CAPITULO
15
-Por
supuesto, el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical festejaron la
intervención de la Revolución Libertadora, como así también gran cantidad de la
población de Mar del Plata. Incluso el Partido Laborista, que en el 46 había
apoyado a Perón, saludaba con gratitud a las Fuerzas Armadas “por su heroico y
patriótico comportamiento en la gesta libertadora”.
Con
moderado orgullo, Lolei evocaba la contribución de su padre y sus aliados para
la denominada “recuperación democrática” en la ciudad. Al menos en esos
términos él se refería entonces a la conducta revolucionaria que tomó las
riendas del país.
En
este sentido, resultó ilustrativo el recorte periodístico publicado el 20 de
octubre en el periódico La Verdad de Ayacucho –ciudad de donde era
oriundo don Domingo- que exaltaba la participación del dirigente en la “gesta”
de septiembre. El artículo llevaba el título “La lucha” y consignaba lo
siguiente: “Se van conociendo detalles insospechados de las luchas que
libraron los civiles en muchas partes, durante los cinco días que duró la
Batalla Libertadora. En Mar del Plata la cosa fue extremadamente dura, pues ahí
el oficialismo era realmente fuerte y las fuerzas revolucionarias en tierra,
escasas.
“El
Radicalismo marplatense tuvo una actuación magnífica por todo concepto y para
nosotros los de Ayacucho resulta estupendo saber que al frente de esas huestes
libertadoras se encontraban dos hijos de nuestra ciudad: Oscar Víctor Murgier y
Domingo Cavalcanti, presidente del Comité y Concejal, respectivamente. Conocida
por el primero la precaria situación en que se encontraban las tropas rebeldes,
en poco menos de dos horas consiguió alistar a doscientos hombres perfectamente
armados, todos ellos radicales, y en los cuales militaban numerosos
profesionales.
“Formadas
las milicias democráticas, en las que también tuvieron destacada actuación los
socialistas, con Bronzini a la cabeza, se batieron en magnífica forma. La
fuerza radical consiguió tomar una comisaría, entorpeció las comunicaciones y
libró combates en diversos puntos de la ciudad. Algunos de los audaces
democráticos cayeron, pero los enemigos tuvieron numerosas bajas.
“Tenemos
informes de oficiales militares que posteriormente arribaron a la ciudad, de
los cuales se desprende que la organización de las fuerzas civiles fue
admirable como lo fue el espíritu combativo de los decididos protagonistas. Es
que ese espíritu surge por sí solo, cuando los ideales son sinceros; es decir,
cuando los principios enunciados desde las tribunas no constituyen una mentira
o mistificación.
“Por
circunstancias especiales no hemos podido ponernos en comunicación con Murgier
o Cavalcanti, pero no faltarán oportunidades, y entonces podremos hacer un
enfoque certero de las acciones libradas y los intensos momentos vividos en la
Perla del Atlántico.
“Por
lo pronto tenemos la satisfacción de comprobar que en medio de la lucha estuvo
presente el espítiru de Ayacucho y su sentido de la Democracia, ya sea en las
directivas de Oscar Murgier o en las arengas de Domingo Cavalcanti. No podemos
menos que decirles: ¡bravo, hijos de Ayacucho! En nombre de la ciudad y del
Radicalismo, ¡muchas gracias!”
Cuando
terminé de leer el artículo, que Lolei siguió con atención y en silencio, lo
miré fijamente a los ojos, también sin decir nada, como buscando allí una
reflexión a esas palabras que acabábamos de escuchar. Intuía que mi opinión no
serviría en ese momento. Le alcancé la hoja y giré hacia la mesa para servir
otra copa de vino. Volví a mirarlo, enarqué las cejas y en ese gesto entendió
mi pregunta.
-Me
parece una porquería, una reverenda mierda-, resumió-. Un elogio exacerbado
para una manga de golpistas con disfraz de demócratas. Así era el viejo y toda
su banda. Así eran y lo siguen siendo los antiperonistas. Incluso yo, en el
fragor de la época, pensaba como ellos. Tal vez no me di cuenta en ese momento,
pero sospecho que es a partir de esos hechos que empecé a tomar cabal conciencia
de la mierda que me rodeaba. Y esa mierda era también mi padre.
Lo
recitó sin dolor, con tono indiferente, como sopesando cada palabra antes de
hablar. Me pidió que le alcanzara una carpeta que estaba en el suelo. También
allí había una infinidad de recortes de diarios y papeles sucios y arrugados.
Buscó entre la maraña y me estiró uno: “leé esto, con los primeros párrafos
alcanza”.
“Anoche,
a las 20.40, por LU6 Radio Atlántica –en el espacio ‘La Hora Política’- habló
para referirse a diversos aspectos de la política nacional y partidaria, el ex
concejal de la Unión Cívica Radical, Sr. Domingo Cavalcanti.
“Un
numeroso grupo de correligionarios acompañó al orador, que expresó: ‘El
gobierno revolucionario argentino está abocado en estos momentos a problemas
profundos y difíciles, pero no insolubles, después de la recuperación de la
dignidad ciudadana y el decoro nacional, y para esta tarea necesita el apoyo de
todos y cada uno de los ciudadanos argentinos para que, en patriótico y
mancomunado esfuerzo, afirmen, aseguren y consoliden la obra magnífica de la
Revolución Libertadora.
“La
sangre que regó el suelo argentino, las lágrimas que arrancaron tantas
víctimas, el sufrimiento y las angustias que destrozaron tantos corazones, como
las semillas de la parábola, cayeron en buena tierra: en la bendita tierra
argentina, y fructificarán en realizaciones grandiosas compensando los cruentos
sacrificios”.
Me
hizo detener. “¿Es suficiente?”, dijo. El artículo era muy extenso, y yo seguí
buscando en silencio más conceptos de ese encendido discurso.
Sin
hacerle caso, continué: “…la gran tarea emprendida por la Revolución
Libertadora tendrá en la Unión Cívica Radical un apoyo firme y seguro, porque
el radicalismo, que es un partido de lucha, bregará incansablemente, como lo ha
hecho siempre, por los nobles ideales democráticos”.
Busqué
otro párrafo y seguí: “El Movimiento Unificador del Radicalismo reconoce
grandes valores en los partidos opositores y cree en la rectitud de sus ideas,
pero no creyó nunca en el peronismo como partido político ni en el valor de sus
representantes, pues no fue más que una masa informe sin ideal ni principios,
en el que se anulaba paulatinamente la capacidad intelectual, y se
desarrollaban sus sentidos, ya que debían oír una sola orden, mirar una sola
figura, rugir un solo nombre y aplaudir cuando se lo indicaran”.
Levanté
la vista hacia Lolei, que me observaba con una mirada brillosa. Volví al papel.
“Para terminar hago mías estas palabras de Pelayo a los asturianos: ‘pesada
cosa es relatar sus ultrajes, nuestras miserias y peligros y cosa muy vana
encarecerlas con palabras, derramar lágrimas, despedir suspiros. Lo que hace al
caso es aplicar algún remedio a la enfermedad, dar muestra de vuestra nobleza’.
El gobierno argentino ha acometido una gran empresa, seguro de triunfar con el
apoyo de todos, y la Unión Cívica Radical dice: Conciudadanos, manos a la obra”.
Permanecimos
en silencio un par de minutos. El viejo se revolvía en su cama, como buscando
una posición más cómoda. Se rascaba la cabeza, se sobaba la cara con la otra
mano, observaba la amplitud de la habitación. Pero no me miraba.
Apuré
lo que quedaba de vino y le dije “mejor me voy”. Debían ser las dos de la
madrugada y tendría que levantarme temprano al día siguiente. Aprobó la
decisión y dijo “claro, claro, debe ser tarde”.
Fui
hasta el baño a lavar las copas. Las dejé limpias sobre la mesa. Tomé la
botella vacía y estiré la otra mano para saludarlo. Me apretó con la mayor
fuerza que pudo. No lo tenía pensado, pero me salió repentinamente, sin medir
consecuencias. “¡Qué genio tu papi!”, le dije.
Sonrió.
Me
mantuvo agarrada la mano. Sacudió la cabeza de arriba abajo, mientras seguía
dibujando esa sonrisa que había empezado tímidamente.
-Esto
no es nada, ya verás, esto no es nada. Pero igual, no confundas: yo no soy así-,
se atajó. Lo fui, creéme que un poco lo fui, pero la cosa cambió. No sé cómo ni
cuándo ni por qué, pero cambió. Ya te lo iré contando y tal vez vos descubras
los motivos.
Le
apunté a los ojos, frunciendo el entrecejo. Me esquivó la mirada.
-Cerrá
bien la puerta y dejá la luz prendida-, exhortó y cerró los ojos.
-Como
siempre-, contesté mientras en encaminaba hacia la salida.
-Como
siempre-, escuché.
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(XV)
Para: Hugo Cavalcanti
Palacios
Academia
de Idiomas Gref
Calle
Santa Engracia 62 4°
Madrid
– España
De: Alan Rogerson
61
Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England
London – Bermandey, October 7 Friday 1983
Querido
amigo:
Gracias
por tu carta, la recibí hace una semana, el mismo día que eché la otra. Espero
que vayas bien y que tengas más clases. Aquí la cosa anda mal; sigo sin trabajo
y viviendo en este hostal. Podría vivir con Danny o con una chica en cuya casa
estoy en este momento, pero si me quedara aquí tardaría más tiempo, mucho más
tiempo en conseguir un piso. Y la gente que me puede ayudar prefiere contarme
sus problemas con los novios, con el trabajo y no sé qué mierda, como si uno no
tuviera sus problemas. Esta gente me debe muchos favores, pero ya aprendí hace
tiempo que la ayuda mutua es que los otros tienen que recibirla… Así es la
vida.
Hugo,
a ti no te ayudé mucho, casi nada, y no fue por falta de voluntad sino por
falta de medios. Si hubiera estado con la pasta, tú habrías recibido una buena
parte, te lo juro, amigo.
Aquí
estamos en invierno, ha llovido mucho. El cielo está gris, con muchas nubes.
Deprime mucho, sobre todo cuando uno ha pasado cuatro meses al sol. El cambio
afecta. Sigo cobrando el subsidio de paro y hoy mandé 3.000 pesetas a mi madre
para que me los guardara hasta que vuelva a Manchester. Quiero ahorrar dinero
porque presiento que la cosa no va a mejorar y cuando me vaya al extranjero
quiero hacerlo con el bolsillo lleno de pasta.
Me
dijiste que a lo mejor estaba colocado cuando te escribí la penúltima vez. Pues
no, a lo mejor sí estaba un poco cansado, no lo recuerdo. ¿Así que saliste con
Anne de Ponyer? ¿Le echaste un polvo? Espero que sí, es una chica muy maja,
aunque no me atrae en nada en plan de polla y coño.
La
semana pasada Danny y yo salimos juntos. ¡Joder, tío, nos cogimos una merluza
que ni veas! Esto fue el viernes. Y el domingo nos sentamos en un banco junto
al Támesis (Danny vive al lado del río) y nos cogimos otra merluza. Seguimos
dando unas palizas gordas a los abstemios. ¡Venceremos! Antes de morir, cuando
sea viejo, quiero decir a mis hijos y a mis nietos: “Cuando era joven hice una
guarrada: dejé caer una botella de coñac a mi mejor amigo Hugo ‘Bombachitas’,
tuvo un ataque al corazón, se murió. Los médicos montaron un bar con el coñac
encontrado en su sistema sanguíneo”.
No,
de verdad, bebo menos que antes, y como ya te he dicho, sigo ahorrando dinero.
Sólo salgo los domingos. Una chica, se llama Wendy, quiere que vaya a una
fiesta con ella, al otro extremo de la ciudad. No me apetece. Tengo que
escribir cartas, estudiar, etc, etc.
Quiero
decir algo sobre política, pero no me gustaría que nuestras cartas se
conviertan en propaganda. Pero tú dijiste que siempre habrá pobres, y entiendo
que eso significa que no podemos hacer nada por ellos. Vale, es tu
interpretación, lo siento si estoy equivocado. Apliquemos tu interpretación de
la política a los médicos, apliquemos tu interpretación a los profesores en tu
academia, apliquemos tu interpretación a
la Iglesia, tres grupos distintos. Intenta decirles a estos que lo que hacen no
vale una puta mierda, porque siempre habrá enfermos, alumnos atrasados o ateos.
Si
la vida es tal, Hugo, tanto para ti como para mí; todos necesitamos algo que no
podemos conseguir. Si nos diéramos cuenta de esto, que la vida es una mierda,
pues la vida sería insoportable. Me llamaste ‘soñador’… pues indícame una
persona que no sueña y yo te indicaré un mentiroso. Algo más: eres de una familia rica, reconozco
que eres bastante de derecha; en cambio yo soy de una familia muy pobre y apoyo
a un sistema que, para mí, es más justo. No quiero que estés de acuerdo
conmigo, tampoco que me llames gilipollas por ser de izquierda. Te pido que
respetes mis opiniones como yo respeto las tuyas. Y para poner fin a esta
discusión, no concurro a los mítines a cogerme pedos. Esa afirmación me pareció
injusta. No necesito la política para ayudarme a coger pedos, ¿verdad?
Habrá
una manifestación contra las armas nucleares, a la que acudirá mucha gente.
Será el 22 de octubre, la pondrán en la TV de España. Búscame, estaré con una
botella en la mano, dando traspiés… En serio, sabes que me gusta ir a las
manifestaciones; pues iré a esta en Londres. Y aunque me contradiga, iré con
una botella de whisky… Las ideas, no el estado de la persona, cuentan más en
estas ocasiones.
Espero
no haberte enfadado con lo puesto en esta carta. De verdad lo espero. También
siento que esta carta sea medio melancólica, tengo que alegrarme y tú también,
Hugo, pues te noté un poco triste. No pienses tanto en Argentina, en tu
familia, porque es como si miraras un reloj en que las manecillas nunca se
mueven. Piensa más bien en nuestro amigo Don Fundador, nuestro Salvador.
Querido
amigo, te echo mucho de menos y te doy un abrazo muy muy fuerte. Escríbeme
pronto
Alan
PD:
Perdona mi castellano, sólo lo uso para escribir estas cartas.
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