lunes, 4 de enero de 2016

Lolei. Memorias de lo inconfesable (24)


CAPITULO
24

Domingo Cavalcanti asumió su banca a fines de abril de ese año y se hizo cargo de la presidencia de la Comisión de Justicia e Instrucción Pública.
De inmediato, junto a Ángel Roig, se reunieron con el intendente socialista Jorge Lombardo, para ponerse a disposición y entender como intermediarios ante las máximas autoridades provinciales y nacionales en toda gestión que redundaran al bien común de la ciudad. Los legisladores se interesaron sobre la cesión de cincuenta hectáreas de tierra comunal con destino a la provincia, para construir una cárcel modelo tendiente a subsanar la ausencia de un establecimiento de esa naturaleza. El proyecto no prosperó.
Interesado en los progresos educativos, el diputado impulsó varias obras en distritos de la sección y mantuvo frecuentes encuentros con el ministro de Educación provincial, Dr. René Pérez, con quien plasmó además una relación personal de respeto y admiración.
En este contexto, propició el traslado del Instituto Mixto General Alvarado de Miramar, que redundó en una notoria ampliación de la matrícula y grandes beneficios para la localidad. También hicieron efectiva la entrega de más de veinte subsidios a entidades de bien público de Mar del Plata, fondos destinados a la ampliación de obras edilicias. Y compartió junto a autoridades educativas, de la corriente ruralista Coninagro y la Asociación de Cooperativas Argentinas de la iniciativa de comenzar a impartir el programa de enseñanza de la materia Cooperación en las escuelas primarias bonaerenses.
El diputado Cavalcanti acompañó al gobernador Anselmo Marini y sus ministros en la visita a diversas obras públicas a lo largo de la provincia. En una larga recorrida por los distritos de General Belgrano, Pila, Lezama y Chascomús, destacó la capacidad de gestión del gobernador “para encontrar soluciones a las urgencias de los vecinos, a través del diálogo y el contacto directo”.
Días después se manifestó a favor del ministro de Gobierno, Eduardo Esteves, que fue interpelado en la Cámara de Diputados por la actuación de la policía en una protesta de conscriptos frente al concejo deliberante de Miramar, que terminó con disturbios. “Es un hecho político, no policial, producto de un pleito interno”, arguyó el diputado. Y sentenció sus dichos resumiendo que “en vez de traer estos problemas vergonzosos a la Cámara, deberíamos ponernos a trabajar para el bien de todos”.
Paralelamente a su tarea como legislador, Cavalcanti cumplía con honorabilidad y solidez su cargo como dirigente del partido en su ciudad, labor que le valía la aprobación de sus correligionarios.
En una reunión en Mar del Plata con el presidente del  Comité  provincial de la UCRP, Raúl Alfonsín, a quien recibió junto a su coterráneo y también legislador, Ángel Roig, se empezó a delinear un nuevo rumbo para el partido, en el marco de las dificultades que se avecinaban a nivel nacional, merced a las fuertes presiones emanadas desde los poderes económicos y las fuerzas armadas.
El doctor Alfonsín era un abogado de 39 años que había sido concejal en Chascomús, diputado provincial durante los gobiernos de Frondizi y Guido y diputado nacional bajo la presidencia de Illia. Como flamante titular del comité provincial de la UCRP, ya se perfilaba como un cuadro de centro-izquierda que empezaba a alejarse de la línea unionista y conservadora del balbinismo, dirección que se acentuaría tras la caída del gobierno constitucional.
Hacia esa posición de orientaba  Cavalcanti, que meses más tarde sería designado como delegado de la UCRP Nacional en Catamarca para dirigir la etapa final de la campaña electoral, lo que dejaba visible su posicionamiento dentro del partido y en el plano político.
“La distinción conferida a nuestro convecino eleva así a una posición de trascendencia nacional a un auténtico radical, forjado en las duras luchas que no supieron de desmayos y que cobraron dimensiones singulares cuando ser opositor a los gobiernos traía aparejada una gran dosis de heroísmo”, destacaron los matutinos locales.
Pero la convención en la provincia del norte finalmente no se haría.

La última actividad como legislador de la que se tiene testimonio fue la presentación de un proyecto de ley, en conjunto con su par Juan Carlos Maffía, por el que se autorizaba al Banco de la Provincia de Buenos Aires para acordar al Poder Ejecutivo un crédito destinado a la construcción e instalación de establecimientos para alojar y reeducar a menores sometidos a proceso.
La iniciativa se argumentaba sobre “la lamentable situación que se origina por la carencia de institutos que puedan cumplir una tarea de verdadera readaptación con los menores delincuentes, ya que al ser alojados en convivencia con avezados malhechores, la tenencia por el Estado contribuye a una mayor corrupción, con el grave problema que ello entraña para los damnificados y para la sociedad”.
Una semana después, el 28 de junio, devino el golpe militar de la Revolución Argentina, que derrocaba a Arturo Illia de la presidencia de la Nación, de Anselmo Marini de la gobernación y de Jorge Lombardo de la intendencia marplatense.
El golpe de Juan Carlos Onganía, en su carácter de dictadura permanente, disolvió los cuerpos legislativos, la Corte Suprema de Justicia y los partidos políticos.
Pero lejos de quedarse en lamentos, Cavalcanti, junto a varios dirigentes marplatenses, participó de la reunión convocada por el Comité Provincial, que con mucha discreción y a instancias del Dr. Raúl Alfonsín, se realizó en la ciudad de Avellaneda. Tiempo después Alfonsín fue detenido por un breve tiempo por haber pretendido abrir el comité.
Con el tiempo fue estrechando sus contactos con los sectores de centroizquierda, como el socialismo y comenzó a desarrollar, desde la Provincia de Buenos Aires, un pensamiento socialdemócrata dentro del radicalismo, que tendría un considerable impacto en la juventud. Rechazó expresamente la lucha armada como camino de progreso social y apoyó la consigna “elecciones libres y sin proscripciones”.  La lucha dentro del partido iba tomando nuevas aristas.
Para Cavalcanti, entusiasta defensor de las formas democráticas y firmes convicciones, pero a su vez un vehemente antiperonista, los caminos de negociación fueron estrechando sus caminos y, ya debilitado moral y físicamente, con 65 años a cuestas, fue cediendo terreno al paso de nuevas figuras en la conducción del comité. Tomó distancia, mas sin abandonar la pelea.
Era respetado por sus pares, a tal punto que poco a poco fue transformándose casi en una leyenda viviente del radicalismo marplatense y en fuente permanente de consulta. Pero bajó notoriamente el perfil batallador que le valió su prestigio y ya no tuvo mayor peso en las decisiones importantes. Participaba en actos menores, reconocimientos y agasajos a correligionarios que, como él, iban alejándose gradualmente de la escena política.



La última aparición pública probada data del mes de mayo de 72, en una comida en Miramar que tendría como presencias destacadas al ex presidente Arturo Illia y al ex gobernador Anselmo Marini, además del vicepresidente del comité provincial, Yoliván Biblieri, el titular del comité local, Albano Honores, y otros dirigentes menores.
Al almuerzo realizado en el restaurante “Rincón” asistieron unas setenta personas.
“Llamó la atención la escasez de gente -el restaurante tenía amplios claros- y fueron también pocos los aplausos a los oradores que expusieron al término del almuerzo”, graficó el cronista del matutino marplatense La Capital sobre el acontecimiento.
Los discursos fueron mayormente moderados, como si estuvieran en consonancia con la cantidad de público presente y el real contenido del agasajo. Allí, Domingo Cavalcanti fue arengado desde que se dispuso a hacer uso de la palabra –“Vamos… dale con todo, bien fuerte”, dicen que recomendó en un murmullo un joven que estaba a su lado-, pero su breve discurso sólo hizo centro en la figura del general Perón y el peronismo, eludiendo las vicisitudes del partido y el contexto que se atravesaba por aquellos días. “El 25 de mayo de 1973, luego de siete años de desgobierno vergonzoso, se entregará, dicen, el gobierno a quien elija el pueblo”, expresó, invitando a “no escuchar el canto de las sirenas de quienes proponen el frentismo”. A Perón lo calificó como “ese prófugo que prostituyó el país” y al peronismo, “década infame”. Y concluyó: “esa época no volverá porque el pueblo no lo quiere”.
El caudillo miramarense Honores, luego, enfatizó que “la lealtad a las ideas políticas es lo último que debe perder el hombre” y atacó la convocatoria de Héctor Cámpora –candidato de Perón y luego presidente de la Nación- para conformar la plataforma del Frente Cívico de Liberación Nacional, que reuniría a varias fuerzas políticas, entre ellas un sector del radicalismo. “Estoy de acuerdo en que debemos servir a la República, a la democracia y la libertad, pero jamás servir a aquel que nació de un mal vientre cuando nosotros nacimos de madres dignas”, sintetizó.
“Vivimos momentos difíciles, y el mejor modo de no equivocarnos es ser fieles a nosotros mismos y al partido. Vemos cómo se va oscureciendo el panorama, pero podemos encontrar nuestra brújula en los principios radicales que pueden poner fin a un país estancado. Pero algo debe quedar en claro: el radicalismo no va a estar en frente alguno”, fueron las mesuradas palabras de Anselmo Marini.
La alocución de cierre estuvo a cargo del ex presidente Illia, quien con su habitual acento cansino, de pie y con las manos en los bolsillos, hizo una defensa del estado de derecho, puntualizando que “el derecho no impide la revolución”. Pero descartó que la solución a los males del país sean los pactos. “No queremos dictaduras ni gobiernos que improvisan, porque en esto no se puede improvisar”, dijo. Y concluyó argumentando que “todos hablan de un cambio. Y es verdad, todo cambia. Pero el cambio debe tener como única base revolucionaria firme el derecho vivo, el derecho permanente”.
Hubo aplausos y, de inmediato, el desbande.


 **********************************************************************

(XXIV)

Para: Hugo Cavalcanti Palacios
Academia de Idiomas Gref
Calle Santa Engracia 62 4°
Madrid – España

De: Alan Rogerson
Les Viviers
Claouey
33950 - France

19 April 1984

Querido amigo Hugo:
Gracias por tu carta, la recibí hace dos días. Me alegró mucho. Me pone contento saber que vas bien y que los problemas que tuviste se han resuelto. Yo sigo trabajando de cartero, sólo me queda una semana y ya está, “buenos días, Francia”. Este trabajo que tengo no me gusta mucho, es muy soso, pero me pagan bastante bien. Suelo ganar hasta 12.000 pesetas por semana y con ese dinero mes las apaño. Me cojo muchos pedos, y el problema es que al día siguiente me cuesta levantarme.
He recibido una carta de Anna “yo no me trago su leche” Keene. Se siente un poco chunga, tiene deudas y pronto quiere volver a España, pero no cree poder hacerlo. Preguntó por ti.
Me alegra saber que Pepé ha recibido el dinero que le debía. Se lo habría mandado antes si lo hubiera tenido. Es un tío muy majo, se portó muy bien conmigo, igual que tú. Cuando vuelva a Madrid pagaré el dinero que debo a José Luis. Ya sé que es un hijo de la gran puta pero es ajeno a mi carácter no pagar mis deudas.
¿Así que fuiste de copas con Sam Grant? ¿Se puso a leer su biblia en el bar? Es un buen chaval. ¿Tienes noticias de Ronnie? ¿Ya no te llevas bien con él? Personalmente yo no creo que sea mala persona, el problema es que algo no le va bien en el coco, es medio chiflado. También recibí una carta de Mme. Chardy. Me pidió que pusiera unos anuncios en la facultad de Manchester. Ya lo hice.
Me dijiste que te habían pasado algunas cosas, ¿qué cosas?
Bueno, empiezo a despedirme. Escríbeme pronto y dime si son correctos algunos de estos dichos: “meter la hoz en mies ajenas”, “ser gallina en corral ajeno”, “poner a uno como hoja de perejil”. Te doy mis señas de Francia, al principio de la carta. Voy a estar por allí a partir del 1 de mayo. Acudiré a la manifestación que tendrá lugar ese día y haré lo de siempre: Bodega + Botella = Tajada. (La gente unida/siempre estará bebida)

Alan


PS: Te cuento un chiste: Un muchacho escribe una tarjeta a Dios. Le pone: “Querido dios, soy de una familia muy pobre, no tenemos dinero, llevamos 8 días sin comer. Además, voy a tener 8 años la semana que viene. Por favor, querido dios, mándeme 8.000 pesetas para que mi familia me pueda comprar un regalo”. Los carteros la leen, se conmocionan, se apiadan del niño. Hacen una colecta y logran mandarle 4.000 pesetas. En la tarjeta ponen “de parte de Dios”. Al poco tiempo, el muchacho escribe otra tarjeta para dar gracias: “Querido dios, gracias por el dinero que me mandó. Recibí 4.000 de las 8.000 pesetas que le pedí. No se preocupe Ud., sé lo que habrá pasado: esos hijos de puta que trabajan en la oficina de correos deben haberme robado el resto”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario