificador del Radicalismo reconoce grandes valores en los partidos opositores y cree en la rectitud de sus ideas, pero no creyó nunca en el peronismo como partido político ni en el valor de sus representantes, pues no fue más que una masa informe sin ideal ni principios, en el que se anulaba paulatinamente la capacidad intelectual, y se desarrollaban sus sentidos, ya que debían oír una sola orden, mirar una sola figura, rugir un solo nombre y aplaudir cuando se lo indicaran”.
Levanté la vista hacia Lolei, que me observaba con una mirada brillosa. Volví al papel. “Para terminar hago mías estas palabras de Pelayo a los asturianos: ‘pesada cosa es relatar sus ultrajes, nuestras miserias y peligros y cosa muy vana encarecerlas con palabras, derramar lágrimas, despedir suspiros. Lo que hace al caso es aplicar algún remedio a la enfermedad, dar muestra de vuestra nobleza’. El gobierno argentino ha acometido una gran empresa, seguro de triunfar con el apoyo de todos, y la Unión Cívica Radical dice: Conciudadanos, manos a la obra”.
Permanecimos en silencio un par de minutos. El viejo se revolvía en su cama, como buscando una posición más cómoda. Se rascaba la cabeza, se sobaba la cara con la otra mano, observaba la amplitud de la habitación. Pero no me miraba.
Apuré lo que quedaba de vino y le dije “mejor me voy”. Debían ser las dos de la madrugada y tendría que levantarme temprano al día siguiente. Aprobó la decisión y dijo “claro, claro, debe ser tarde”.
Fui hasta el baño a lavar las copas. Las dejé limpias sobre la mesa. Tomé la botella vacía y estiré la otra mano para saludarlo. Me apretó con la mayor fuerza que pudo. No lo tenía pensado, pero me salió repentinamente, sin medir consecuencias. “¡Qué genio tu papi!”, le dije.
Sonrió.
Me mantuvo agarrada la mano. Sacudió la cabeza de arriba abajo, mientras seguía dibujando esa sonrisa que había empezado tímidamente.
-Esto no es nada, ya verás, esto no es nada. Pero igual, no confundas: yo no soy así-, se atajó. Lo fui, creéme que un poco lo fui, pero la cosa cambió. No sé cómo ni cuándo ni por qué, pero cambió. Ya te lo iré contando y tal vez vos descubras los motivos.
Le apunté a los ojos, frunciendo el entrecejo. Me esquivó la mirada.
-Cerrá bien la puerta y dejá la luz prendida-, exhortó y cerró los ojos.
-Como siempre-, contesté mientras en encaminaba hacia la salida.
-Como siempre-, escuché.


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(XV)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England

London – Bermandey, October 7 Friday 1983

Querido amigo:
Gracias por tu carta, la recibí hace una semana, el mismo día que eché la otra. Espero que vayas bien y que tengas más clases. Aquí la cosa anda mal; sigo sin trabajo y viviendo en este hostal. Podría vivir con Danny o con una chica en cuya casa estoy en este momento, pero si me quedara aquí tardaría más tiempo, mucho más tiempo en conseguir un piso. Y la gente que me puede ayudar prefiere contarme sus problemas con los novios, con el trabajo y no sé qué mierda, como si uno no tuviera sus problemas. Esta gente me debe muchos favores, pero ya aprendí hace tiempo que la ayuda mutua es que los otros tienen que recibirla… Así es la vida.
Hugo, a ti no te ayudé mucho, casi nada, y no fue por falta de voluntad sino por falta de medios. Si hubiera estado con la pasta, tú habrías recibido una buena parte, te lo juro, amigo.
Aquí estamos en invierno, ha llovido mucho. El cielo está gris, con muchas nubes. Deprime mucho, sobre todo cuando uno ha pasado cuatro meses al sol. El cambio afecta. Sigo cobrando el subsidio de paro y hoy mandé 3.000 pesetas a mi madre para que me los guardara hasta que vuelva a Manchester. Quiero ahorrar dinero porque presiento que la cosa no va a mejorar y cuando me vaya al extranjero quiero hacerlo con el bolsillo lleno de pasta.
Me dijiste que a lo mejor estaba colocado cuando te escribí la penúltima vez. Pues no, a lo mejor sí estaba un poco cansado, no lo recuerdo. ¿Así que saliste con Anne de Ponyer? ¿Le echaste un polvo? Espero que sí, es una chica muy maja, aunque no me atrae en nada en plan de polla y coño.
La semana pasada Danny y yo salimos juntos. ¡Joder, tío, nos cogimos una merluza que ni veas! Esto fue el viernes. Y el domingo nos sentamos en un banco junto al Támesis (Danny vive al lado del río) y nos cogimos otra merluza. Seguimos dando unas palizas gordas a los abstemios. ¡Venceremos! Antes de morir, cuando sea viejo, quiero decir a mis hijos y a mis nietos: “Cuando era joven hice una guarrada: dejé caer una botella de coñac a mi mejor amigo Hugo ‘Bombachitas’, tuvo un ataque al corazón, se murió. Los médicos montaron un bar con el coñac encontrado en su sistema sanguíneo”.
No, de verdad, bebo menos que antes, y como ya te he dicho, sigo ahorrando dinero. Sólo salgo los domingos. Una chica, se llama Wendy, quiere que vaya a una fiesta con ella, al otro extremo de la ciudad. No me apetece. Tengo que escribir cartas, estudiar, etc, etc.
Quiero decir algo sobre política, pero no me gustaría que nuestras cartas se conviertan en propaganda. Pero tú dijiste que siempre habrá pobres, y entiendo que eso significa que no podemos hacer nada por ellos. Vale, es tu interpretación, lo siento si estoy equivocado. Apliquemos tu interpretación de la política a los médicos, apliquemos tu interpretación a los profesores en tu academia,  apliquemos tu interpretación a la Iglesia, tres grupos distintos. Intenta decirles a estos que lo que hacen no vale una puta mierda, porque siempre habrá enfermos, alumnos atrasados o ateos.
Si la vida es tal, Hugo, tanto para ti como para mí; todos necesitamos algo que no podemos conseguir. Si nos diéramos cuenta de esto, que la vida es una mierda, pues la vida sería insoportable. Me llamaste ‘soñador’… pues indícame una persona que no sueña y yo te indicaré un mentiroso.  Algo más: eres de una familia rica, reconozco que eres bastante de derecha; en cambio yo soy de una familia muy pobre y apoyo a un sistema que, para mí, es más justo. No quiero que estés de acuerdo conmigo, tampoco que me llames gilipollas por ser de izquierda. Te pido que respetes mis opiniones como yo respeto las tuyas. Y para poner fin a esta discusión, no concurro a los mítines a cogerme pedos. Esa afirmación me pareció injusta. No necesito la política para ayudarme a coger pedos, ¿verdad?
Habrá una manifestación contra las armas nucleares, a la que acudirá mucha gente. Será el 22 de octubre, la pondrán en la TV de España. Búscame, estaré con una botella en la mano, dando traspiés… En serio, sabes que me gusta ir a las manifestaciones; pues iré a esta en Londres. Y aunque me contradiga, iré con una botella de whisky… Las ideas, no el estado de la persona, cuentan más en estas ocasiones.
Espero no haberte enfadado con lo puesto en esta carta. De verdad lo espero. También siento que esta carta sea medio melancólica, tengo que alegrarme y tú también, Hugo, pues te noté un poco triste. No pienses tanto en Argentina, en tu familia, porque es como si miraras un reloj en que las manecillas nunca se mueven. Piensa más bien en nuestro amigo Don Fundador, nuestro Salvador.
Querido amigo, te echo mucho de menos y te doy un abrazo muy muy fuerte. Escríbeme pronto
Alan


PD: Perdona mi castellano, sólo lo uso para escribir estas cartas. 


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