sábado, 2 de abril de 2016

Lolei. Memorias de lo inconfesable (32)




CAPITULO
32




El viernes 25 de mayo de 1973, el diario platense El Día publicó un nuevo artículo de Lolei, otro esmerado trabajo surgido de las investigaciones sobre los antepasados de su familia política. El texto indagaba aspectos menos conocidos de Aristóbulo del Valle y sus vínculos familiares, que tenían entonces escasa relevancia en los trabajos biográficos del político.
Lolei me comentó que se valió de los beneficiosos aportes de Marta del Valle, sobrina de don Aristóbulo y prima de Lola, con quien mantuvo una estrecha relación, más allá del parentesco. Marta, también muy interesada en su historia parental, lo dotó de material de primera mano o libros que relataban la trayectoria de su tío, a los que ella aprobaba o criticaba con extensas y precisas anotaciones en los márgenes de las páginas.
El artículo se tituló “Una histórica partida de nacimiento: Aristóbulo del Valle y Julia Tejedor” y está acompañado de un retrato a una columna del político.
Relata lo siguiente:




“De los trabajos biográficos escritos sobre el Dr. Aristóbulo del Valle, ninguno menciona el nombre de su esposa, ni siquiera que el ilustre tribuno fuera casado. Su matrimonio, realizado en Buenos Aires, reviste la curiosa coincidencia de convertirlo en sobrino de quien habría de ser, con el correr del tiempo, su irreconciliable opositor político.
“En el libro 5 de Matrimonios, folio 128, de la Iglesia de Monserrat, se registra la siguiente partida:
“En 19 de octubre del año del Señor de 1865, habiendo el Sr. Provisor y Vic° Gral. Dispensado las tres conciliares menciones sobre el matrimonio que libremente (como consta del boleto N° 955 que se registra en este archivo), intentaba contraer D. ARISTOBULO DEL VALLE, de 20 años de edad, natural de Buenos Aires, hijo legítimo de D. Narciso del Valle, natural de Buenos Aires, y de Da. Isabel Valdivieso, natural de Buenos Aires, con Da. JULIA TEJEDOR, de estado soltera, de edad 25 años, hija legítima de D. Martín Tejedor y Da. Jerónima Monterroso, natural de Buenos Aires, no habiendo resultado impedimento alguno canónico, y estando hábiles en la doctrina cristiana y dispuestos a la Confesión y Comunión Sacramental, enterado en su libre y espontáneo consentimiento el Pbro. D. Cayetano Misente, Teniente Cura de esta Iglesia, lo desposó por palabra de presente in facie Ecclesiae, según la forma ritual, siendo testigos don Carlos Tejedor, de 48 años de edad, domiciliado en la calle San Martín y Da. Isabel Valdivieso, de 40 años de edad, natural de Buenos Aires, domiciliada en la calle Venezuela n° 461. Y en señal de verdad lo firmamos. El cura de la Parroquia: Manuel Velarde”.
“La novia, bautizada en la misma iglesia el 24 de enero de 1845 (libro 7 de Bautismos, folio 287), había nacido el 29 de noviembre de 1844, de manera que al casarse contaba también con 20 años y no 25, como por error se asienta en el acta transcripta. Muertos los padres en 1859, Julia y su hermana menor, Dolores, fueron criadas y educadas como hijas por el tío paterno, Dr. Carlos Tejedor, y su esposa Da. Etelvina Ocampo y de la Lastra.

Federales y Unitarios
“¿Habrá sido del agrado del Dr. Carlos Tejedor la elección de su sobrina? Muy lejos estaba el novio de ser un buen partido para una joven como Julia, criada con todos los halagos y comodidades que la posición y económica y social que su tío podía brindarle. Aristóbulo del Valle ocupaba en ese entonces el modesto empleo público de Escribiente 1° en las oficinas de la Contaduría General de la Nación, con cuyo sueldo costeaba sus estudios de abogacía, que finalizó recién en 1869.
“Pero además Aristóbulo era hijo del Coronel Narciso del Valle, Edecán del Gobernador Juan Manuel de Rosas, de quien era ferviente partidario.
“Al producirse la revolución de 1839 para derrocar al Restaurador (siendo uno de los conspiradores Carlos Tejedor), el Coronel del Valle y su ayudante, el joven Capitán Juan Florencio Monteagudo y Echeverría, organizaron las milicias que sofocaron el levantamiento en Dolores. En Buenos Aires, frustrado también el movimiento, Tejedor fue a parar a la cárcel, hasta que, indultado por Rosas, se exilió del país y no regresó hasta después de Caseros.
“¿Cuáles serían los sentimientos del enérgico y voluntarioso Dr. Carlos Tejedor hacia su sobrino político? Más aún, muerto el Coronel del Valle el 6 de agosto de 1849, la madre de Aristóbulo casó el 5 de junio de 1850 con el capitán Monteagudo y Echeverría, cuyo hermano Eleuterio había contraído matrimonio en 1837 con Da. Balbina Josefa Elordi y Maza, nieta del Dr. Manuel Vicente de Maza, distinguido miembro del partido federal y a la sazón presidente de la Legislatura. Del primer hijo varón de este matrimonio fueron padrinos D. Juan Bautista Ortiz de Rozas (primogénito del Gobernador) y su esposa Da. Mercedes Fuente y Argibel (prima hermana de Da. Encarnación Ezcurra de Rosas)
“No es extraño suponer que el joven Aristóbulo –con demasiada tradición federal en la familia- haya despertado poca simpatía en el unitario Dr. Tejedor, a cuyas convicciones políticas sumaba el recuerdo de sus tíos Dionisio y Nicolás. El Mayor Dionisio Tejedor, Ayudante de Campo del General Paz, fue alevosamente asesinado  desde una azotea el 23 de junio de 1829 al entrar a Córdoba, mientras llevaba en la mano una bandera parlamentaria para intimar la rendición de las fuerzas de Facundo Quiroga, que había ocupado la ciudad. Por su parte, Nicolás Tejedor fue “uno de los jóvenes más entusiastas por la causa de la libertad, abandonó al azar de una causa sin suerte su vida, intereses y porvenir. Partió para el ejército y luego le tocó morir entre los soldados de Lavalle, por las mismas causas que su hermano había caído al lado del General Paz”, según cuenta Ángel Carranza en su “Bosquejo histórico acerca del Dr. Carlos Tejedor y la Conjuración de 1839.
“Enemigo de Rosas fue también el Dr. Pastor Obligado y Tejedor, primer gobernador constitucional de la provincia de Buenos Aires.

La personalidad de Julia Tejedor
“Lo cierto es que Julia Tejedor aceptó enamorada al joven estudiante de Derecho que sólo contaba con un modesto empleo público, y mantuvo inalterable el afecto de la unía a sus tíos –y padres de crianza-, a quienes visitaba con asiduidad. Los avatares políticos que enfrentaron a estos dos grandes hombres públicos –del Valle y Tejedor- no influyeron en sus sentimientos.
“Cuando con motivo de su muerte –el 11 de abril de 1918- las crónicas sociales del periodismo pusieron de relieve su personalidad, su distinción y su prosapia patricia, un solo diario destacó un aspecto de Da. Julia Tejedor que vale la pena tener en cuenta: “…compartió con del Valle los duros comienzos de una vida que no fue holgada ni menos cómoda para el ilustre hombre político que conquistó su posición y fijó su porvenir con el esfuerzo perseverante de su trabajo. Fue ella la compañera consoladora y enérgica de las horas difíciles y angustiantes de la incertidumbre juvenil, y en muchas ocasiones fue ella quien tuvo en sus manos el libro en el que del Valle aprendía y a la vez le animaba con su palabra y su fe en el porvenir (…) Sería difícil poder decir de aquellos tiempos, cuanto debía del Valle en el comienzo de su vida, a su propio esfuerzo o a la energía de su compañera…” (El Diario, 12 de abril de 1918)
“La vida mundana de Julia Tejedor comenzó años después de su casamiento, cuando su marido consolida una posición económica holgada y se convierte en un político expectable. Fue entonces ella una persona culta y refinada que compartió todos los gustos y las inquietudes de Aristóbulo: el interés por la política, su afición artística y los viajes a Europa. E hizo el papel de exquisita anfitriona en un hogar visitado continuamente por personalidades del mundo político y social.

del Valle y Tejedor
“Unidos por un parentesco cercano –nunca mencionado- estos dos hombres notables aparecieron siempre en terrenos políticos opuestos. Así, en 1876, con motivo de las elecciones para gobernador y vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, dos fórmulas opositoras se presentan en pugna por la primera magistratura bonaerense: Carlos Tejedor-José M. Moreno y Aristóbulo del Valle-Leandro N. Alem. Triunfó la primera.
“La revolución de 1880 los enfrenta nuevamente. Tejedor, gobernador de Buenos Aires y candidato a la presidencia de la Nación, se levanta en armas contra el presidente Nicolás Avellaneda, que prohijaba la candidatura del general Julio Argentino Roca. Del Valle, presidente del Senado, apoya al gobierno nacional en contra de Tejedor, a quien esta vez le tocó perder, renunciando a su cargo de gobernador y retirando su candidatura a la presidencia.
“En esa revolución de 1880, que dejó en Buenos Aires un saldo de más de 5 mil muertos, también combatió a favor del gobierno nacional el Tte. Cnel. Florencio Monteagudo –hermanastro de Aristóbulo del Valle- como 2° Jefe del Regimiento 12 de Caballería. Un año después, en 1881, este militar contrajo matrimonio con Dolores Tejedor, hermana de Julia y la sobrina menor del Dr. Tejedor.
“Cuando el 29 de enero de 1896 falleció repentinamente el Dr. Aristóbulo del Valle, su esposa abandonó definitivamente la vida social, imponiéndose un voluntario  retiro en su hogar. Da. Julia Tejedor de del Valle falleció en Buenos Aires a los 73 años de edad, Al sepelio de sus restos, realizado en el cementerio de la Recoleta, asistieron el presidente de la República, el vicepresidente, ministros y numerosos actores del mundo político y social porteño.
“(En La Plata residen dos sobrinas carnales del Dr. Aristóbulo del Valle: Dolores Monteagudo Tejedor de Marziali, a la vez sobrina carnal de Julia Tejedor, y Da. Noemí Bermejo Monteagudo de Hirschi, viuda del Dr. Jorge Hirschi, distinguido profesional platense, y sobrina del Dr. Antonio Bermejo, destacado jurisconsulto, político, legislador, ministro nacional y presidente de la Corte Suprema de Justicia desde 1905 hasta 1929, y quien durante la Revolución de 1880 combatió en las filas que apoyaron al Dr. Carlos Tejedor.)”



Por aquellos días, Lolei había reencaminado con éxito su carrera de Derecho. Desde hacía dos o tres años rendía alguna materia en condición de alumno libre, con logros dispares. Sus prioridades estaban centradas en su trabajo en el Ministerio y en su matrimonio, que no atravesaba su mejor momento.
Alguna noche se animó a confesarlo: “mi matrimonio nunca tuvo una etapa de plenitud; era una lucha casi diaria mantenerlo vivo. Había días fantásticos, semanas serenas, tardes tensas, noches lujuriosas, mañanas armónicas, meses insostenibles. Peleábamos mucho, siempre peleamos mucho. Yo cada tanto escapaba. Pero las evasiones con el tiempo perdieron efecto y cada vez tenían menos sentido. Tomar la decisión de terminar la carrera de abogacía fue una resolución que involucraba varias necesidades: una personal, relacionada con la obtención de un logro satisfactorio en una empresa iniciada hacía más de quince años, y otro que apuntaba a conformar aspiraciones familiares, las de la mía propia que ansiaba contar en sus filas con un hijo universitario, y las de mi esposa, que insistía en las posibilidades de nuevas alternativas laborales y económicas. A mí en el fondo ya no me interesaba ejercer como abogado, pero la sola ostentación del título podía abrirme nuevas puertas. Mientras tanto, el estudio me permitía tomar distancia de mi hogar y servir de excusa para aislarme cuando quisiera”.
A mediados del 68, un mes después del homenaje a Florencio Monteagudo en La Providencia, Lolei aprobó sin mucho brillo Historia Constitucional. Volvería a las aulas recién al año siguiente para rendir Derecho Civil III y IV, ambas con buen resultado.
En el 70 obtuvo un distinguido en Derecho Agrario y superó a duras penas Derecho Constitucional. “El tiempo me alcanzaba para rendir dos materias cada año, una a mediados y otra hacia el final. A ese ritmo, al cabo de dos o tres años estaría recibido”, calculó Lolei.
Pero en el 71 fue aplazado en Derecho Social en la mesa de julio, y debió rendir nuevamente en septiembre, donde sí aprobó. No se presentó en la instancia de diciembre. Y tampoco lo hizo durante todo el 72. Los fantasmas del abandono definitivo volvieron a rondar por su cabeza.
-Aquel año -recordó-, preparé un par de materias pero no me presenté. Había vuelto a beber con intensidad y estaba desganado. El tiempo libre lo ocupaba en la lectura o en las biografías. En esa época avancé mucho en la historia de don Aristóbulo-, se justificó.
En el 73 tomó impulso nuevamente y sobre el final de ese año hizo un buen examen para aprobar Derecho Civil V. Quedaban unas pocas asignaturas pendientes, y en un agitado año 74 rindió con éxito Filosofía del Derecho y dos días más tarde, Derecho Internacional Privado.
-Eso fue en julio -comentó el viejo-. Recibí inusuales felicitaciones de mi familia, como si de pronto se hubiera reavivado su interés por mi carrera. Después entendí que en realidad estaban contentos por lo que había pasado a comienzos de ese mes. No te imaginás cómo estaba de exultante mi papá.
No hacía falta ningún adivino para entender ese comentario: el 1 de julio de 1974 moría el presidente de la Nación, Juan Domingo Perón.
En diciembre aprobó Sociología y Derecho Administrativo I. Fue el mejor año en la facultad, después de dos décadas de inconstante voluntad. En agosto del 75, con una calificación sobresaliente en Derecho Constitucional II, Lolei ratificó que el esfuerzo no había sido en vano y como broche al primer paso de su carrera, recibió el título de Procurador.
Desde entonces, el prestigioso diploma otorgado por la Universidad Nacional de La Plata, hermosamente enmarcado detrás de un vidrio, descansó dentro del enorme ropero de la casa de su tía Julia.



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(XXXII)
Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
Chez Pazinette
Cidex 307/1
33950 – Lège-Cap Ferret
France

11 Février 1985
Querido Hugo:
Perdóname por no haberte escrito desde hace mucho tiempo, pero no sabía dónde te encontrabas, si en Madrid o en Argentina. Por eso llamé a Mme. Chardy. Espero que vayas bien. Siento que no hayas podido volver a tu país, ¿qué ocurrió?
Mi hermana me dijo que había recibido tu carta, pero todavía no me la ha mandado. Pasé las fiestas en Manchester. Llevé a un chico francés. La pasamos muy bien, cogiéndonos pedos todos los días. Así derroché todo el dinero que tenía y nos volvimos a dos velas. Después fui a buscar trabajo en el País Vasco, San Sebastián, etc, pero no había nada. Aproveché mi estancia para cogerme mis buenos pedos. Me gasté todo el dinero que tenía. Intenté encontrar en Burdeos y nada. Estaba en casa de un amigo. Di una vuelta por todas las academias y no salió nada. Estaba chungo y a punto de volverme a Inglaterra.
Entonces me llamó el jefe de una escuela y me contrató. Trabajo dos días por semana y saco 5.000 francos por mes, que serían unas 50.000 pesetas. Doy clases a unos niños que no quieren aprender el idioma y eso no me gusta. Prefiero dar clases a adultos, son más formales. Tendré que aguantar.
Ahora busco alojamiento en Burdeos. Ya no estudio castellano. Tengo pereza. Mis estudios de portugués tampoco avanzan: cojo un libro, lo ojeo y lo tiro. Paso más tiempo pensando en lo que haré. Me quedaré unos meses en Burdeos y después no sé. Si sigo trabajando tendré vacaciones en abril y me gustaría volver a verte. Te echo de menos, mi mejor amigo. Tal vez tenga otros amigos, pero dondequiera que esté estaré pensando en ti.
Te doy un abrazo muy muy fuerte. Escríbeme pronto, tu amigo
Alan

PS: Te regalo un cuentito, espero que te guste. Se intitula

“Gran pelea entre dos plomos”

Un día recibí una llamada. La persona se llamaba Vinicio, alias ‘Cojones Redondos’. Me dijo que Hugo Cavalcanti había amañado las elecciones de la Academia  y que él era aún más plomo que Hugo. No le creía, y entonces fui a averiguar. En la calle Santa Engracia la gente hablaba de calumnias y que Hugo ‘Chupasostenes’ iba a partir la cara a ‘Cojones Redondos’.
Vi un cartel que decía ‘La batalla de los plomos’. Me acerqué al recinto donde iba a tener lugar la pelea. Había muchísima gente. Vi a los hinchas de Hugo, unas dos mil personas, todas borrachas, gritando ‘Pedo, Borracho, Hugo es más plomo’. Luego vi la hinchada de Vinicio, todos estaban muy tranquilos, leyendo libros para niños. Había silencio.
Entró Hugo, casi en pelotas, un sostén en la cabeza, unas bombachitas rojas, medias amarillas y una capa donde se leía ‘Yo me cojo muchos pedos’ en letras azules. Llevaba una botella en la mano y daba traspiés. Los hinchas se pusieron de pie y comenzaron a cantar el himno, levantando una botella. Cantaron dos veces ‘Vivan las buenas borracheras’.
Luego entró Vinicio, también en pelotas, con una braga en la cabeza, medias rojas, una capa blanca con las palabras ‘Yo escribo libros para niños’. Vinicio cogió el micrófono y dijo: ‘Soy el más plomo, y Hugo es abstemio’. Al escuchar este agravio, Hugo le dio una patada en los cojones, y con gesto victorioso, bebió un trago. Dijo a todos: ‘Hago bostezar a mis alumnos’. Vinicio se levantó y se puso a sofocar a Hugo con el sostén que este llevaba en la cabeza. Le quitó la botella y la colocó en su polla. Hugo gritó: ‘me cago en mis bombachitas’. Le quitó la botella a Vinicio y se la introdujo en el culo. Vinicio se tiró un pedo y la botella salió como una bala; le pegó en la cabeza a Hugo. Se cayó, se levantó, cogió la botella y echó un trago. Volvió a metérsela en el culo a Vinicio. Luego se quitó el sostén, lo chupó dos veces y empezó a sofocar a Vinicio. Este decía ‘¡basta, basta, tú has ganado!’
Hugo estaba extenuado, tirado en el suelo. Se levantó y la hinchada festejó. ‘Hugo es el vencedor’, ‘Patoso, paleto, plomo, cógete otro pedo’, gritaban. Pregunté a un hincha si Hugo se había desmayado. ‘En absoluto –me contestó- tiene un pedo bien gordo’. Vinicio, llorando, dijo que no daba más clases, que iba a seguir escribiendo libros para niños: ‘¡Lo admito: Hugo es el profesor más plomo y aburrido de la Academia, pero yo soy el segundo!’

Fin

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