martes, 19 de octubre de 2021

Lo que surge "de la tierra"


 

Una serie de versiones no concluyentes sobre la vida de José de San Martín confluyen con aspectos conocidos de la historia para dar forma a esta ficción, que ensambla al padre de la Patria con nuestros pueblos originarios. “De la tierra”, reciente novela de Oppizzi  publicada por Nido de Vacas, fue presentada en Arrecifes.

 




(Arrecifes).- El escritor Juan José Oppizzi presentó en su ciudad un nuevo libro de su autoría: “De la tierra”, novela histórica publicada este año por la editorial rojense Nido de Vacas. El encuentro tuvo lugar el sábado 16 de octubre, ante un auditorio repleto, en la sede de la Sociedad Vasca de Arrecifes.

El autor estuvo acompañado por los historiadores Roberto León y Ernesto "Tito" Haristoy, de Carmen de Areco; por el editor y escritor Federico Riveiro, por la escritora y editora María Elena Sofía, y los músicos locales Juan Pablo Mujica y Marcos Giraudo, que amenizaron el encuentro con la brillante interpretación de varias piezas clásicas. 

“De la tierra” es una novela histórica que enlaza la figura de José de San Martín con pueblos originarios de la Mesopotamia y la Patagonia. El relato expresa una dinámica de cuadros que atraviesan desde las misiones correntinas hasta la conquista del desierto, que se desarrollan a través de sus hechos más terribles y exhiben el vínculo profundo del Libertador con los nativos.

En el transcurso de la velada, los oradores destacaron la calidad estética de la nueva obra de Oppizzi, y ofrecieron valiosas lecturas, desde lo literario, lo técnico y lo histórico, el rasgo sobresaliente sobre el cual el autor construyó esta ficción.



“De la tierra” es la vigésimosegunda publicación de Oppizzi, una obra que incluye novelas, cuentos, teatro, poesía, ensayo y aforismos. Algunos de sus trabajos recibieron distinciones, como su novela “Pobladores del témpano”, Primer Premio a la mejor obra narrativa del año 2000 por la Sociedad de Escritores de la provincia de Buenos Aires (SEP); las obras “In extremis” (novela) y “Reverso” (relatos), finalistas a la Faja de Honor 2018 de la misma entidad. También sus libros “La salida” (novela, 2019) y “Muy cerca” (cuentos, 2020) fueron finalistas en sus categorías y compitieron por la Faja de Honor de este año.

Para Nido de Vacas, este libro es el sexto de la colección Cicatrices de narrativa (en la cual Oppizzi publicó la novela “La Salida”), y uno de los siete libros publicados en 2021, entre los que se encuentran la traducción de Alejandro Elcoro a la pieza teatral “Sakuntala o el anillo del destino”, de Kalidasa; el poemario “Razón Maldita”, de Marcelo Baleriani; “Cuentos, que no son cuentos…”, relatos de Coca Jué ilustrados por Micaela Romera Jué; “Filosofía profana”, de Silvana Vignale; “Pueblos y parajes de Rojas”, de Hugo Silveira, y “Un año encerrado”, poemario de Paul Bravo de próxima aparición. 

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A continuación, reproducimos los principales discursos vertidos en el citado encuentro: los análisis de Ernesto “Tito” Haristoy y de Roberto León, y las declaraciones que el autor ofreció ante su público.

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Ernesto “Tito” Haristoy: 
“Un correlato con el devenir americanista”

Estamos aquí, felizmente, en Arrecifes para acompañar la presentación de un nuevo libro del amigo Juan José Oppizzi. El título, “De la tierra”, así, a secas, nos deja picando una primera pregunta, ya que de la tierra se podrá hablar infinitamente, sobre todo de sus (nos) habitantes humanos, de los cómo y los porqués en el transcurso del tiempo. De esto, la primera pregunta que nos surge es ¿de qué se tratará este libro?

“De la tierra” es una novela histórica, lo cual a su vez nos abre otro panorama de preguntas que solemos hacernos los lectores cuando tomamos un libro o nos interesamos por él. Como sabemos, una novela es una ficción, que a su vez se bifurca en distintos géneros y temáticas. El agregado “histórico” nos orienta al género al que pertenece y dentro de ese género, nos encontramos además con el trabajador de la pluma, quien nos acompaña en las vivencias del diálogo novelado. Veremos situaciones, tiempos, lugares y sobre todo una línea narrativa que, por vías de la ficción aplicada a largas dubitaciones (unos cuatro años), nos traza un paseo figurado y muy atinado, para mostrarnos, ilustrarnos, conmovernos (cualidad valiosa, porque es lo que finalmente apetecemos degustar cuando accedemos, por vía de los libros, al variado depósito de conocimientos, siempre tan enriquecedores en esta aventura del leer, el sentir, el pensar).

“De la tierra” es una parcialidad contemplativa de Yapeyú, la infancia de José de San Martín, su entorno, y esa marca cósmica invisible que se manifiesta en lo que algunos llaman destino, o signos de vida, pero que al final de una historia da como resultado el destello de nuevos orientes en el devenir de los tiempos.

Es extraño, pero tuve que abstraerme durante la lectura de este libro, tuve que ceder al vicio del mal lector que va al epílogo para satisfacer una inquietud. Y fue cuando el autor, imprevistamente, cambió el cuadro de situación y saltó adelante en el tiempo y en el espacio geográfico, agregando nuevos relatos. Es que ahí aparece, según mi parecer, una contemplación cósmica del hombre en la tierra, formando al final de cuentas, un correlativo antropológico del devenir americanista.

La vida de las grandes personalidades, las que por alguna razón asombraron al mundo, tienen su correlato en la posteridad, fenómeno este que actúa por distintas vías, ya sea por la historia de rigor, por la memoria oral, por la poesía. En todos los casos, cada aporte, cada mirada y cada entender siempre habrán de dejarnos la llave a nuevos espacios de libertades y emociones. Así es como encontramos que, respetuosamente, este libro contempla algunos aspectos rodeados de misterios y a la vez muy interesantes de la naturaleza de José de San Martín.

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Roberto León: 
“Una novela que humaniza a los personajes de nuestra historia”

 

Quisiera a referirme a tres aspectos de esta novela.

El primero está en algo que siempre aprovecho en estas circunstancias, y tiene que ver con la importancia de la lectura, y exagerar cuestiones tales como: “todo lo que tiene letras debe ser leído”. Alguna vez se ha dicho que lo que está escrito es verdad, y eso no es verdad; no necesariamente porque esté escrito es verdadero. Lo que sí nos proveen los libros son las palabras, el medio por el cual navega el pensamiento. No se puede pensar sin palabras; es como nadar sin agua. La gran virtud de los libros, entre tantas que les podemos adjudicar, es la de proveernos de palabras. Y con ellas poder bucear, en este mar de la vida, lo que está por descubrir. Cada descubrimiento que encontramos con las palabras, asociándolas, relacionándolas, nos enriquece y nos produce una satisfacción enorme.

Otra cuestión a la que quiero referirme es a la novela histórica, aprovechando que tenemos una en nuestras manos. Yo no sé cómo recuerdan ustedes; en mi caso los recuerdos son como instantáneas, fragmentos de un momento determinado, en general inconexos con los momentos siguientes. Por ejemplo, de mi infancia recuerdo a mi abuelo sentado conmigo en el corredor de una casa en el campo, mirando las estrellas y las luciérnagas, y algún diálogo tonto en el cual yo, siendo muy niño, le preguntaba siempre cuántas estrellas había y mi abuelo siempre respondía, creyendo que hacía un gran chiste, son cincuenta. Siempre respondía lo mismo porque yo siempre hacía la misma pregunta. Es decir, recuerdo esa ocasión, pero no logro recordar qué es lo que había ocurrido antes o qué ocurrió después de ese momento que está grabado en mi mente. El recuerdo se compone de fragmentos aislados; no hay secuencias como en los videos; tal vez porque los videos duran mucho y la memoria no logra almacenar todo, entonces almacenamos instantáneas, fragmentos.

La historia tiene la particularidad de documentar determinados aconteceres, determinados hechos y sucesos, y después de eso documenta otra cosa, quizás de otro momento o de otro lugar, y nada sabemos sobre lo que ocurre entre el primer suceso y el segundo. ¿Cómo era entonces la vida de esas personas?

Cuando el autor pensó escribir esta novela histórica, investigó mucho, y en este caso sabemos que fueron varios años de estudios, de rastrear y escudriñar para munirse de los elementos acreditados y acreditables con respecto a los sucesos históricos. Después empezó a hacer algo que me parece maravilloso: tejer un puente entre cada suceso y el hilo de la novela, hilvanando la historia que no conocemos, la que tuvo que imaginar, y que es como una costura que va juntando las instantáneas hasta convertirlas en un video. Y poco a poco, como por arte de magia, la historia cobra vida; los personajes son humanos y tienen una existencia que en las documentaciones históricas no suelen registrarse. Algunas novelas históricas me parecen maravillosas porque facilitan (si bien uno sabe de antemano que es literatura) la lectura y la comprensión de determinados sucesos históricos.

Me gustan las novelas históricas porque tienen la particularidad de ubicarme mejor en el tiempo; y también, por otra característica que implica el tercero de los aspectos a los que quería llegar: humanizar a esos personajes de la historia. Ya no son un cartón, son seres humanos.

Particularmente de este libro, hay un elemento que me atrapó desde el comienzo: el nombre de la obra, que a la hora de conceptualizar no es una cuestión menor. El nombre del libro nos obliga a pensar que estamos hablando de hombres y mujeres de acá, “de la tierra”. No son superhéroes de película, no provienen del pináculo de los dioses, ni del olimpo ni del paraíso; son personas como nosotros; son tan humanos, que están ligados a la tierra.

La interconexión se establece entre la idea del hombre de la tierra con el hombre americanista, con el aborigen, el hombre que ama y le rinde culto a la Pachamama, a la madre tierra; ese hombre, esa mujer, aparece en dos oportunidades cruciales en esta novela: en la primera parte, cuando la historia de una mujer guaraní entra en juego; y luego, en la segunda parte, cuando nuestros aborígenes del sur vienen a complementar esta historia en un tiempo futuro, referenciando nada menos que a nuestro héroe nacional, que resulta ser también un hombre de esta tierra.

Esta idea “de la tierra” nos proporcionará a todos, supongo, cierto grado de emoción, de pertenencia. La cuestión de pertenecer, no solo por el legado histórico o la nación que compartimos, de la cual somos ciudadanos, heredados de la gesta del general San Martín y tantos otros, sino también en la emoción de pertenencia por ser parte de la tierra, porque al igual que ellos, también nosotros somos de la tierra.

Ojalá que ese concepto pueda hermanarnos mucho más allá de las expectativas que tengamos.

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Juan José Oppizzi: 
“Transformé en ficción una serie de hipótesis sobre la vida de San Martín”

 

Este libro tiene una génesis larga. Podría decir que la semilla primordial la tuve sembrada cuando leí una obra que hablaba sobre San Martín y que no había sido escrito precisamente por un historiador; se titulaba “¿Conoce usted a San Martín?”; fue publicado en la década de 1980, y el autor era un famosísimo médico: René Favaloro. Es poco conocido ese libro y, pese a que su autor era tan célebre, no trascendió. Quiero creer que no sucedió por motivos especiales, aunque soy desconfiado. Me impactó, porque fue el primero que leí sobre José de San Martín con un enfoque diferente del que estaba acostumbrado. Como muchos, mi conocimiento escolar de la historia se nutrió de la línea Mitre-Grosso-Constancio Vigil-Billiken; y aquí me encontré con documentación nueva, con cartas inéditas en las que se modificaban totalmente esos argumentos que yo conocía por formación.

Creo haber dicho, en la presentación del libro anterior, que vengo de una época en donde la historia, en la escuela primaria, se desprendía del Manual del Alumno Bonaerense, del “estudien de acá hasta acá”, repetir lo leído y una buena repetición significaba un diez. También creo haber mencionado que yo estaba acostumbrado a ese método de estudio.

En la escuela secundaria gocé del privilegio de tener como profesor, en varias materias, al doctor Carlos Luis Merlassino, una personalidad sobresaliente, un señor que fue un prócer de nuestra ciudad. En segundo año pasé a dar lección, luego de haber estudiado “desde acá hasta acá”, como era mi costumbre. Expuse impecablemente; cuando terminé, miré al doctor esperando su aprobación; entonces él me posó la mirada, una mirada muy serena, y me dijo: “¿y usted qué opina?” Entonces yo no supe qué responder; no estaba acostumbrado a opinar, por formación. A mí nunca se me había pedido que opinara sobre nada de lo que estudiaba. Ahí empecé a aprender a opinar, y a tener una interpretación propia sobre las cosas; a veces equivocada, a veces acertada, pero propia.

El libro del doctor René Favaloro me sembró una semilla importante. Recuerdo, por ejemplo, que desmentía algo que nosotros estudiamos de manera muy saliente, como aquel  famoso brindis ocurrido cuando San Martín vuelve de Perú. Luego de pasar a Chile, donde le hicieron un recibimiento importante, él declaró “en tanto tiempo hemos cruzado los Andes, hemos cruzado por mar y hemos vencido a los realistas en Perú…”. La versión de Favoloro, basada en documentos del propio San Martín, dice que él rechazó todo homenaje. Es cierto que se le preparó un banquete oficial, pero cuando él llegó y vio esa mesa servida, con cubiertos de plata, dijo “no, esto se manda a fundir para reunir fondos para la campaña, yo no puedo participar de un derroche semejante, cuando al pueblo le estoy pidiendo un sacrificio”. Ese fue uno de los tantos puntos que llamaron mi atención.

Con el tiempo fui encontrando elementos llamativos, no necesariamente reales, sino basados en hipótesis. Uno, novedoso, y que provocó un escándalo, fue dicho por una señora llamada Joaquina de Alvear y Quintanilla. Al final de su vida, ya anciana, escribió sus memorias. Y en el encabezamiento de esas memorias, usó una pequeña frase que provocó un revuelo, generó una controversia terrible. La frase dice lo siguiente: “Yo, Joaquina de Alvear y Quintanilla, hija de don Carlos María de Alvear y nieta de don Diego de Alvear, y por lo tanto sobrina carnal del Libertador José de San Martín, por haber sido hijo este de mi abuelo don Diego de Alvear y de una india guaraní”. Esta sentencia cambió el panorama para los historiadores y empezó una polémica furibunda, que aún no termina, por una sencilla razón: jamás se encontró el acta de bautismo de José de San Martín. Nunca fue hallada. Todo lo que se sabe de sus datos personales se han sacado de declaraciones propias; al enrolarse en el ejército español, o al casarse, dejó manifiesto que tenía tantos años, pero el problema es que a lo largo de su vida, en distintos momentos, va diciendo, por ejemplo: “hoy, a mis cincuenta años…”, y si se coteja ese momento no coincide con la fecha de 1778, fijada como fecha de su nacimiento; a veces es anterior; otras, es posterior. Así, hay no menos de cinco versiones distintas sobre su edad. Lo cual lleva a suponer la existencia de ciertas imprecisiones en torno a eso.

A mí se me ocurrió, entonces, transformar esa hipótesis en una ficción. Así, pues, decidí investigar por mi cuenta. Entre las instancias de la investigación, viajé hasta Yapeyú. En averiguaciones y charlas con los lugareños, mi primera sorpresa fue al ingresar al museo de Regimiento de Patricios, el único existente fuera de la ciudad de Buenos Aires (frente a la plaza del pueblo se encuentra el templete que protege los restos de lo que fue la casa natal de José de San Martín). Recorriendo el lugar, encontré el pabellón “dedicado a doña Rosa Guarú, nodriza del Libertador”. No es usual que en un museo dedicado a un héroe nacional se dedique un pabellón a su nodriza. Me pareció sugestivo. Averigüé en el folclore del lugar y recogí versiones que coinciden con la de Joaquina de Alvear; aunque no dejan de ser versiones, sin elementos documentados que lo demuestren. Es decir, es tan creíble que sea el hijo de Juan de San Martín y de Gregoria Matorras como que sea hijo de Diego de Alvear y de Rosa Guarú; no hay constancias efectivas que alimenten una u otra hipótesis.

Por lo tanto el debate sigue. Y siguió tan intensamente que la familia de Alvear pidió un estudio de ADN; los Cristaldo, una familia descendiente de Rosa Guarú, apoyaron el pedido. Es importante señalar que no era necesario intervenir el sepulcro ya que en el Museo Histórico Nacional hay cabello de San Martín para practicar el examen. Pero hubo un recurso de amparo (de parte del Instituto Nacional Sanmartiniano) que suspendió el examen, de modo que la polémica continúa abierta.

En definitiva, el origen incierto me pareció un tema interesante para desarrollar en una ficción: lo que podría haber sucedido de haber sido de tal modo.

También hubo un episodio que me permitió estructurar esta novela en tres partes. Además de esa hipotética relación con el pueblo guaraní, San Martín tuvo un encuentro interesante, antes de cruzar la cordillera, en el valle de Uco, al sur de la ciudad de Mendoza. Él se reunió con un grupo de lonkos araucanos. Existen muchas versiones sobre esa reunión; la historia clásica menciona que allí San Martín pidió colaboración para el cruce de los Andes, ya que necesitaba logística de gente que conociera perfectamente el territorio; si bien él ya contaba con baquianos, la gente de la tierra tenía mayor conocimiento del terreno, de las condiciones climáticas, etc.

Yo encontré la punta del ovillo en un monasterio ubicado en Los Toldos; allí existe un documento en el cual se describe el poncho que viste San Martín en la tapa de mi libro, y el significado de dicha prenda. Se indica que le habría sido otorgado por el grupo de lonkos como un homenaje. Investigando más sobre el tema, me pregunté a causa de qué se le rinde un homenaje en lo que parece ser una reunión diplomática. En realidad, no había sido un encuentro diplomático, ya que el propio San Martín le escribe a Tomás Guido, y de su puño y letra conocemos que se trató de una reunión ritual; que él va solo en compañía de un asistente y un lenguaraz, y gracias a esas presencias sabemos algo de que lo ahí ocurrió. En esa reunión hubo una meditación, de cerca de media hora de duración, en silencio; los lonkos cavilaron después de escuchar a San Martín, y resolvieron, por mayoría, apoyarlo. Cuando se produce esa resolución, el grupo de lonkos supuestamente se acercó y le regaló el poncho, que hoy se exhibe en el Museo Histórico Nacional. Le dijeron que esa prenda se les otorgaba a los iluminados, desde el punto de vista de sus creencias. Y lo catalogaron con una palabra que tiene un significado especial: toqui, “gran jefe guerrero”.

Investigué los símbolos del poncho, que no son meros adornos sino que cada uno carga con un significado preciso. Tuve que indagar en varias fuentes, hasta que encontré un libro de un autor chileno que analiza, punto por punto, los emblemas. A partir de ahí se me ocurrió trazar un vínculo ficticio entre San Martín y los aborígenes, usando ese gancho. También el testimonio de la propia Joaquina de Alvear y Quintanilla, que lo visita a San Martín en Francia y nos deja de ese encuentro una impresión especial, utilizando un adjetivo solo en todo lo que ve de él: grande. “Grande en su estatura, grande en su moral, grande en su generosidad”. La pobre Joaquina terminó acusada de loca, confinada en una estancia, con una demanda de parte de su marido para pasar a administrar sus cuantiosos bienes. Dentro de la bolsa de acusaciones acerca de su locura, se encontraba su testimonio sobre San Martín.

El proceso de investigación, que demandó mucho tiempo, me llevó también hacia el sur, hacia la Patagonia, para conocer algunas comunidades aborígenes del lugar. Necesitaba indagar más a fondo las simbologías; qué era un toqui o un lonko, que, contrariamente a lo que supone la generalidad, no es una autoridad política sino una autoridad espiritual. Me costó entender esta diferencia al principio, y tuve que hablar con gente de la comunidad, para llegar a explicarlo en la historia usando un lenguaje accesible. También averigüé sobre mitos y leyendas, lo simbólico y el trasfondo real de cada historia: costumbres, vestimentas, arquitectura de la época, medios de transporte, mediciones del tiempo y del espacio, es decir, nociones totalmente diferentes de las versiones europeas que utilizamos nosotros.

A grandes rasgos, este es el panorama que motivó la escritura de esta novela. Ahora queda a criterio de los lectores la evaluación de este trabajo. Repito: solo transformé en ficción una serie de hipótesis e hice la unión de esos pantallazos. Lógicamente hay intimidades de los personajes que son imposibles de conocer, y que nadie conoce. Por eso la tarea de fabricar la unión de todos esos elementos y conducir al lector a esta historia.

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Fotos: Ariela Bolzan y Mariángeles Tévere

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De la tierra
Juan José Oppizzi

Nido de Vacas, 2021. 
Colección: Cicatrices/6

21 x 14,8cms. 106 páginas.

Edición: Federico Riveiro. Colaboración: Ezequiel Evangelista y Ludmila Padilla. Ilustraciones y arte de portada: Alejandro Pérez Vivero.

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