CAPITULO
26
Los
nuevos intereses sociales le llegaron al viejo de la mano de su unión con Lola
Monteagudo Tejedor, con quien se había casado el 31 de enero de 1963 en el
Registro Civil de La Plata y un día después en la Parroquia San Ponciano. Los
esponsales celebraron su luna de miel en Mar del Plata, debido al poco tiempo
que disponían para reincorporarse a sus respectivas obligaciones. No hubo noche
de bodas a la manera tradicional.
La
veta artística y el interés por el estudio de los antepasados se fueron
mezclando con una llamativa escrupulosidad y el trabajo por recabar datos
perdidos de la historia familiar fue creciendo durante sus primeros años de
matrimonio, de la mano con la inestabilidad de la pareja. Sin embargo, para
esta tarea contaba con la invaluable colaboración de su cuñado Luis. Fue él en
realidad quien lo había entusiasmado. Y Lolei aprovechó el impulso de las
valiosas averiguaciones que Luis tenía archivadas desde antes de conocerse.
Tiempo
más tarde, cuando las cosas parecían estar mejor, hasta Lola se sumó al grupo
de investigadores y supo interesar a viejos amigos historiadores y
genealogistas en la empresa de buscar reseñas y testimonios de su propia
familia. Pero el mayor aliento hacia la operación siempre llegó de parte de
Lolei.
El
panorama laboral mejoraba, y también su matrimonio. Las crisis seguían pero ya
no con tanta frecuencia. Ninguna llegó al punto de repetir el día de la tetona.
El
primer día del año 67, fue ascendido al cargo de Jefe de División de
Programación (tipo B) del Departamento de Coordinación y Control de la
Dirección de Radiotelevisión Educativa del ministerio de Educación de la
provincia de Buenos Aires. El gobernador de facto Francisco Imaz dirigía la
provincia y el dictador Juan Carlos Onganía gobernaba la nación.
-Fue
un alivio en varios aspectos-, reconoció el viejo.
Mientras
tanto, la carrera de Abogacía seguía en pie: a fines del 66 logró aprobar
Derecho Procesal II y al año siguiente se eximió en Derecho Comercial II y
Derecho de la Navegación. Avanzaba poco a poco, sin apuros pero sin abandonar,
estudiando en los pocos momentos que sus numerosas actividades se lo permitían.
Lo
que nunca lo abandonaban a Lolei eran los miedos. Ya no sus antiguos miedos a
la muerte, a la soledad, a la indiferencia, al encierro, a la oscuridad, esos
temores que lo acompañarían hasta su último suspiro. Ahora nacía uno nuevo, de
naturaleza artística. Uno que sufren la mayoría de los hombres y mujeres que
deciden un día convertir el ejercicio de las letras en parte de sus vidas.
Miedo a ser malos, miedo a no ser reconocidos. Miedo a que sus esfuerzos queden
en el olvido. Miedo al ridículo. Miedo al fracaso. Miedo al desprecio. Miedo a
sentirse solo, a saberse incomprendido. Pero sobre todas las cosas, miedo a ser
mal escritor. Miedos irracionales, en definitiva, pero lo suficientemente
poderosos para conformar una burbuja tóxica en un ambiente dominado por las
apariencias. Entonces lograba contrarrestar los miedos con las apariencias. Y
en el torbellino de un círculo vicioso de simulaciones y dudas, tomaba oxígeno
en los comportamientos mundanos y macanudos, mientras respiraba en su interior
un aire intimidante y receloso. Intuía que el miedo paraliza y no estaba
dispuesto a dejarse dominar.
Si
el miedo a ser mal escritor trasponía las fronteras e invadía sus numerosos
proyectos, sabía que estaría perdido. Fue tal vez la única gran batalla que
activó para mantenerse a flote.
Y
en cierto modo, con altibajos y no por mucho tiempo, logró ganar.
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(XXVI)
Para: Hugo Cavalcanti
Palacios
Academia
de Idiomas Gref
Calle
Santa Engracia 62 4°
Madrid
– España
De: Alan Rogerson
Les
Viviers
Claouey
33950
- France
20
Mai 1984
Querido amigo Hugo:
Gracias
por tu carta, la recibí esta tarde. Te respondo enseguida por si mañana tengo
pereza.
Siento
mucho que no vayas a trabajar a la costa. Julio te ha hecho una putada que no
veas, ¿verdad? No le conocía como tú y no creía que fuera una persona
rencorosa, pero ¡qué cabrón es! De veras lo siento mucho, tío, porque sé que
Bernidorm te habría gustado y que habrías podido ganar unas pelas durante los
meses de verano. ¿Ahora qué harás? ¿Te quedas en Madrid durante el verano o
vuelves a la Argentina?
Te
escribí hace una semana, no creo que hayas recibido la carta. Pues entonces te
cuento lo que hago: durante la semana curro mucho y sobre todo no bebo, pero
los fines de semana me cojo unos pedos gordos. Voy a un bar a 1 kilómetro de
aquí, en bicicleta. La gente ya me conoce. El patrón me invitó y una vez que no
tenía dinero me dijo “no te preocupes” (primer paso para el crédito, ¿verdad?)
El
fin de semana pasado me enrollé con el primo del patrón; es un buen chaval, de
París. Fui a su casa, escuchamos discos. Yo me puse en pedo, por supuesto.
Vamos a comprar choco para fumar juntos. Este viernes saldremos con una
pandilla de amigos suyos. Me conocen también en otro bar. Los dueños son muy
majos y me tutean, algo raro en Francia.
Todavía
no he conseguido ligues, dado que no busqué mucho. Casi me enrollé con una
chica, una de las que me desnudó cuando yo cogí un pedo gordo. Los dos
terminamos en pedo, nos besábamos y al mismo tiempo hacíamos el pasodoble: un
paso para atrás, dos para adelante. No quiso follar conmigo. Nos despedimos y
ya está, no pienso que vuelva a verla. Qué lástima, ¿no?
Así
que tú y Ronnie sois amigos… pues ten cuidado, no me fío de él. No digo que sea
mala persona, pero está medio chalado. Vive en otro mundo, un mundo donde la
palabra amistad no existe; él nunca podría llegar a ser amigo mío, amiguete sí,
amigo no. Lo que te hizo fue una guarrada. Sólo te digo que tengas cuidado,
nada más.
Deberías
llevarte mejor con Vinicio, él es el profesor más aburrido de la Academia y tú
eres el peor profesor. Tenéis muchas cosas en común, así como alumnos
bostezando, roncando, durmiendo… Mme. Chardy debería poner un anuncio en El
País: “Tengan clases con Hugo el Plomo o con la especialidad de la casa,
Vinicio el Patoso”. ¿Qué te parece, amigo?
Te
cuento lo que haré después de mi estadía en Francia. Si todo va bien espero
estar en Madrid el 16 o 17 de septiembre, pero tengo la posibilidad de un
trabajo en el País Vasco, así que no sé. Entonces pasaré dos semanas en Madrid
y quisiera pasarlas contigo. Podemos ir a Portugal si quieres. Podría pagarte
el viaje, pues espero tener unas 50.000 pesetas cuando llegue.
Otra
cosa, muy importante. Si no vas a la costa, empezarás a experimentar los mismos
problemas que tuve yo, o sea, falta de clases. Si te encuentras en un apuro
quiero que me lo digas y te mandaré pasta. He ahorrado bastante dinero, así que
no habrá ningún problema si lo necesitas. La pasta está aquí conmigo, sólo hace
falta que me lo digas, ¿entendido?
Me
voy despidiendo. Te doy un abrazo muy grande, escríbeme pronto, siempre espero
tus cartas
Alan
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