CAPITULO
24
Domingo
Cavalcanti asumió su banca a fines de abril de ese año y se hizo cargo de la
presidencia de la Comisión de Justicia e Instrucción Pública.
De
inmediato, junto a Ángel Roig, se reunieron con el intendente socialista Jorge
Lombardo, para ponerse a disposición y entender como intermediarios ante las
máximas autoridades provinciales y nacionales en toda gestión que redundaran al
bien común de la ciudad. Los legisladores se interesaron sobre la cesión de
cincuenta hectáreas de tierra comunal con destino a la provincia, para
construir una cárcel modelo tendiente a subsanar la ausencia de un
establecimiento de esa naturaleza. El proyecto no prosperó.
Interesado
en los progresos educativos, el diputado impulsó varias obras en distritos de
la sección y mantuvo frecuentes encuentros con el ministro de Educación
provincial, Dr. René Pérez, con quien plasmó además una relación personal de
respeto y admiración.
En
este contexto, propició el traslado del Instituto Mixto General Alvarado de
Miramar, que redundó en una notoria ampliación de la matrícula y grandes
beneficios para la localidad. También hicieron efectiva la entrega de más de
veinte subsidios a entidades de bien público de Mar del Plata, fondos
destinados a la ampliación de obras edilicias. Y compartió junto a autoridades
educativas, de la corriente ruralista Coninagro y la Asociación de Cooperativas
Argentinas de la iniciativa de comenzar a impartir el programa de enseñanza de
la materia Cooperación en las escuelas primarias bonaerenses.
El
diputado Cavalcanti acompañó al gobernador Anselmo Marini y sus ministros en la
visita a diversas obras públicas a lo largo de la provincia. En una larga
recorrida por los distritos de General Belgrano, Pila, Lezama y Chascomús,
destacó la capacidad de gestión del gobernador “para encontrar soluciones a las
urgencias de los vecinos, a través del diálogo y el contacto directo”.
Días
después se manifestó a favor del ministro de Gobierno, Eduardo Esteves, que fue
interpelado en la Cámara de Diputados por la actuación de la policía en una
protesta de conscriptos frente al concejo deliberante de Miramar, que terminó
con disturbios. “Es un hecho político, no policial, producto de un pleito interno”,
arguyó el diputado. Y sentenció sus dichos resumiendo que “en vez de traer
estos problemas vergonzosos a la Cámara, deberíamos ponernos a trabajar para el
bien de todos”.
Paralelamente
a su tarea como legislador, Cavalcanti cumplía con honorabilidad y solidez su
cargo como dirigente del partido en su ciudad, labor que le valía la aprobación
de sus correligionarios.
En
una reunión en Mar del Plata con el presidente del Comité
provincial de la UCRP, Raúl Alfonsín, a quien recibió junto a su coterráneo
y también legislador, Ángel Roig, se empezó a delinear un nuevo rumbo para el
partido, en el marco de las dificultades que se avecinaban a nivel nacional,
merced a las fuertes presiones emanadas desde los poderes económicos y las
fuerzas armadas.
El
doctor Alfonsín era un abogado de 39 años que había sido concejal en Chascomús,
diputado provincial durante los gobiernos de Frondizi y Guido y diputado
nacional bajo la presidencia de Illia. Como flamante titular del comité
provincial de la UCRP, ya se perfilaba como un cuadro de centro-izquierda que
empezaba a alejarse de la línea unionista y conservadora del balbinismo,
dirección que se acentuaría tras la caída del gobierno constitucional.
Hacia
esa posición de orientaba Cavalcanti,
que meses más tarde sería designado como delegado de la UCRP Nacional en
Catamarca para dirigir la etapa final de la campaña electoral, lo que dejaba
visible su posicionamiento dentro del partido y en el plano político.
“La
distinción conferida a nuestro convecino eleva así a una posición de
trascendencia nacional a un auténtico radical, forjado en las duras luchas que
no supieron de desmayos y que cobraron dimensiones singulares cuando ser
opositor a los gobiernos traía aparejada una gran dosis de heroísmo”, destacaron los matutinos
locales.
Pero
la convención en la provincia del norte finalmente no se haría.
La
última actividad como legislador de la que se tiene testimonio fue la
presentación de un proyecto de ley, en conjunto con su par Juan Carlos Maffía,
por el que se autorizaba al Banco de la Provincia de Buenos Aires para acordar
al Poder Ejecutivo un crédito destinado a la construcción e instalación de
establecimientos para alojar y reeducar a menores sometidos a proceso.
La
iniciativa se argumentaba sobre “la lamentable situación que se origina por la
carencia de institutos que puedan cumplir una tarea de verdadera readaptación
con los menores delincuentes, ya que al ser alojados en convivencia con
avezados malhechores, la tenencia por el Estado contribuye a una mayor
corrupción, con el grave problema que ello entraña para los damnificados y para
la sociedad”.
Una
semana después, el 28 de junio, devino el golpe militar de la Revolución
Argentina, que derrocaba a Arturo Illia de la presidencia de la Nación, de Anselmo
Marini de la gobernación y de Jorge Lombardo de la intendencia marplatense.
El
golpe de Juan Carlos Onganía, en su carácter de dictadura permanente, disolvió
los cuerpos legislativos, la Corte Suprema de Justicia y los partidos
políticos.
Pero
lejos de quedarse en lamentos, Cavalcanti, junto a varios dirigentes
marplatenses, participó de la reunión convocada por el Comité Provincial, que
con mucha discreción y a instancias del Dr. Raúl Alfonsín, se realizó en la
ciudad de Avellaneda. Tiempo después Alfonsín fue detenido por un breve tiempo
por haber pretendido abrir el comité.
Con
el tiempo fue estrechando sus contactos con los sectores de centroizquierda,
como el socialismo y comenzó a desarrollar, desde la Provincia de Buenos Aires,
un pensamiento socialdemócrata dentro del radicalismo, que tendría un
considerable impacto en la juventud. Rechazó expresamente la lucha armada como
camino de progreso social y apoyó la consigna “elecciones libres y sin
proscripciones”. La lucha dentro del
partido iba tomando nuevas aristas.
Para
Cavalcanti, entusiasta defensor de las formas democráticas y firmes
convicciones, pero a su vez un vehemente antiperonista, los caminos de
negociación fueron estrechando sus caminos y, ya debilitado moral y
físicamente, con 65 años a cuestas, fue cediendo terreno al paso de nuevas
figuras en la conducción del comité. Tomó distancia, mas sin abandonar la
pelea.
Era
respetado por sus pares, a tal punto que poco a poco fue transformándose casi
en una leyenda viviente del radicalismo marplatense y en fuente permanente de
consulta. Pero bajó notoriamente el perfil batallador que le valió su prestigio
y ya no tuvo mayor peso en las decisiones importantes. Participaba en actos
menores, reconocimientos y agasajos a correligionarios que, como él, iban
alejándose gradualmente de la escena política.
La
última aparición pública probada data del mes de mayo de 72, en una comida en
Miramar que tendría como presencias destacadas al ex presidente Arturo Illia y
al ex gobernador Anselmo Marini, además del vicepresidente del comité
provincial, Yoliván Biblieri, el titular del comité local, Albano Honores, y
otros dirigentes menores.
Al
almuerzo realizado en el restaurante “Rincón” asistieron unas setenta personas.
“Llamó
la atención la escasez de gente -el restaurante tenía amplios claros- y fueron
también pocos los aplausos a los oradores que expusieron al término del
almuerzo”, graficó el cronista del matutino marplatense La Capital sobre
el acontecimiento.
Los
discursos fueron mayormente moderados, como si estuvieran en consonancia con la
cantidad de público presente y el real contenido del agasajo. Allí, Domingo
Cavalcanti fue arengado desde que se dispuso a hacer uso de la palabra –“Vamos…
dale con todo, bien fuerte”, dicen que recomendó en un murmullo un joven que
estaba a su lado-, pero su breve discurso sólo hizo centro en la figura del
general Perón y el peronismo, eludiendo las vicisitudes del partido y el
contexto que se atravesaba por aquellos días. “El 25 de mayo de 1973, luego
de siete años de desgobierno vergonzoso, se entregará, dicen, el gobierno a
quien elija el pueblo”, expresó, invitando a “no escuchar el canto de
las sirenas de quienes proponen el frentismo”. A Perón lo calificó como “ese
prófugo que prostituyó el país” y al peronismo, “década infame”. Y
concluyó: “esa época no volverá porque el pueblo no lo quiere”.
El
caudillo miramarense Honores, luego, enfatizó que “la lealtad a las ideas
políticas es lo último que debe perder el hombre” y atacó la convocatoria
de Héctor Cámpora –candidato de Perón y luego presidente de la Nación- para
conformar la plataforma del Frente Cívico de Liberación Nacional, que reuniría
a varias fuerzas políticas, entre ellas un sector del radicalismo. “Estoy de
acuerdo en que debemos servir a la República, a la democracia y la libertad,
pero jamás servir a aquel que nació de un mal vientre cuando nosotros nacimos
de madres dignas”, sintetizó.
“Vivimos
momentos difíciles, y el mejor modo de no equivocarnos es ser fieles a nosotros
mismos y al partido. Vemos cómo se va oscureciendo el panorama, pero podemos
encontrar nuestra brújula en los principios radicales que pueden poner fin a un
país estancado. Pero algo debe quedar en claro: el radicalismo no va a estar en
frente alguno”,
fueron las mesuradas palabras de Anselmo Marini.
La
alocución de cierre estuvo a cargo del ex presidente Illia, quien con su
habitual acento cansino, de pie y con las manos en los bolsillos, hizo una
defensa del estado de derecho, puntualizando que “el derecho no impide la
revolución”. Pero descartó que la solución a los males del país sean los
pactos. “No queremos dictaduras ni gobiernos que improvisan, porque en esto
no se puede improvisar”, dijo. Y concluyó argumentando que “todos hablan
de un cambio. Y es verdad, todo cambia. Pero el cambio debe tener como única
base revolucionaria firme el derecho vivo, el derecho permanente”.
Hubo
aplausos y, de inmediato, el desbande.
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(XXIV)
Para: Hugo Cavalcanti
Palacios
Academia
de Idiomas Gref
Calle
Santa Engracia 62 4°
Madrid
– España
De: Alan Rogerson
Les Viviers
Claouey
33950 - France
19 April 1984
Querido
amigo Hugo:
Gracias
por tu carta, la recibí hace dos días. Me alegró mucho. Me pone contento saber
que vas bien y que los problemas que tuviste se han resuelto. Yo sigo
trabajando de cartero, sólo me queda una semana y ya está, “buenos días,
Francia”. Este trabajo que tengo no me gusta mucho, es muy soso, pero me pagan
bastante bien. Suelo ganar hasta 12.000 pesetas por semana y con ese dinero mes
las apaño. Me cojo muchos pedos, y el problema es que al día siguiente me
cuesta levantarme.
He
recibido una carta de Anna “yo no me trago su leche” Keene. Se siente un poco
chunga, tiene deudas y pronto quiere volver a España, pero no cree poder
hacerlo. Preguntó por ti.
Me
alegra saber que Pepé ha recibido el dinero que le debía. Se lo habría mandado
antes si lo hubiera tenido. Es un tío muy majo, se portó muy bien conmigo,
igual que tú. Cuando vuelva a Madrid pagaré el dinero que debo a José Luis. Ya
sé que es un hijo de la gran puta pero es ajeno a mi carácter no pagar mis
deudas.
¿Así
que fuiste de copas con Sam Grant? ¿Se puso a leer su biblia en el bar? Es un
buen chaval. ¿Tienes noticias de Ronnie? ¿Ya no te llevas bien con él?
Personalmente yo no creo que sea mala persona, el problema es que algo no le va
bien en el coco, es medio chiflado. También recibí una carta de Mme. Chardy. Me
pidió que pusiera unos anuncios en la facultad de Manchester. Ya lo hice.
Me
dijiste que te habían pasado algunas cosas, ¿qué cosas?
Bueno,
empiezo a despedirme. Escríbeme pronto y dime si son correctos algunos de estos
dichos: “meter la hoz en mies ajenas”, “ser gallina en corral ajeno”, “poner a
uno como hoja de perejil”. Te doy mis señas de Francia, al principio de la
carta. Voy a estar por allí a partir del 1 de mayo. Acudiré a la manifestación
que tendrá lugar ese día y haré lo de siempre: Bodega + Botella = Tajada. (La
gente unida/siempre estará bebida)
Alan
PS:
Te cuento un chiste: Un muchacho escribe una tarjeta a Dios. Le pone: “Querido
dios, soy de una familia muy pobre, no tenemos dinero, llevamos 8 días sin
comer. Además, voy a tener 8 años la semana que viene. Por favor, querido dios,
mándeme 8.000 pesetas para que mi familia me pueda comprar un regalo”. Los
carteros la leen, se conmocionan, se apiadan del niño. Hacen una colecta y
logran mandarle 4.000 pesetas. En la tarjeta ponen “de parte de Dios”. Al poco
tiempo, el muchacho escribe otra tarjeta para dar gracias: “Querido dios,
gracias por el dinero que me mandó. Recibí 4.000 de las 8.000 pesetas que le
pedí. No se preocupe Ud., sé lo que habrá pasado: esos hijos de puta que
trabajan en la oficina de correos deben haberme robado el resto”
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