CAPITULO
32
El viernes 25 de mayo de 1973, el diario platense El Día publicó un nuevo artículo de Lolei, otro esmerado trabajo surgido de las investigaciones sobre los antepasados de su familia política. El texto indagaba aspectos menos conocidos de Aristóbulo del Valle y sus vínculos familiares, que tenían entonces escasa relevancia en los trabajos biográficos del político.
Lolei
me comentó que se valió de los beneficiosos aportes de Marta del Valle, sobrina
de don Aristóbulo y prima de Lola, con quien mantuvo una estrecha relación, más
allá del parentesco. Marta, también muy interesada en su historia parental, lo
dotó de material de primera mano o libros que relataban la trayectoria de su
tío, a los que ella aprobaba o criticaba con extensas y precisas anotaciones en
los márgenes de las páginas.
El
artículo se tituló “Una histórica partida de nacimiento: Aristóbulo del Valle y
Julia Tejedor” y está acompañado de un retrato a una columna del político.
Relata
lo siguiente:
“De
los trabajos biográficos escritos sobre el Dr. Aristóbulo del Valle, ninguno
menciona el nombre de su esposa, ni siquiera que el ilustre tribuno fuera
casado. Su matrimonio, realizado en Buenos Aires, reviste la curiosa
coincidencia de convertirlo en sobrino de quien habría de ser, con el correr
del tiempo, su irreconciliable opositor político.
“En
el libro 5 de Matrimonios, folio 128, de la Iglesia de Monserrat, se registra
la siguiente partida:
“En
19 de octubre del año del Señor de 1865, habiendo el Sr. Provisor y Vic° Gral.
Dispensado las tres conciliares menciones sobre el matrimonio que libremente
(como consta del boleto N° 955 que se registra en este archivo), intentaba
contraer D. ARISTOBULO DEL VALLE, de 20 años de edad, natural de Buenos Aires,
hijo legítimo de D. Narciso del Valle, natural de Buenos Aires, y de Da. Isabel
Valdivieso, natural de Buenos Aires, con Da. JULIA TEJEDOR, de estado soltera,
de edad 25 años, hija legítima de D. Martín Tejedor y Da. Jerónima Monterroso,
natural de Buenos Aires, no habiendo resultado impedimento alguno canónico, y
estando hábiles en la doctrina cristiana y dispuestos a la Confesión y Comunión
Sacramental, enterado en su libre y espontáneo consentimiento el Pbro. D.
Cayetano Misente, Teniente Cura de esta Iglesia, lo desposó por palabra de
presente in facie Ecclesiae, según la forma ritual, siendo testigos don Carlos
Tejedor, de 48 años de edad, domiciliado en la calle San Martín y Da. Isabel
Valdivieso, de 40 años de edad, natural de Buenos Aires, domiciliada en la
calle Venezuela n° 461. Y en señal de verdad lo firmamos. El cura de la
Parroquia: Manuel Velarde”.
“La
novia, bautizada en la misma iglesia el 24 de enero de 1845 (libro 7 de
Bautismos, folio 287), había nacido el 29 de noviembre de 1844, de manera que
al casarse contaba también con 20 años y no 25, como por error se asienta en el
acta transcripta. Muertos los padres en 1859, Julia y su hermana menor,
Dolores, fueron criadas y educadas como hijas por el tío paterno, Dr. Carlos
Tejedor, y su esposa Da. Etelvina Ocampo y de la Lastra.
Federales
y Unitarios
“¿Habrá
sido del agrado del Dr. Carlos Tejedor la elección de su sobrina? Muy lejos
estaba el novio de ser un buen partido para una joven como Julia, criada con
todos los halagos y comodidades que la posición y económica y social que su tío
podía brindarle. Aristóbulo del Valle ocupaba en ese entonces el modesto empleo
público de Escribiente 1° en las oficinas de la Contaduría General de la
Nación, con cuyo sueldo costeaba sus estudios de abogacía, que finalizó recién
en 1869.
“Pero
además Aristóbulo era hijo del Coronel Narciso del Valle, Edecán del Gobernador
Juan Manuel de Rosas, de quien era ferviente partidario.
“Al
producirse la revolución de 1839 para derrocar al Restaurador (siendo uno de
los conspiradores Carlos Tejedor), el Coronel del Valle y su ayudante, el joven
Capitán Juan Florencio Monteagudo y Echeverría, organizaron las milicias que
sofocaron el levantamiento en Dolores. En Buenos Aires, frustrado también el
movimiento, Tejedor fue a parar a la cárcel, hasta que, indultado por Rosas, se
exilió del país y no regresó hasta después de Caseros.
“¿Cuáles
serían los sentimientos del enérgico y voluntarioso Dr. Carlos Tejedor hacia su
sobrino político? Más aún, muerto el Coronel del Valle el 6 de agosto de 1849,
la madre de Aristóbulo casó el 5 de junio de 1850 con el capitán Monteagudo y
Echeverría, cuyo hermano Eleuterio había contraído matrimonio en 1837 con Da.
Balbina Josefa Elordi y Maza, nieta del Dr. Manuel Vicente de Maza, distinguido
miembro del partido federal y a la sazón presidente de la Legislatura. Del
primer hijo varón de este matrimonio fueron padrinos D. Juan Bautista Ortiz de
Rozas (primogénito del Gobernador) y su esposa Da. Mercedes Fuente y Argibel
(prima hermana de Da. Encarnación Ezcurra de Rosas)
“No
es extraño suponer que el joven Aristóbulo –con demasiada tradición federal en
la familia- haya despertado poca simpatía en el unitario Dr. Tejedor, a cuyas
convicciones políticas sumaba el recuerdo de sus tíos Dionisio y Nicolás. El
Mayor Dionisio Tejedor, Ayudante de Campo del General Paz, fue alevosamente
asesinado desde una azotea el 23 de
junio de 1829 al entrar a Córdoba, mientras llevaba en la mano una bandera
parlamentaria para intimar la rendición de las fuerzas de Facundo Quiroga, que
había ocupado la ciudad. Por su parte, Nicolás Tejedor fue “uno de los jóvenes
más entusiastas por la causa de la libertad, abandonó al azar de una causa sin
suerte su vida, intereses y porvenir. Partió para el ejército y luego le tocó
morir entre los soldados de Lavalle, por las mismas causas que su hermano había
caído al lado del General Paz”, según cuenta Ángel Carranza en su “Bosquejo
histórico acerca del Dr. Carlos Tejedor y la Conjuración de 1839.
“Enemigo
de Rosas fue también el Dr. Pastor Obligado y Tejedor, primer gobernador
constitucional de la provincia de Buenos Aires.
La
personalidad de Julia Tejedor
“Lo
cierto es que Julia Tejedor aceptó enamorada al joven estudiante de Derecho que
sólo contaba con un modesto empleo público, y mantuvo inalterable el afecto de
la unía a sus tíos –y padres de crianza-, a quienes visitaba con asiduidad. Los
avatares políticos que enfrentaron a estos dos grandes hombres públicos –del
Valle y Tejedor- no influyeron en sus sentimientos.
“Cuando
con motivo de su muerte –el 11 de abril de 1918- las crónicas sociales del
periodismo pusieron de relieve su personalidad, su distinción y su prosapia
patricia, un solo diario destacó un aspecto de Da. Julia Tejedor que vale la
pena tener en cuenta: “…compartió con del Valle los duros comienzos de una vida
que no fue holgada ni menos cómoda para el ilustre hombre político que
conquistó su posición y fijó su porvenir con el esfuerzo perseverante de su
trabajo. Fue ella la compañera consoladora y enérgica de las horas difíciles y
angustiantes de la incertidumbre juvenil, y en muchas ocasiones fue ella quien
tuvo en sus manos el libro en el que del Valle aprendía y a la vez le animaba
con su palabra y su fe en el porvenir (…) Sería difícil poder decir de aquellos
tiempos, cuanto debía del Valle en el comienzo de su vida, a su propio esfuerzo
o a la energía de su compañera…” (El Diario, 12 de abril de 1918)
“La
vida mundana de Julia Tejedor comenzó años después de su casamiento, cuando su
marido consolida una posición económica holgada y se convierte en un político
expectable. Fue entonces ella una persona culta y refinada que compartió todos
los gustos y las inquietudes de Aristóbulo: el interés por la política, su
afición artística y los viajes a Europa. E hizo el papel de exquisita
anfitriona en un hogar visitado continuamente por personalidades del mundo
político y social.
del
Valle y Tejedor
“Unidos
por un parentesco cercano –nunca mencionado- estos dos hombres notables
aparecieron siempre en terrenos políticos opuestos. Así, en 1876, con motivo de
las elecciones para gobernador y vicegobernador de la provincia de Buenos
Aires, dos fórmulas opositoras se presentan en pugna por la primera
magistratura bonaerense: Carlos Tejedor-José M. Moreno y Aristóbulo del
Valle-Leandro N. Alem. Triunfó la primera.
“La
revolución de 1880 los enfrenta nuevamente. Tejedor, gobernador de Buenos Aires
y candidato a la presidencia de la Nación, se levanta en armas contra el
presidente Nicolás Avellaneda, que prohijaba la candidatura del general Julio
Argentino Roca. Del Valle, presidente del Senado, apoya al gobierno nacional en
contra de Tejedor, a quien esta vez le tocó perder, renunciando a su cargo de
gobernador y retirando su candidatura a la presidencia.
“En
esa revolución de 1880, que dejó en Buenos Aires un saldo de más de 5 mil
muertos, también combatió a favor del gobierno nacional el Tte. Cnel. Florencio
Monteagudo –hermanastro de Aristóbulo del Valle- como 2° Jefe del Regimiento 12
de Caballería. Un año después, en 1881, este militar contrajo matrimonio con
Dolores Tejedor, hermana de Julia y la sobrina menor del Dr. Tejedor.
“Cuando
el 29 de enero de 1896 falleció repentinamente el Dr. Aristóbulo del Valle, su
esposa abandonó definitivamente la vida social, imponiéndose un voluntario retiro en su hogar. Da. Julia Tejedor de del
Valle falleció en Buenos Aires a los 73 años de edad, Al sepelio de sus restos,
realizado en el cementerio de la Recoleta, asistieron el presidente de la
República, el vicepresidente, ministros y numerosos actores del mundo político
y social porteño.
“(En
La Plata residen dos sobrinas carnales del Dr. Aristóbulo del Valle: Dolores
Monteagudo Tejedor de Marziali, a la vez sobrina carnal de Julia Tejedor, y Da.
Noemí Bermejo Monteagudo de Hirschi, viuda del Dr. Jorge Hirschi, distinguido
profesional platense, y sobrina del Dr. Antonio Bermejo, destacado
jurisconsulto, político, legislador, ministro nacional y presidente de la Corte
Suprema de Justicia desde 1905 hasta 1929, y quien durante la Revolución de
1880 combatió en las filas que apoyaron al Dr. Carlos Tejedor.)”
Por
aquellos días, Lolei había reencaminado con éxito su carrera de Derecho. Desde
hacía dos o tres años rendía alguna materia en condición de alumno libre, con
logros dispares. Sus prioridades estaban centradas en su trabajo en el
Ministerio y en su matrimonio, que no atravesaba su mejor momento.
Alguna
noche se animó a confesarlo: “mi matrimonio nunca tuvo una etapa de plenitud;
era una lucha casi diaria mantenerlo vivo. Había días fantásticos, semanas
serenas, tardes tensas, noches lujuriosas, mañanas armónicas, meses
insostenibles. Peleábamos mucho, siempre peleamos mucho. Yo cada tanto
escapaba. Pero las evasiones con el tiempo perdieron efecto y cada vez tenían
menos sentido. Tomar la decisión de terminar la carrera de abogacía fue una
resolución que involucraba varias necesidades: una personal, relacionada con la
obtención de un logro satisfactorio en una empresa iniciada hacía más de quince
años, y otro que apuntaba a conformar aspiraciones familiares, las de la mía
propia que ansiaba contar en sus filas con un hijo universitario, y las de mi
esposa, que insistía en las posibilidades de nuevas alternativas laborales y
económicas. A mí en el fondo ya no me interesaba ejercer como abogado, pero la
sola ostentación del título podía abrirme nuevas puertas. Mientras tanto, el
estudio me permitía tomar distancia de mi hogar y servir de excusa para
aislarme cuando quisiera”.
A
mediados del 68, un mes después del homenaje a Florencio Monteagudo en La
Providencia, Lolei aprobó sin mucho brillo Historia Constitucional. Volvería a
las aulas recién al año siguiente para rendir Derecho Civil III y IV, ambas con
buen resultado.
En
el 70 obtuvo un distinguido en Derecho Agrario y superó a duras penas Derecho
Constitucional. “El tiempo me alcanzaba para rendir dos materias cada año, una
a mediados y otra hacia el final. A ese ritmo, al cabo de dos o tres años
estaría recibido”, calculó Lolei.
Pero
en el 71 fue aplazado en Derecho Social en la mesa de julio, y debió rendir
nuevamente en septiembre, donde sí aprobó. No se presentó en la instancia de
diciembre. Y tampoco lo hizo durante todo el 72. Los fantasmas del abandono
definitivo volvieron a rondar por su cabeza.
-Aquel
año -recordó-, preparé un par de materias pero no me presenté. Había vuelto a
beber con intensidad y estaba desganado. El tiempo libre lo ocupaba en la
lectura o en las biografías. En esa época avancé mucho en la historia de don
Aristóbulo-, se justificó.
En
el 73 tomó impulso nuevamente y sobre el final de ese año hizo un buen examen
para aprobar Derecho Civil V. Quedaban unas pocas asignaturas pendientes, y en
un agitado año 74 rindió con éxito Filosofía del Derecho y dos días más tarde,
Derecho Internacional Privado.
-Eso
fue en julio -comentó el viejo-. Recibí inusuales felicitaciones de mi familia,
como si de pronto se hubiera reavivado su interés por mi carrera. Después
entendí que en realidad estaban contentos por lo que había pasado a comienzos
de ese mes. No te imaginás cómo estaba de exultante mi papá.
No
hacía falta ningún adivino para entender ese comentario: el 1 de julio de 1974
moría el presidente de la Nación, Juan Domingo Perón.
En
diciembre aprobó Sociología y Derecho Administrativo I. Fue el mejor año en la
facultad, después de dos décadas de inconstante voluntad. En agosto del 75, con
una calificación sobresaliente en Derecho Constitucional II, Lolei ratificó que
el esfuerzo no había sido en vano y como broche al primer paso de su carrera,
recibió el título de Procurador.
Desde
entonces, el prestigioso diploma otorgado por la Universidad Nacional de La
Plata, hermosamente enmarcado detrás de un vidrio, descansó dentro del enorme
ropero de la casa de su tía Julia.
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(XXXII)
Para: Hugo Cavalcanti
Palacios
Academia
de Idiomas Gref
Calle
Santa Engracia 62 4°
Madrid
– España
De: Alan Rogerson
Chez Pazinette
Cidex 307/1
33950 – Lège-Cap Ferret
France
11
Février 1985
Querido Hugo:
Perdóname
por no haberte escrito desde hace mucho tiempo, pero no sabía dónde te
encontrabas, si en Madrid o en Argentina. Por eso llamé a Mme. Chardy. Espero
que vayas bien. Siento que no hayas podido volver a tu país, ¿qué ocurrió?
Mi
hermana me dijo que había recibido tu carta, pero todavía no me la ha mandado.
Pasé las fiestas en Manchester. Llevé a un chico francés. La pasamos muy bien,
cogiéndonos pedos todos los días. Así derroché todo el dinero que tenía y nos
volvimos a dos velas. Después fui a buscar trabajo en el País Vasco, San
Sebastián, etc, pero no había nada. Aproveché mi estancia para cogerme mis
buenos pedos. Me gasté todo el dinero que tenía. Intenté encontrar en Burdeos y
nada. Estaba en casa de un amigo. Di una vuelta por todas las academias y no
salió nada. Estaba chungo y a punto de volverme a Inglaterra.
Entonces
me llamó el jefe de una escuela y me contrató. Trabajo dos días por semana y
saco 5.000 francos por mes, que serían unas 50.000 pesetas. Doy clases a unos
niños que no quieren aprender el idioma y eso no me gusta. Prefiero dar clases
a adultos, son más formales. Tendré que aguantar.
Ahora
busco alojamiento en Burdeos. Ya no estudio castellano. Tengo pereza. Mis
estudios de portugués tampoco avanzan: cojo un libro, lo ojeo y lo tiro. Paso
más tiempo pensando en lo que haré. Me quedaré unos meses en Burdeos y después
no sé. Si sigo trabajando tendré vacaciones en abril y me gustaría volver a
verte. Te echo de menos, mi mejor amigo. Tal vez tenga otros amigos, pero
dondequiera que esté estaré pensando en ti.
Te
doy un abrazo muy muy fuerte. Escríbeme pronto, tu amigo
Alan
PS: Te
regalo un cuentito, espero que te guste. Se intitula
“Gran
pelea entre dos plomos”
Un
día recibí una llamada. La persona se llamaba Vinicio, alias ‘Cojones
Redondos’. Me dijo que Hugo Cavalcanti había amañado las elecciones de la
Academia y que él era aún más plomo que
Hugo. No le creía, y entonces fui a averiguar. En la calle Santa Engracia la
gente hablaba de calumnias y que Hugo ‘Chupasostenes’ iba a partir la cara a
‘Cojones Redondos’.
Vi
un cartel que decía ‘La batalla de los plomos’. Me acerqué al recinto donde iba
a tener lugar la pelea. Había muchísima gente. Vi a los hinchas de Hugo, unas dos
mil personas, todas borrachas, gritando ‘Pedo, Borracho, Hugo es más plomo’.
Luego vi la hinchada de Vinicio, todos estaban muy tranquilos, leyendo libros
para niños. Había silencio.
Entró
Hugo, casi en pelotas, un sostén en la cabeza, unas bombachitas rojas, medias
amarillas y una capa donde se leía ‘Yo me cojo muchos pedos’ en letras azules.
Llevaba una botella en la mano y daba traspiés. Los hinchas se pusieron de pie
y comenzaron a cantar el himno, levantando una botella. Cantaron dos veces
‘Vivan las buenas borracheras’.
Luego
entró Vinicio, también en pelotas, con una braga en la cabeza, medias rojas,
una capa blanca con las palabras ‘Yo escribo libros para niños’. Vinicio cogió
el micrófono y dijo: ‘Soy el más plomo, y Hugo es abstemio’. Al escuchar este agravio,
Hugo le dio una patada en los cojones, y con gesto victorioso, bebió un trago.
Dijo a todos: ‘Hago bostezar a mis alumnos’. Vinicio se levantó y se puso a
sofocar a Hugo con el sostén que este llevaba en la cabeza. Le quitó la botella
y la colocó en su polla. Hugo gritó: ‘me cago en mis bombachitas’. Le quitó la
botella a Vinicio y se la introdujo en el culo. Vinicio se tiró un pedo y la botella
salió como una bala; le pegó en la cabeza a Hugo. Se cayó, se levantó, cogió la
botella y echó un trago. Volvió a metérsela en el culo a Vinicio. Luego se
quitó el sostén, lo chupó dos veces y empezó a sofocar a Vinicio. Este decía
‘¡basta, basta, tú has ganado!’
Hugo
estaba extenuado, tirado en el suelo. Se levantó y la hinchada festejó. ‘Hugo
es el vencedor’, ‘Patoso, paleto, plomo, cógete otro pedo’, gritaban. Pregunté
a un hincha si Hugo se había desmayado. ‘En absoluto –me contestó- tiene un pedo
bien gordo’. Vinicio, llorando, dijo que no daba más clases, que iba a seguir
escribiendo libros para niños: ‘¡Lo admito: Hugo es el profesor más plomo y
aburrido de la Academia, pero yo soy el segundo!’
Fin
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