domingo, 20 de marzo de 2016

Libros amigables (1)


Selfie

(Ulises Cremonte)



Selfie, de Ulises Cremonte, es uno de esos libros breves que consumís de un solo aliento, sin levantarte de la cama ni para ir a prender un cigarrillo. El relato tiene la virtud de encerrarte rápidamente en sus palabras. Te obliga a permanecer ahí, porque se despliega con un lenguaje llano y ameno, sin contorsiones ni rimbombancias. El autor parece jugar con el placer de entretejer historias pequeñas de otros y llevarlas a una dimensión donde el autorretrato termina definiendo los enigmas del narrador. En el prólogo de la obra, Juan José Becerra lo define mucho mejor:
“Un profesor describe los perfiles de las personas que frecuenta en las redes sociales. El grado de distancia y cercanía con cada una de ellas es inestimable porque son, al mismo tiempo, un enigma individual y una proclama.
“Desvío actual de la vieja tradición de mirarse a sí mismo, la selfie es un modo de hacerse ver en el teatro cada vez más público de la intimidad. Pero a diferencia del autorretrato clasicista, no es una composición sino una toma. ¿Dónde está el interior de la imagen, y que hay en él?
“La diferencia entre el punto de partida de Selfie y su punto de llegada es la del abismo que separa el acto de ver del acto de confesar. En ese transcurso, la escritura de Cremonte, sólida y vaporosa como la realidad de un sueño, nos ofrece un libro y nos da otro”.
Selfie forma parte de la colección narrativa “Sinfonía Emergente” de la editorial platense Club Hem, que este año está presentando además una serie de poesía “Ojo de Tormenta”.


Facebook: Club Hem Editores



Fragmento de la obra

“Conviví con dos mujeres. La primera fue hace tanto que solo recuerdo lo mal que cogíamos y que cocinaba muy bien. La segunda fue la madre de mi hija. Estuvimos cinco años juntos y me dejó por un DJ que tenía un video club que quedaba frente a la cervecería más conocida de La Plata. Por esa época fui a almorzar ahí con mi hija. Nos sentamos en las mesas de afuera y ella me dijo que en el negocio de enfrente atendía el novio de su mamá.
La mayoría de las mujeres con las que después estuve fueron ex alumnas. Parte de mi éxito lo debo a que la materia de la cual soy adjunto pasó de ser anual a ser cuatrimestral. Es el tiempo justo para que el encantamiento docente haga mella. La extensión de dos cuatrimestres muchas veces terminaba por aburrirlas. Y a mí también.
La última vez que me enamoré lo pasé bastante mal. Siempre mi mayor temor es que me dejen de querer. Así no se puede estar, aunque durante un tiempo la cosa funciona. Yo trato de hacer todo lo que ellas me piden, pero mientras tanto germina dentro de mí un, cada vez más inocultable, resentimiento. “Encima que hago todo esto me vas a dejar de querer”. Cuando quiero ser, al menos, un poco más auténtico ya es tarde. Ahora pienso que es muy difícil que pueda volver a convivir con alguien y mucho menos que me vuelva a enamorar. Típico del duelo, ¿no? Los días que no viene mi hija  a casa me dedico a comer y a tomar Fernet Branca con agua tónica. De postre, un cuarto de helado de Kukú. No es que me deprima, aunque paso esas horas como si fueran un feriado. Hay algo que entendí: ya está, no creo que haya mucho más que esto. De acá, al final de mis días las cosas van a ser así. ¿Por qué habría que esperar algo más? Pero no me quejo. Mi único temor es que no quiero terminar como mi mamá.”


(Selfie. Ulises Cremonte, Club Hem Editores, La Plata, 2015. p.68-70)

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