jueves, 7 de enero de 2016

Lolei. Memorias de lo inconfesable (26)


CAPITULO
26

Los nuevos intereses sociales le llegaron al viejo de la mano de su unión con Lola Monteagudo Tejedor, con quien se había casado el 31 de enero de 1963 en el Registro Civil de La Plata y un día después en la Parroquia San Ponciano. Los esponsales celebraron su luna de miel en Mar del Plata, debido al poco tiempo que disponían para reincorporarse a sus respectivas obligaciones. No hubo noche de bodas a la manera tradicional.
La veta artística y el interés por el estudio de los antepasados se fueron mezclando con una llamativa escrupulosidad y el trabajo por recabar datos perdidos de la historia familiar fue creciendo durante sus primeros años de matrimonio, de la mano con la inestabilidad de la pareja. Sin embargo, para esta tarea contaba con la invaluable colaboración de su cuñado Luis. Fue él en realidad quien lo había entusiasmado. Y Lolei aprovechó el impulso de las valiosas averiguaciones que Luis tenía archivadas desde antes de conocerse.
Tiempo más tarde, cuando las cosas parecían estar mejor, hasta Lola se sumó al grupo de investigadores y supo interesar a viejos amigos historiadores y genealogistas en la empresa de buscar reseñas y testimonios de su propia familia. Pero el mayor aliento hacia la operación siempre llegó de parte de Lolei.
El panorama laboral mejoraba, y también su matrimonio. Las crisis seguían pero ya no con tanta frecuencia. Ninguna llegó al punto de repetir el día de la tetona.
El primer día del año 67, fue ascendido al cargo de Jefe de División de Programación (tipo B) del Departamento de Coordinación y Control de la Dirección de Radiotelevisión Educativa del ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires. El gobernador de facto Francisco Imaz dirigía la provincia y el dictador Juan Carlos Onganía gobernaba la nación.
-Fue un alivio en varios aspectos-, reconoció el viejo.
Mientras tanto, la carrera de Abogacía seguía en pie: a fines del 66 logró aprobar Derecho Procesal II y al año siguiente se eximió en Derecho Comercial II y Derecho de la Navegación. Avanzaba poco a poco, sin apuros pero sin abandonar, estudiando en los pocos momentos que sus numerosas actividades se lo permitían.
Lo que nunca lo abandonaban a Lolei eran los miedos. Ya no sus antiguos miedos a la muerte, a la soledad, a la indiferencia, al encierro, a la oscuridad, esos temores que lo acompañarían hasta su último suspiro. Ahora nacía uno nuevo, de naturaleza artística. Uno que sufren la mayoría de los hombres y mujeres que deciden un día convertir el ejercicio de las letras en parte de sus vidas. Miedo a ser malos, miedo a no ser reconocidos. Miedo a que sus esfuerzos queden en el olvido. Miedo al ridículo. Miedo al fracaso. Miedo al desprecio. Miedo a sentirse solo, a saberse incomprendido. Pero sobre todas las cosas, miedo a ser mal escritor. Miedos irracionales, en definitiva, pero lo suficientemente poderosos para conformar una burbuja tóxica en un ambiente dominado por las apariencias. Entonces lograba contrarrestar los miedos con las apariencias. Y en el torbellino de un círculo vicioso de simulaciones y dudas, tomaba oxígeno en los comportamientos mundanos y macanudos, mientras respiraba en su interior un aire intimidante y receloso. Intuía que el miedo paraliza y no estaba dispuesto  a dejarse dominar.
Si el miedo a ser mal escritor trasponía las fronteras e invadía sus numerosos proyectos, sabía que estaría perdido. Fue tal vez la única gran batalla que activó para mantenerse a flote.
Y en cierto modo, con altibajos y no por mucho tiempo, logró ganar.


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(XXVI)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
Les Viviers
Claouey
33950 - France

20 Mai 1984
Querido amigo Hugo:
Gracias por tu carta, la recibí esta tarde. Te respondo enseguida por si mañana tengo pereza.
Siento mucho que no vayas a trabajar a la costa. Julio te ha hecho una putada que no veas, ¿verdad? No le conocía como tú y no creía que fuera una persona rencorosa, pero ¡qué cabrón es! De veras lo siento mucho, tío, porque sé que Bernidorm te habría gustado y que habrías podido ganar unas pelas durante los meses de verano. ¿Ahora qué harás? ¿Te quedas en Madrid durante el verano o vuelves a la Argentina?
Te escribí hace una semana, no creo que hayas recibido la carta. Pues entonces te cuento lo que hago: durante la semana curro mucho y sobre todo no bebo, pero los fines de semana me cojo unos pedos gordos. Voy a un bar a 1 kilómetro de aquí, en bicicleta. La gente ya me conoce. El patrón me invitó y una vez que no tenía dinero me dijo “no te preocupes” (primer paso para el crédito, ¿verdad?)
El fin de semana pasado me enrollé con el primo del patrón; es un buen chaval, de París. Fui a su casa, escuchamos discos. Yo me puse en pedo, por supuesto. Vamos a comprar choco para fumar juntos. Este viernes saldremos con una pandilla de amigos suyos. Me conocen también en otro bar. Los dueños son muy majos y me tutean, algo raro en Francia.
Todavía no he conseguido ligues, dado que no busqué mucho. Casi me enrollé con una chica, una de las que me desnudó cuando yo cogí un pedo gordo. Los dos terminamos en pedo, nos besábamos y al mismo tiempo hacíamos el pasodoble: un paso para atrás, dos para adelante. No quiso follar conmigo. Nos despedimos y ya está, no pienso que vuelva a verla. Qué lástima, ¿no?
Así que tú y Ronnie sois amigos… pues ten cuidado, no me fío de él. No digo que sea mala persona, pero está medio chalado. Vive en otro mundo, un mundo donde la palabra amistad no existe; él nunca podría llegar a ser amigo mío, amiguete sí, amigo no. Lo que te hizo fue una guarrada. Sólo te digo que tengas cuidado, nada más.
Deberías llevarte mejor con Vinicio, él es el profesor más aburrido de la Academia y tú eres el peor profesor. Tenéis muchas cosas en común, así como alumnos bostezando, roncando, durmiendo… Mme. Chardy debería poner un anuncio en El País: “Tengan clases con Hugo el Plomo o con la especialidad de la casa, Vinicio el Patoso”. ¿Qué te parece, amigo?
Te cuento lo que haré después de mi estadía en Francia. Si todo va bien espero estar en Madrid el 16 o 17 de septiembre, pero tengo la posibilidad de un trabajo en el País Vasco, así que no sé. Entonces pasaré dos semanas en Madrid y quisiera pasarlas contigo. Podemos ir a Portugal si quieres. Podría pagarte el viaje, pues espero tener unas 50.000 pesetas cuando llegue.
Otra cosa, muy importante. Si no vas a la costa, empezarás a experimentar los mismos problemas que tuve yo, o sea, falta de clases. Si te encuentras en un apuro quiero que me lo digas y te mandaré pasta. He ahorrado bastante dinero, así que no habrá ningún problema si lo necesitas. La pasta está aquí conmigo, sólo hace falta que me lo digas, ¿entendido?
Me voy despidiendo. Te doy un abrazo muy grande, escríbeme pronto, siempre espero tus cartas

Alan

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