jueves, 26 de noviembre de 2015

Lolei. Memorias de lo inconfesable (13)


CAPITULO
13

Lo que Lolei estaba leyendo era la última carta que le había enviado Mario Browne y me había mostrado esa tarde. La que contaba sobre sus entreveros amorosos. Pero luego había repasado el fragmento en que contaba sobre los incidentes en las elecciones de abril del 54, y sobre todo en donde mencionaba las razzias y la posible detención de su padre.
-No sé si recordás –comenzó-, pero la elección del 25 de abril del 54 tuvo por objetivo ocupar el cargo de vicepresidente de la Nación para acompañar a Perón, que quedó vacante por la muerte de Hortensio Quijano, antes de su asunción. Entonces los principales candidatos fueron el almirante Alberto Tessaire, por el Partido Justicialista, y Crisólogo Larralde, por la Unión Cívica Radical. El militar obtuvo el 63,8% de los votos, contra el 32,2% del radical. Debía ocupar el cargo hasta el 58, pero bueno, ya sabrás cómo siguió esa historia.
La cuestión que le interesaba en esa historia fue lo relacionado a su papá, que naturalmente estaba del lado de la oposición. Domingo Cavalcanti había dejado de ser concejal en el 53, después de haber  sido electo para el cargo en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, que pasaron a la historia por ser las primeras que contaron con la participación del voto femenino. Tras dejar ese cargo, su actividad política continuó en crecimiento y fue convirtiéndose en uno de los mayores referentes del radicalismo marplatense.
Ese año, en Mar del Plata se mantuvo la tendencia de gran parte del país y la intendencia quedó en manos del candidato peronista, Olegario Olazar, pese a tener en su contra el hecho de ser bastante desconocido para la ciudad. Pero tuvo a su favor la notable propaganda montada tanto desde la Nación como la Provincia acerca de la labor del partido durante los años de gobierno. 
Domingo Cavalcanti obtuvo uno de los cuatro escaños reservados para los partidos opositores en el Concejo Deliberante, ya que a partir de la reforma de la Ley Electoral, se eliminaba la representación proporcional, por lo cual el partido que reunía el mayor número de votos, se adjudicaba el cargo de Intendente y ocho concejales, reservándose para la minoría solo cuatro bancas. Dos ediles del partido socialista –Mora y Lombardo- y dos de la Unión Cívica Radical –Cavalcanti y Labatut- conformaron esa minoría.
En la primera reunión del Concejo con mayoría peronista, se aprobó el aumento del presupuesto municipal para el año 1952. Don Domingo tuvo una intensa participación en este debate. Luego, el intendente cedió, sin autorización del Concejo, tierras municipales a particulares y se inició un plan de expropiaciones, entre ellas, las del Club Pueyrredón. Los radicales, socialistas y la mitad de la bancada peronista se opusieron a este proyecto, por lo cual el nuevo intendente debió abandonarlo, aunque esto costara la banca a cuatro ediles peronistas. En medio de ese intenso debate, el concejal Cavalcanti presentó una nota en la cual expresaba su posición respecto de la expropiación de bienes impulsada desde el Ejecutivo. La sesión fue acompañada por numerosos simpatizantes. Cuando se procedía a su lectura, crecieron abucheos de parte del público oficialista. La respuesta de la bancada mayoritaria fue celebrada con fuertes aplausos y protestada por los adictos radicales. El mitin fue enfático. La presidencia del Concejo puso fin al debate ahogando con campana de orden la voz del concejal Cavalcanti, siendo eficazmente secundado por el público, que hizo con sus fuertes aplausos lo que la campana no podía. Cerrado el debate, fue rechazada por improcedente la nota de los concejales radicales.
Lolei recordaba que este tipo de exposiciones eran características de su padre. Su trayectoria como hombre público del radicalismo se definió por una ardiente defensa de sus convicciones, de su firmeza democrática. Sin embargo, su drástica posición antiperonista lo llevó a definir como dictadura al gobierno constitucional del general Perón, y los términos de su exacerbado discurso le trajeron más de un problema.
Fue por aquellos días que Domingo Cavalcanti fue detenido y procesado por desacato al presidente de la Nación, tras participar como orador en un acto de campaña del radicalismo. Junto a Mario Giordano Echegoyen (h), también dirigente de la UCR, el entonces concejal fue trasladado a Azul, por disposición del Juez Federal con asiento en esa ciudad.
El propio Giordano Echegoyen le escribió una breve misiva: “Mi querido amigo: Dispénseme la presentación de esta nota y su escritura, pero no se puede pedir más estando aquí. Esperando verlo pronto, le hago llegar mi más absoluta solidaridad en esta causa común en que estamos encaminados, repitiendo con Ricardo Balbín: ‘A veces es necesario que algunos hombres libres y dignos conozcan las cárceles para saber adónde irán luego los delincuentes de la República’. Su amigo, M.G.E. ¡Viva la UCR!”



De acuerdo a las crónicas periodísticas, don Domingo debió ausentarse de Mar del Plata, antes de que concluyera la campaña preeleccionaria para evitar su detención, y finalmente se presentó en el Juzgado Federal de Azul junto a sus abogados, desde donde fue remitido a la cárcel de encausados. Otros artículos señalan que había sido detenido en su domicilio por las fuerzas federales antes de proceder a su traslado. Cavalcanti fue excarcelado bajo fianza días después de su arresto y absuelto de culpa y cargo.

















-Este no sería el único inconveniente sufrido por sus actuaciones políticas-, acotó Lolei.
El viejo me iba narrando la historia de su padre –que sabía a parte de la Historia argentina- con cierto engreimiento, con ínfulas de cronista avezado y testigo privilegiado de los hechos. Hablaba y me pasaba amarillentos recortes periodísticos para que yo pudiera corroborar la veracidad de su versión. A mí me gustaba compartir esos momentos, en parte porque iba conociendo algunos hechos de nuestra historia de primera mano, contada por alguien que había los había contemplado de cerca, aunque mi corazón estuviera en las antípodas del pensamiento del principal protagonista, es decir, su propio padre. Y además me gustaba porque en esas incursiones retrospectivas me hallaba frente a un Lolei impetuoso, de memoria ágil y activa, muy distinto del personaje agonizante y sentenciado a una realidad bastante grotesca que tenía enfrente.
Lolei hablaba y yo lo dejaba hablar.

Hacia finales del año 52, se votó un aumento para el presupuesto del año siguiente. La justificación era el pago de sueldos de gran cantidad de funcionarios y empleados municipales que disponía la Comuna. Al año siguiente la mayoría oficialista autorizó al intendente Olegario Olazar a crear cien puestos municipales más y a derivar dinero del municipio para la construcción de nuevas oficinas en el edificio comunal. También autorizó elevar las tarifas del transporte.
Los mayores problemas comenzaron con la falta de pago de las jornadas laborales y horas extras por parte del ejecutivo municipal. El personal de limpieza, apoyado por la CGT peronista, amenazó con ir a la huelga y pidió la renuncia del intendente. También las juntas vecinales reclamaron por los altos precios de los pavimentos y la poca flexibilización en los plazos de pago, fijados en los contratos de construcción.
En septiembre, Olazar presentó su renuncia, aunque la misma no se hizo efectiva inmediatamente. Los mismos peronistas no hallaban consenso en nombrar su reemplazante. Intervino entonces la Provincia, designando como Comisionado municipal al Dr. José M. Carbusiero.
Con este contexto se llegó a las elecciones del 25 de abril de 1954.
En el oficialismo existían fuertes divergencias entre sus distintas facciones. Incluso el propio comisionado Carbusiero sufrió un atentado cuando balearon su automóvil, camino a Buenos Aires. Esto determinó que el Poder Ejecutivo provincial diera por concluidas las funciones del comisionado, intentando poner término al enfrentamiento del peronismo local. El nuevo comisionado fue Eduardo Manuel Teisaire, que estaba como interventor en Luján.
La nueva autoridad municipal proyectó la federalización de Mar del Plata y la posibilidad de que el propio gobierno nacional tuviera su asiento allí, durante el período estival. El constante crecimiento de la burocracia municipal impedía la concreción de nuevas obras públicas o el mejoramiento de los servicios públicos. El radicalismo, que ya empezaba a mostrar sus diferencias internas, se unía sin embargo para dar batalla a las acciones del gobierno de turno.
También los conflictos se acentuaban dentro del peronismo. En una primera etapa, el gobernador Domingo Mercante elegía a los comisionados entre aquellos hombres que podían conciliar posiciones con la oposición. 
Durante la gobernación de Carlos Aloé, los comisionados eran aquellos hombres que habían demostrado ser más "peronistas". Sus apoyos locales se registraban entre los sindicalistas o entre los grupos más populares. Las disputas entre las facciones que apoyaban uno y otro accionar atentaron contra el propio peronismo y también contra la ciudad.
Otro tipo de conflictos que debió enfrentar Perón con sectores tradicionales o con nuevos adversarios, se dejaron sentir en Mar del Plata. En la disputa con la Iglesia Católica, las religiosas del Asilo Unzué fueron reemplazadas por empleados de ambos sexos enviados desde Buenos Aires. Esta medida fue vista con desagrado por el vecindario marplatense, que responsabilizaba al gobierno municipal. Incluso se armó una marcha en la plaza Eva Perón para desagraviar a la bandera nacional y a la figura de Evita.
Eso ocurrió unos días antes del sanguinario bombardeo en Buenos Aires.
-Ahí sí que se la mandaron-, resumió Lolei.




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(XIII)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4° (Barrio de Chambery)
Madrid – España

De: Alan Rogerson
61 Adams Gardens Est.
Rottherhithe
London – England

Saturday 16 Sept 1983

Amigo:
Gracias por tu carta, la recibí hace tres días. Espero que vayas bien; yo, regular. He encontrado otra vez a mis amigos en el Partido Laborista y se han portado muy bien conmigo. Gracias a ellos tengo la posibilidad de un piso y de trabajo. Además, me he metido otra vez en la política. Desgraciadamente, para conseguir un piso tengo que quedarme en un hostal para homeless (los ‘sin hogar’). No es imprescindible que me quede allí, pero facilita la cosa.
Hugo, esto es la miseria: vagabundos, alcohólicos, drogadictos. Es la pobreza. Me desperté un día y recé por estos tíos. Cuando veo a gente viviendo como vive tu familia, Hugo, me enfado. No es justo que haya gente viviendo como reyes y mucha más viviendo como la mierda. Ya lo sé, no es tu culpa ni de tu familia, sólo digo que debemos hacer algo por los pobres y la clase tuya para conservar sus privilegios impide que hagamos algo. Vale, amigo, basta de política. Ya verás que estoy metido otra vez…
Te dije en otra carta que esos hijos de la gran puta iban a intentar joderte, ¿no? Les hace falta una hostia, una buena paliza. Lo siento con las clases de la familia Lobarto, pero al menos te quedan las de Fernando y las del Señor G.
Yo sigo solicitando trabajo y pienso que lo voy a conseguir. Ahora, para sacar unas pelas, trabajo en una cocina lavando platos. No saco mucha pasta, pero como el mismo tiempo cobro subsidio de paro, no ando tan mal. Además, he puesto fin a estas parrandas. Cuando vi a Danny salimos tres días consecutivos. ¡Joder, tío, qué borracheras! En tres días gastamos casi 13.000 pesetas en los bares, dimos una paliza gorda a los abstemios, esa gente que sigue pudriendo la sociedad.
Desde entonces no he salido. He ahorrado dinero. Sólo salgo los domingos. Hoy es sábado, igual voy a salir. Voy a tomar anfetas (¡ojalá!) y a volar con la ayuda de unos seis litros de cerveza.
Da mis recuerdos a todos, más que a nadie a Pepé. Dile que me perdone por la deuda. Le voy a escribir y cuando tenga la pasta se la mandaré. Dile que he estado muy ocupado últimamente. Nunca me voy a olvidar de él, se portó muy bien conmigo, le quiero mucho. Volveré a Madrid algún día, a veros a todos. Pero sobre todo a ti, Hugo.
Ahora me voy a matricular en un colegio, voy a estudiar portugués y a repasar español y francés. Me cobran 200 pesetas al año porque estoy parado. Estudio por las tardes, lo juro.
“Bombachitas”, no voy a caer en los mismo errores que antes. Si consigo un buen trabajo y ahorro pasta para pagar el billete Buenos Aires-Londres, puedo ir a tu país cuando estés allí. Es algo para el futuro. Un sueño. Y a mí me gusta soñar.
Da mis recuerdos a los melones de Josefina; dile que me mande tres toneladas de leche, que tengo sed. No, en serio, dale mis saludos, dile que le escribiré pronto. Te doy un abrazo muy fuerte y espero tu carta

Alan

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