El escritor rojense, que acaba de publicar su primera novela de la mano de Nido de Vacas, recibió el reconocimiento por su poema “La retórica de un poema que hace aguas” en el 10° Concurso Internacional de Poesía “El Mundo lleva alas”, que organiza la editorial “Voces de Hoy”, con sede en Miami, Estados Unidos.
El escritor rojense
Amir Abdala resultó galardonado en la décima edición del Concurso Internacional
de Poesía “El Mundo lleva alas”, que organiza la editorial “Voces de Hoy”, con
sede en Miami, Estados Unidos.
Abdala, que es autor de
dos libros de poemas y que acaba de publicar su primera novela, “El vértigo de la felicidad”, de la mano
de Nido de Vacas, compartió el tercer premio de la categoría “Poemas por la
paz” con Domingo Hernández Varona (Cuba/Estados Unidos), con su obra “La
retórica de un poema que hace aguas”. El ganador de este concurso anual fue la
argentina Marisa Aragón Wilner, en tanto que el segundo lugar quedó en manos de
la colombiana Rusvelt Nivia Castellanos.
En el fallo, dado a
conocer el 29 de octubre pasado, los jurados consideraron que la pieza de Amir
Abdala fue seleccionada “por la belleza
del lenguaje manejado con pericia e imaginación, consiguiendo plasmar con
poesía un mensaje por la paz”.
Gracias a este
reconocimiento, el poema aparecerá publicado en la antología “El mundo lleva
alas”, que se publicará el año próximo y en el cual se expondrán las obras
reconocidas en las dos categorías del concurso, entre quienes figuran
escritores de Cuba, Canadá, Estados Unidos, Venezuela, Uruguay, Guatemala, España,
Colombia y Argentina.
Amir Abdala nació en
Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1990. Escritor autodidacta, es autor de
los poemarios “Hay un poema dormido, hay
un poeta despierto” (Imaginante, 2015) y de “Lo único que pasa es lo que no se recupera” (Imaginante, 2016).
Cuenta en su haber con varias obras inéditas fueron premiadas en certámenes
literarios nacionales e internacionales. Este año publicó su primera novela, “El vértigo de la felicidad”, que editó
Nido de Vacas y que en los próximos días estará disponible en varios puntos de
venta de Rojas y la región.
A continuación,
compartimos la obra premiada:
La retórica de un poema que hace aguas
Ella esperó su paz,
La llegada de su paz.
Ella vivió como viven las mariposas;
Ella respiró como respiran los cuerpos
que se aman;
Ella sonrió como sonreía ella.
“Así y todo (me dijo),
El mundo sobrevive
Y nadie se atreve a cuidarlo.
Fijate que el afán es desafiarlo,
Ahogarlo -y si se puede-, matarlo”.
Ella acarició mi mano
Y yo sentí cómo mis huesos se quebraban
Como vidrios partidos a pedradas.
Ella me miró apreciando
La respuesta que -ya- intuía:
“Sé que el silencio será otro tiempo”.
Ella masticó un te quiero
Besando la nada con sus palabras.
Ella silbó bajito las melodías de su
tango preferido.
“Siempre fui pésima para la poesía”, me
dijo.
Una humillante humildad. Una sola.
“Obvio que para escribirla, no para
vivirla”.
Qué mujer, me dije.
Qué valor, me dije.
Qué…
Ella interrumpió mis pensamientos
Y dijo: “Qué alto vuela el pez
Cuando el pájaro se queda sin alas”.
“Pero queda su canto”, le dije tras una
pausa.
“Sin vuelo no hay canto,
Sin llanto no hay ojos,
Sin besos no hay labios”, me respondió.
“A vos siempre te gusto el fuego”, le
dije con timidez.
Un espacio se inundó de vacío.
“Y a vos quemarte”.
Ella parpadeó varias veces
Apagando sus encendidas lágrimas.
“Sabés bien que no existe trazo sin
hoja”, me explicó con serenidad.
Ella comprendió el mandato:
“Mi abogada defensor es mi alma,
Mi estrofa es el destino,
Mis versos sos vos”.
No aguanté.
Juro por Dios que no aguanté.
Ella se dio cuenta
Y redobló su apuesta:
“¿Te acordás cuando me enseñaste
Que la abeja es un bichito sagrado para
el Corán?”
Las flores, el polen, la miel…
“¿Te acordás que me dijiste que todo,
Pero todo lo que pasa por el estómago
De una abeja es sagrado?”
Me quedé callado. Continuó:
“Ese día me di cuenta que te amaría más
Que a las ideas trasgresoras de un loco
por vivir”.
Ella jugó con las sábanas.
“La paciencia es madre sabia de todas
las ciencias”, me aclaró.
Ella dobló la punta de una de las
sábanas blancas
Que la tapaban de un frío inexistente.
Sus dedos parecían los finos hilos
Que humanizan a los títeres.
Me dijo: “Muchas veces, en mis horas de
nostalgia,
Pensé en las catástrofes del triunfo”.
Y suspiraba, y seguía: “El poder es
egocéntrico:
Yo nunca quise triunfar;
Yo nunca quise más de lo que tuve”.
La ambición destruye un hermoso ideal.
“Lo subjetivo persiste
Sólo porque nacemos puros.
Imaginate (me dijo)
La voz de Hitler diciendo te amo”.
¡Qué distinto obraría el mundo!
Ella contempló las flores apagadas
De un desvencijado florero azul.
“Es una penitencia; la vida
Es una penitencia encantadora”.
Asentir es la excusa de un modo perfecto
Y criterioso de coronar un adiós.
“Me acuerdo de vos cuando tenías los
rulos largos.
Me acuerdo cuando me contaste, lleno de
dolor,
Que vos también eras un desaparecido”.
Yo puedo creer cualquier absurdo,
Menos el que veo.
“¡Qué cosa tan aburrida
Saber que las palabras tienen un
orden!”, me dijo con dulce histeria.
Ella improvisó un dramático saludo;
Ella expulsó una caótica reflexión:
“Aprendí que la sombra humana
Es el refugio de los agradecidos”.
Me lleva la noche
A suplicar lo irremediable.
Cuento las estrellas
Y siempre falta una.
Ella se acodó en la baranda de la cama
Y me preguntó si estaba linda.
Nunca dejaba de estar linda.
Ella se tocó la cabeza
Buscando su caído pelo lacio.
La costumbre de...
“Prestá atención (me dijo),
Porque si me voy,
No vuelvo”.
Una excéntrica palidez arrolló la tarde.
Se escuchó a lo lejos
Una sirena de ambulancia que se
acercaba.
“Tratá de irte ahora (me dijo),
La miseria no perdona,
Y Dios tampoco
Si evitás tu camino”.
Huir no es vivir,
Es hundirse en otra tierra.
¡Cuántas exigencias por ser portadores
de almas!
Ella amenizó sus pulsaciones.
Ella serenó su ritmo cardíaco.
Ella se iba en ella.
“Por sabio gana el prudente”, me dijo en
secreto.
El tiempo es otra herida.
El tiempo es otra cosa.
“Escribime, aunque no pueda
responderte”, agregó incentivándome.
No pude contener mis lágrimas:
Una existencia me dejaba solo;
Una caricia se disfrazaba de precipicio;
Un gemido, casi imperceptible,
Me hizo correr apresuradamente.
La uva como último dulce,
El vino como último manjar,
La música como última fortuna:
Profetas son los que se despiden de esa
manera.
Ella me acompaña.
Tantos años después
Y tantos miedos pasados,
Me definen dentro de una nueva
inquietud:
¿Qué es la guerra,
Sino el rato libre del llanto?
Amir
Abdala
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